La exitosa experiencia de los retiros espirituales testimoniales
En los últimos años, la Arquidiócesis de Bogotá y seguramente muchas otras, incluso fuera del país, se han visto sacudidas espiritualmente por la llegada de un modo nuevo de ejercicios espirituales, esta vez basados en los testimonios de vida y en las actividades experienciales de los participantes.
La bandera más visible la han llevado los Retiros de Emaús, pero ya son varias las experiencias que, siguiendo básicamente la misma metodología, se han extendido a lo largo de la Arquidiócesis y otras diócesis. Valga la pena citar los Retiros Effetá para jóvenes y los Retiros Cielo para jóvenes adultos, por citar un par de experiencias espirituales exitosas y con muchos frutos a la vista.
Al hacer memoria y reconocimiento de la buena misión que han cumplido estos nuevos retiros, se hace necesaria una nota auto-crítica a nivel de Iglesia. En las últimas décadas hubo innumerables intentos de hacer más atractiva la vida espiritual y la vida de Iglesia al común de los fieles, pero los frutos fueron más bien magros.
Algún día, en alguna comunidad católica, a alguien se le vino a la mente el proponer la realización de retiros espirituales, pero marcados por una metodología diferente a los retiros tradicionales, basados muchos en la propuesta ignaciana. Y como si la multitud estuviera esperando estas manas espirituales, la tarea creció de una forma impresionante, al punto de que prácticamente el reto es encontrar casas de retiros disponibles para realizarlos, pues tienen pedidos hasta con dos años de anticipación: ¡para retiros espirituales! La esperanza revive inmediatamente con esta noticia. Es lo que tanta gente estaba buscando: pan espiritual y punto.
¿Cuál ha sido el secreto de los retiros espirituales de carácter testimonial? Tal vez no es uno solo, sino varios. Quizás el primero tenga que ver con la posibilidad de que los participantes son totalmente activos en estos ejercicios. No son simples oyentes. Su vida se involucra de lleno en la experiencia. Lo segundo, es la vía principalmente emocional con que se accede al corazón sediento de las personas. Esto a algunos en la Iglesia los crispa, pero es inútil seguir pensando que la pastoral es solo cuestión de doctrina predicada. Este modelo de retiros ha logrado enganchar fuertemente a sus participantes o caminantes como los suelen llamar. En tercer lugar, hay en estos retiros momentos muy fuertes de oración, confrontación, celebraciones sacramentales a profundidad, es decir, se unen constructivamente muchas realidades importantes.
Mención aparte merece otro aspecto: los grandes promotores de estas experiencias espirituales han sido los laicos. Ellos son los que organizan todo, los voceros y quienes realizan las invitaciones a otras personas, son los que comparten sus testimonios de vida y de conversión. Y, con buen sentido de Iglesia, invitan a los sacerdotes a ejercer el ministerio en la reconciliación y en la eucaristía. También en la predicación.
Realmente estos retiros testimoniales han sacudido a buena parte de la Iglesia en Bogotá y en otros lugares. Después del retiro se da la segunda etapa que consiste en encuentros semanales en los que se conserva la línea testimonial, la vida en comunidad y se espera allí también la presencia y tarea formativa de los párrocos, tarea que, si no se realiza, deja el grupo al garete, con los riesgos que esto pueda tener.
Recientemente un prelado decía que no le gustaba la expresión “exitosa” para referirse a la vida en la Iglesia. Pero la verdad es que no hay otra palabra más precisa para referirse a experiencias como a la que nos referimos en esta columna. En realidad, los “nuevos” retiros han sido muy exitosos, han dado frutos abundantes, han revitalizado muchos matrimonios y familias, han devuelto la fe y la esperanza a innumerables jóvenes.
También, han logrado sacar del sopor a muchas parroquias, y quizás a párrocos, que pensaban que en su parroquia no había nada que hacer (¿?). Sin duda, han sido experiencias exitosas, qué le vamos a hacer. Dios quiera que todas las puertas de la Iglesia en Bogotá y en otros lugares se sigan abriendo –la puerta es Jesús- para que más y más personas tengan ese encuentro personal con Jesús que nada ni nadie puede reemplazar a la hora de la conversión y de la confirmación de la fe. “El Espíritu sopla donde quiere”.
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