Concluida la Semana Santa, en la cual la Iglesia ha celebrado el misterio pascual de Jesucristo, además de la natural acción de gracias por tan santo acontecimiento, es posible descubrir que empieza a aflorar como un nuevo tono en estas celebraciones en Colombia, sobre todo en las grandes ciudades. Es evidente que esta semana ha sido hábilmente capturada por el espíritu del descanso y las vacaciones, por el turismo en general, y que es en medio de esa realidad que los cristianos estamos celebrando actualmente los misterios centrales de la fe.
El nuevo tono recoge varios sentimientos. El primero tiene que ver con los que, conscientes de su fe y la importancia de estas fechas, priorizan las celebraciones que propone la Iglesia. En otras palabras, es un número grande de personas el que acudió a los templos y capillas para celebrar los días santos, porque comprenden claramente la importancia de estos momentos.
Estas personas han permitido que las liturgias tengan cada vez más ese rico sabor de quien la sirve para quienes saben saborearla y no para multitudes anónimas. En las celebraciones de la semana pasada, en muchos lugares se sintió ese buen tono: los que acudieron y participaron en las celebraciones de la Iglesia, querían estar allí, sabían de su importancia y lo hicieron con gusto y devoción.
El nuevo tono tiene que ver también con algún ligero descenso de las presencias multitudinarias. En alguna época las muchedumbres volcadas en los templos, las calles y las plazas, parecían llenar de gozo a la Iglesia. Hoy hay cierto escepticismo sobre ese efecto. En verdad, si todas esas multitudes vivieran como verdaderos cristianos, otra sería la realidad de Colombia. En todo caso, hasta donde se puede, los ministros de la Iglesia tratan de que esas grandes congregaciones populares sean también ocasión de evangelización, aunque no es nada fácil. En algunos lugares no pasan de ser eventos de la tradición, del turismo religioso y hasta de la cultura local; y no es del todo claro cuál sea su efecto espiritual y religioso.
Y el nuevo tono de las celebraciones pascuales lo han dado hoy en día los predicadores. Es muy alentador escuchar cómo hoy el predicador católico es cada vez más cercano a la Sagrada Escritura y a la persona real de Jesucristo y es menos dramático y teatral en la puesta en escena de la Pascua. Es un gran logro que hay que seguir profundizando. Desde hace varios años la predicación de la Iglesia ha regresado a las fuentes que no son otras que las que dan los textos sagrados, la vida y enseñanza de Jesús. Y el pueblo cristiano se goza en la manera como le son predicados los misterios santos. Todo lo que se haga para que la predicación sea de raíz y contenido claramente bíblico será poco, pues se trata de abrevar en los verdaderos hontanares de Dios, que siempre son inagotables.
En síntesis, la semana santa católica tiende a convertirse en celebración de personas absolutamente convencidas de su fe, en liturgias preparadas para ellas y en la serenidad que da la misma fe, más que los números y las multitudes informes que no siempre son lo que parecen ser.
PD: En los diálogos de una posible paz con la guerrilla del ELN, a nadie se le debe olvidar que la Iglesia es una de sus víctimas y que ella también tiene derecho a ser reparada. Ojalá no se le olvide esto a ninguno de los que está sentado en la mesa, mucho menos a los representantes de la misma Iglesia.
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