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"Las estadísticas no ayudan"

3 de septiembre de 2024
Imagen:
de referencia - lavozdelaregion.co

En realidad, sí ayudan y mucho. Pero no le están ayudando, con sus datos objetivos y ajustados a la realidad, al gobierno colombiano ni a muchos otros sectores de la comunidad nacional. Y no les están ayudando para generar esperanza ni nada que se le parezca. A glosa de ejemplo: la inversión en salud ha caído más del 50% en el último año; las universidades públicas, no obstante tanta algarabía sobre su accesibilidad, perdieron estudiantes; los colombianos están abandonando su país a razón de más o menos 1000 cada día; más de 700 colegios privados han cerrado en los dos últimos años; casi todas las universidades privadas han dejado de recibir nuevos estudiantes simplemente porque no han llegado; las reservas para producir energía eléctrica están en franco deterioro, etc. Las estadísticas solo gozan de buen recibo cuando dicen cosas positivas, pero esa no es su función. Deben dar datos sobre la realidad, tal como es.

Sería necio negarse a aceptar que Colombia no está en un buen momento en ningún sentido. Las estadísticas también son alarmantes, otro ejemplo, sobre la creciente expansión de los grupos armados a lo largo y ancho del país. La extorsión está en niveles insoportables. Y la inseguridad para los ciudadanos y para los inversionistas es el pan de cada día. Y las estadísticas también revelan que las filas empiezan a hacer parte del paisaje nacional para una cita médica, para recibir una medicina, para sacar el pasaporte, que era de las pocas cosas que hacía bien el Estado colombiano, pero había que dañar esto para subir las estadísticas de la chambonería administrativa pública. Y cualquier peatón que recorra las ciudades del país contemplará angustiado centenares de locales desocupados, y si mira para arriba no son menos los apartamentos que han quedado vacíos porque no hay cómo pagar arriendos o cuotas de créditos hipotecarios.

Entre tanto, discursos y más discursos. Ofensas a los cuatro vientos. Enemigos imaginarios, conspiraciones galácticas, amenazas latentes, odios crecientes -de esto ya se pueden sacar también muchas estadísticas y sus datos son crecientes-. Se ha perdido toda noción de sensatez en el arte de gobernar, toda sabiduría en el uso de la palabra, todo equilibrio en los juicios, toda honradez en el uso de los recursos de los colombianos. Así no se puede generar un genuino sentido de nacionalidad ni convocar a todos los sectores del país a sumarse en un esfuerzo común de verdadero cambio y de progreso generalizado. 

Si el tono de la amenaza es lo dominante, cada ciudadano y cada organización optará por atrincherarse y defender solo su territorio, su interés y, eventualmente, por abandonar el país. Nunca deben olvidar los gobernantes que lo son de todos los ciudadanos y deberían ser ellos un punto de convergencia y no de división, ni origen de violencia.

Y volviendo sobre los números estadísticos ni qué decir de las enormes cantidades de hectáreas sembradas de coca, de cuyo negocio se nutre la criminalidad nacional. Solo alguien ingenuo o con propósitos oscuros puede pensar lo contrario. Y de los números de veces que se bloquean las carreteras colombianas ya se puede escribir un manual con el título de quiebra económica para todos. Un país descuadernado y que, pese a los esfuerzos de muchos, poco apoco pierde sus esperanzas en todo sentido. 

Los colombianos tenemos que abrir muy bien los ojos porque nada bueno está sucediendo para la inmensa mayoría. No son palabras, son los datos de las estadísticas objetivas y reales.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección periódico digital El Catolicismo.
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