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Incendios

4 de marzo de 2016

El verano que vive la nación como consecuencia del calentamiento global ha producido incendios que han acabado con miles de hectáreas de reserva forestal.

El desbarajuste climático ha afectado nocivamente al ecosistema y ha producido daños irreparables.

Hay, sin embargo, estragos mas graves y menos visibles que los ambientales. El calentamiento político ha generado un cruce de agresiones que pretenden quemar la honra de multiples personalidades en un contexto veranero en el que escasea la refrescante lluvia de valores, y en el que se multiplican los chispazos inflamados de acusaciones personalistas y descalificantes. Quizás la culpa no sea toda de los protagonistas, que tomados entre la espada y la pared por los periodistas; se ven obligados a decir cosas que no deben o a realizar afirmaciones que son escandalosamente amplificadas y tergiversadas.

En el uso del lenguaje, los dirigentes deben ser extremadamente rigurosos y exigir la misma disciplina en subalternos y contradictores. Pero también es el momento de cuestionar el papel que juegan los medios de comunicación, en más de una oportunidad constituidos como verdaderos tribunales que instruyen, ponderan y juzgan los procesos en contra de personas e instituciones. Los foros abiertos en internet también amparan acusaciones difíciles de probar pero que dejan en el aire incertidumbres y zozobras permanentes. Del deber de formar e informar se pasa a la pretensión de inmiscuirse, de incitar y de favorecer incendios que en nada construyen y sí mucho destruyen. Es fácil pasar de la investigación ala retorica, a las calumnias y al espectáculo. Si Colombia busca construir un proceso de paz sólido y duradero, justo y equitativo, se debe favorecer y exigir una disciplina comunicativa, equitativa para no pedir respeto sólo en una vía, honesta para no pretender el monopolio de la verdad y humilde para respetar los ámbitos del poder judicial. Los lectores, por su parte, no pueden dejarse manipular por anticipadas campañas electorales o por anónimos deseos de venganza. Realidades que son diáfanas y convincentes al inicio, terminan por ser descubiertas como engaños y falacias, mientras que la verdad que no surge en un comienzo brilla finalmente en todo su esplendor.

En un contexto tan violento como el que vivimos los colombianos, necesitamos con urgencia las aguas refrescantes de espíritus pacificadores que sin echarle tierra encima a los acontecimientos, sean capaces de lograr consensos, cambios y compromisos; necesitamos lluvias de nobleza y de bondad que no pretendan arrasar o devastar, que superen el orgullo y la venganza para que en nuestra nación puedan germinar la justicia, la concordia y el perdón.

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