Solo gratitud
Por otra parte, desde el punto de vista personal, monseñor Rubén Salazar, también logró una empatía muy grande con todos los sacerdotes y laicos comprometidos de esta…
El pasado jueves 28 de mayo de 2020, en la capilla del Seminario Mayor de San José, de la arquidiócesis de Bogotá, se celebró la misa crismal y en ella se oró en acción de gracias a Dios por el servicio pastoral que, durante los últimos diez años, prestó el cardenal Rubén Salazar Gómez en la ciudad capital y los municipios de oriente. Fue una celebración con las limitaciones que han impuesto la pandemia Covid 19 y la cuarentena y por tanto fue acompañada, no por todo el clero como hubiera sido lo ideal, sino por los obispos auxiliares, los vicarios episcopales territoriales, los rectores de los seminarios, el vicario judicial, el canciller del arzobispado y los formadores del seminario, así como por quienes en otro momento fueron vicarios episcopales. En lo que no hubo limitaciones fue en el sentimiento de agradecimiento que hay entre el clero y los fieles laicos de esta Arquidiócesis por la vida y la obra de este buen pastor, que ahora comenzará a gozar de un merecido descanso.
Como ya lo han manifestado muchas personas que participan activamente de la vida de la Iglesia arquidiocesana de Bogotá, realmente la labor episcopal del cardenal Salazar en Bogotá ha sido notable y ha dejado una huella profunda. No parece haber campo de la vida pastoral de un obispo que monseñor Rubén haya dejado sin atender. En efecto, su labor de pastor se extendió a todas las parroquias de la Arquidiócesis, al campo educativo que está bajo la guía de esta iglesia particular, a la muy extensa pastoral social que lidera la Iglesia católica en Bogotá, a las relaciones con el gobierno nacional y distrital, lo mismo que con las principales instituciones del Estado, como las altas cortes, el Congreso de la República, etc. Dotó a la Arquidiócesis de un nuevo plan de evangelización y potenció para ello la organización de la curia y de las vicarías episcopales. Puso todos los recursos de la Iglesia al servicio de la pastoral y de los pobres. Una labor amplia, seria y profunda.
Por otra parte, desde el punto de vista personal, monseñor Rubén Salazar, también logró una empatía muy grande con todos los sacerdotes y laicos comprometidos de esta iglesia. Es un aspecto que bien vale la pena destacar y cuyos efectos positivos son innumerables. Conocidas son las historias contrarias, cuando los obispos no logran sintonizar con su clero y los fieles laicos, y todo se vuelve difícil y problemático. En este caso, la personalidad, el don de gentes, la caballerosidad, la serenidad y una gran capacidad de escucha han adornado muy bien el servicio pastoral de este buen pastor en Bogotá. El cardenal Salazar encarna en este sentido un nuevo y siempre válido perfil de pastor que refleja muy bien al Pastor Supremo que no es otro que Cristo mismo. La sencillez, la caridad, la discreción, la frugalidad en todo sentido, la ninguna tentación de aparición ostentosa, todo esto y mucho más, han hecho que este curtido sacerdote y obispo termine su labor pastoral en Bogotá lleno de amigos que sin duda velarán por él y su bienestar el resto de su vida.
Nadie más ajeno a elogios públicos y homenajes que el cardenal Rubén Salazar Gómez. Por eso ha dejado ya discretamente el Palacio Cardenalicio y se encuentra ahora en su nuevo lugar de habitación, en el mismo espíritu sencillo y tranquilo. Esto, sin embargo, no nos exime desde todos los ámbitos de la Arquidiócesis de dejar constancia de nuestra gratitud por su dedicación, entrega, acompañamiento constante a los sacerdotes, y todo aquello que nos hizo presente a un pastor según el modelo de Jesucristo y a un ser humano de cualidades muy especiales, portador siempre de alegría, y de un profundo amor a Dios y a todas las personas. Así, entonces, desde estas páginas de El Catolicismo, no hay sino palabras de gratitud hacia él, en la seguridad de que son también la voz de nuestros lectores. A quien llenó la Arquidiócesis de muchas bendiciones, le pedimos a Dios lo colme de todos los dones necesarios para continuar viviendo en paz y tranquilidad por muchos años más. De nuevo: mil y mil gracias, señor cardenal Rubén Salazar Gómez.
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