La mujer, tesoro de la creación
Basta una mirada somera para descubrir en la mujer un verdadero tesoro de la creación. Creada por Dios a su imagen y semejanza, puesta en igualdad de condición y…
Tal vez un poco tarde, pero afortunadamente se está dando el desarrollo del tema sobre el trato que se debe a la mujer, a la vez que se vienen exponiendo las mil formas de maltrato y desprecio que sobre ellas han pesado a lo largo de la historia de la humanidad. La gran queja que se está poniendo sobre la mesa de discusión consiste en que pareciera que, para muchas personas, la mujer sería una especie de ser humano inferior y que por lo tanto se puede hacer con ella lo que se quiera. De esta concepción de la mujer se han seguido los tratos indignos, la explotación, la minusvaloración, la asignación de tareas inhumanas, la marginación en las instancias de decisión y dirección de la sociedad, etc. Es muy importante que el desarrollo de este tema llegue a ser muy completo de manera que toda sociedad obtenga luces sobre una realidad que debe recuperar con toda claridad la idea de mujer como ser humano pleno y capaz, así como también la mujer como hija de Dios y creación de Él.
Basta una mirada somera para descubrir en la mujer un verdadero tesoro de la creación. Creada por Dios a su imagen y semejanza, puesta en igualdad de condición y dignidad al lado del varón, con vocación de comunicar la vida y ser la primera portadora de las nuevas vidas, capaz de percibir el mundo en un modo tan particular que sin ella gran parte del mismo quedaría oculto. Para el pensamiento cristiano la imagen natural de la mujer se hace todavía más clara y admirable en la persona de María, la madre de Jesús. Se muestra como la que está en plena comunión con Dios, como quien puede descifrar el querer divino y como quien goza de la mayor libertad para realizar los mandatos de su Creador. Y no menor es la fortaleza que se descubre en María acompañado a su hijo Jesús en toda su vida, pero especialmente en el transcurso de la pasión. Lejos de aparecer como una especie de adorno en la creación y en la historia, el pensamiento judeo-cristiano revela que en la mujer está literalmente plasmada una de las huellas más profundas del acto creador de Dios y que por lo mismo nadie debería olvidar ni despreciar esta altísima condición.
La Iglesia, que también en algunos aspectos tardó en descubrir la plenitud de la condición de la mujer, debe estar al lado de quienes en hora afortunada están luchando para crear la nueva conciencia del trato que se debe dar a toda mujer y para proteger su dignidad. Y como es sabido en la Iglesia, también se tiene la tarea de estar muy cerca, en este caso, a las mujeres más débiles, sobre las cuales pesan mil cargas que claman por su liberación. La Iglesia tiene en su diario vivir una participación altísima de mujeres, lo cual hace pensar que allí hay una fuerza y una oportunidad grandes para acompañarlas en la tarea de crear la conciencia social y eclesial del respeto que a ellas se debe, lo mismo que de apertura cada vez más sincera para que ella también sea protagonista de su historia de salvación.
Ni la violencia de género ni la explotación sexual; tampoco la agresión en cualquiera de sus formas –física, sicológica, moral- ni la marginación por cualquier motivo; ni el desprecio a través de la infidelidad ni el abandono por irresponsabilidad; nada de esto puede ser aceptado por nadie que tenga sentimientos y convicciones cristianas. Se imponen varias tareas: continuar en el despertar la conciencia sobre el respeto absoluto a la mujer por su condición de ser humano y por su condición de hija de Dios; educar al hombre y a las organizaciones humanas para mirar como es debido a la mujer de manera que ambos sean para ella puntos de apoyo y seguridad y no otra cosa; luchar para que la mujer no siga por ningún motivo en tareas y ocupaciones que se tienen por normales, pero que no hacen sino sostener un orden de cosas injusto con ellas y lejos de los planes de Dios. Se ha emprendido el difícil camino de liberar a la mujer de largos siglos de injusticia y opresión; vale la pena dar esta pelea para que toda la humanidad esté bien, como era el querer de Dios desde los inicios.
Fuente Disminuir
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