Evangelización en y postpandemia
¿Llegó la hora de que la arquidiócesis de Bogotá tenga un potente centro de comunicaciones dedicados esencialmente a la evangelización? ¿Llegó la hora de que la…
La Iglesia existe para evangelizar. Y lo debe hacer con pandemia o sin ella, en cuarentena o sin ella. En tiempos de paz y en tiempos de guerra. Cuando todo es posible y cuando nada parece posible. O sea que no hay excusa que pueda detener la misión de la Iglesia. Sin embargo, siempre cabe preguntarse cómo hacerlo en cada situación, en cada época, con los recursos disponibles. Es a lo que nos vemos abocados en todos los niveles eclesiales actualmente y también en la arquidiócesis de Bogotá. Y parece urgente que se inicie un proceso de reflexión para trazar caminos, criterios, sugerencias concretas, que orienten a todos los evangelizadores en su tarea. Hasta ahora no ha faltado la creatividad ni el espíritu misionero. Pero son acciones puntuales aquí y allá. Vale la pena aunar ideas, proyectos, acciones, para lograr mantener viva la dimensión misionera de la Iglesia, de la arquidiócesis de Bogotá.
Por ahora, y como respuesta creativa e inmediata, los medios digitales han sido la gran herramienta para seguir predicando la Palabra de Dios, para comunicar la fuerza de la celebración eucarística, para visibilizar la oración. Incluso lo han sido para promover la caridad y la solidaridad con los más necesitados. Quizás una primera reflexión tendría que centrarse en buscar la manera en que toda esta actividad digital evangelizadora obtenga los mejores frutos. ¿Llegó la hora de que la arquidiócesis de Bogotá tenga un potente centro de comunicaciones dedicados esencialmente a la evangelización? ¿Llegó la hora de que la Arquidiócesis tenga su propio canal de televisión? ¿Llegó la hora de que la Arquidiócesis tenga una potente emisora radial? ¿Llegó la hora de que la Arquidiócesis establezca un trabajo muy bien pensado en las redes sociales? Se requiere profundizar bien y pronto estos temas.
Pero, como ya lo ha señalado el primado Rueda Aparicio, la Iglesia es encuentro, congregación, fraternidad. ¿Se puede hacer algo de esto desde ahora mismo o será necesario esperar la apertura de los templos? Quizás ha llegado la hora de que los evangelizadores abandonen su dependencia de lugares concretos y emprendan la visita, sobre todo a las familias para orar con ellas, celebrarles la eucaristía, administrar bautismos y reconciliaciones, acompañar a los enfermos en su fragilidad. Visitas para leer en familia la Palabra de Dios. Salir de los edificios sagrados para llevar alimento a los indigentes, a los migrantes y desplazados y quizás orar con ellos también. Esto seguramente es posible en alguna medida, aunque requerirá de espíritus libres y normas flexibles para que los cánones no se conviertan en impedimento para los misioneros apasionados por evangelizar. Con toda seguridad la visita de un evangelizador a las familias gozará de gran acogida y no irá en contra de ninguna norma de prevención propia de la pandemia. Callejear la fe, ha dicho el papa Francisco.
Pero, confiando en Dios, la pandemia pasará y la cuarenta terminará. Entonces, ¿simplemente volver a lo del pasado? Gran error. Muchas cosas pre-pandemia, pre-confinamiento, eran valiosas y se deben conservar. Otras ya anunciaban caducidad. La reflexión por la que abogamos debe empezar a diseñar cuáles serán los nuevos modos de evangelización. Es una ocasión de oro para la arquidiócesis de Bogotá, empeñada en un nuevo ritmo misionero. Y debe ser también oportunidad para repensar la destinación de los recursos de la Iglesia local de manera que puedan apoyar este nuevo modo de cumplir el mandato de anunciar y bautizar. Quizás la construcción de edificios y templos deba entrar en una etapa de espera, para poner todo al servicio de ese nuevo modo -aunque en realidad es el más antiguo de la Iglesia- que consiste en dar todos los medios para que los evangelizadores estén pregonando la buena nueva en las calles, las casas, los apartamentos, etc. Proponemos, entonces, una pronta reflexión para ir dándole cuerpo a una nueva era de evangelización que marcará el futuro de la Iglesia en Bogotá y seguramente en muchos lugares más.
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