El pasado sábado 26 de noviembre de 2022 la Arquidiócesis de Bogotá realizó una asamblea con participación de representantes de todas las parroquias y de sus pastores, con el arzobispo Rueda Aparicio a la cabeza, y en ella se marcaron las líneas de la misión evangelizadora para los próximos años.
Fue un evento con una enorme participación y que deja una sensación muy reconfortante acerca de la mentalidad que hoy hay en la mayoría de los pastores de la Arquidiócesis y de la actitud tan participativa que se percibe en un número creciente de fieles laicos. El marco de esta magnífica asamblea fue la Catedral de la Arquidiócesis, teniendo en cuenta que está cumpliendo 200 años de haber sido construida.
El trabajo recogido en la asamblea arquidiocesana, preparada y dirigida magistralmente por el obispo auxiliar Germán Medina Acosta y los vicarios Ricardo Pulido Aguilar y Daniel Delgado Guana, es un paso más que se suma al esfuerzo de reflexión que se llevó a cabo en los tres últimos gobiernos episcopales de Bogotá, en cabeza de los cardenales Mario Revollo Bravo, Pedro Rubiano Sáenz y Rubén Salazar Gómez. Es bueno resaltar este espíritu de reflexión permanente, de análisis de la realidad, de escucha de todos los sectores de la Arquidiócesis y de un propósito definido de responder a los retos que plantea la ciudad-región.
En estos largos años de paciente reflexión se ha ido acumulando una mayor claridad sobre una realidad que hay que asumir con entereza y decisión: la cristiandad se terminó también en Bogotá y se hace necesario todos los días pensar y repensar los mejores modos de transmitir la fe en los tiempos que se van presentando.
Ahora viene la labor más concreta y que no consiste en nada diferente a la intensificación en todo sentido de la tarea evangelizadora en la Arquidiócesis de Bogotá. El papa Francisco ha sido el primero en afirmar que el Sínodo no es para producir más documentos. Se trata de hacer crecer el sentido de Iglesia en todos los bautizados para que todos participen de la misión de anunciar el Evangelio al mundo entero. Esta tarea tiene un reto gigantesco en la evangelización de niños, adolescentes y jóvenes, la cual se hacía tradicionalmente en el ámbito escolar, pero esto ha desaparecido casi que por completo. Hay que ir en busca de ellos con un anuncio alegre, atractivo, constante, cautivador.
A manera de conclusión provisional, se podría afirmar que en adelante el reto es generar un nuevo y más fuerte ímpetu misionero en todas las instancias de la Arquidiócesis de Bogotá. El clero tendría que ser el primero en dar nuevos pasos en su tarea propia y en una actitud cada vez más abierta y acogedora ante los laicos para que ellos puedan contribuir efectivamente a la misión. Y la familia católica tiene que asumir cada vez con mayor responsabilidad la evangelización de sus propios miembros. En general, todas las instituciones católicas presentes en la ciudad deben renovar su identidad cristiana para que allí también las personas encuentren a Jesucristo vivo y cercano.
Todo parece indicar que la evangelización requerirá en adelante una gran creatividad, pues los habitantes de la ciudad son escasos de tiempo y además están siendo atraídos todos los días por muchísimos mensajes de toda índole que le pueden quitar espacio al Evangelio. Hora, pues, de que todo católico en Bogotá se ponga las sandalias y, como Jesús, salga al paso de todo viandante para anunciarle la Buena Nueva de la salvación.
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