Nueva ventana para la pastoral
En todas las diócesis y quizás en todas las parroquias e instituciones eclesiales, conviene que se abra desde ya un trabajo de análisis para ver cómo convertir el…
En cada época de la historia la Iglesia ha sabido encontrar, inspirada por el Espíritu Santo, la forma de realizar su misión evangelizadora en medio de las gentes en la forma más adecuada. Como una nave que navega en el mar de los tiempos, la comunidad eclesial ha sabido capotear tormentas y grandes olas, ha aprovechado bien los tiempos de las aguas tranquilas, ha evitado encallar en aguas poco profundas y ha sabido, siempre, encontrar puertos seguros en los cuales entregar su único tesoro que es Jesucristo, muerto y resucitado para la salvación de todos. El momento actual, con la inédita pandemia en tiempos recientes, encontrará de parte de la Iglesia la respuesta adecuada, sabia, serena y permanentemente confiada en Dios.
Ya son visibles varios signos de esta versatilidad de la Iglesia. Por ejemplo, la caridad se ha desplegado en una forma extraordinaria, para llegar a los más pobres. Igualmente, la solidaridad entre los miembros de toda la Iglesia, de modo que a nadie falte lo básico para vivir con sobriedad. Pero quizás el signo más potente en la actualidad de esa capacidad de adaptación de la Iglesia para no dejar de cumplir su misión, es la incursión creciente en el mundo digital. Hoy en día ya es bastante usual y fácil encontrar muchísimas propuestas de la pastoral eclesial en las redes. Desde la transmisión de la santa misa, hasta conferencias, conciertos, momentos de oración, catequesis, se pueden encontrar en la famosa red, ahora omnipresente. Y parece ser un escenario que llegó para quedarse en la Iglesia.
De esta manera se puede afirmar que se ha abierto otra ventana más para la pastoral, para la evangelización. Los resultados son sorprendentes, comenzando por el encuentro a través de las redes de una gran cantidad de personas, muchas de ellas jóvenes, que hacía ya bastante tiempo estábamos buscando. Ayudan estos medios digitales en forma admirable para sentir la verdadera catolicidad de la Iglesia, en cuanto se dan cita allí gentes de todas partes del mundo, reunidas por una sola fe, un solo bautismo y un solo Señor. Posibilitan estos medios el encontrar a las personas en el momento y lugar en que sienten con mayor fuerza la necesidad de acrecentar su relación con Dios. Y la labor por redes también ofrece la posibilidad de que las personas realicen un encuentro espiritual muy personal que les haga crecer en la fe y en la conciencia de hijos de Dios.
Pero, así como las redes o el mundo digital son hoy un don para la Iglesia, también se convierte inmediatamente en tarea. Es una gran oportunidad para evangelizar, pero hay que hacerlo muy bien. La tarea consiste entonces en que la Iglesia asuma definitivamente la realidad digital como un campo en el que tiene que desempeñarse a fondo y para lo cual tienen que estar preparados todos sus evangelizadores. Está más que demostrada la capacidad, para bien o para mal, que hay en el mundo digital. Conviene ir a fondo en la Iglesia para que esta llegue a constituirse en una herramienta muy potente en la difusión del Evangelio y en el servicio a las personas. En todas las diócesis y quizás en todas las parroquias e instituciones eclesiales, conviene que se abra desde ya un trabajo de análisis para ver cómo convertir el trabajo que se está realizando todavía un poco empíricamente, en un verdadero y eficaz instrumento de evangelización que se sume a los ya tradicionales, que también hacen a la Iglesia. Toda crisis suele dejar ganancias si se las aprovecha bien. La Iglesia y el mundo en general están en la posibilidad de reconocer que en lo digital hay todo un horizonte para seguir acompañando a las personas en su caminar hacia el encuentro definitivo con Dios.
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