Esperanza para los venezolanos en Colombia
“El compromiso de aquellos que colaboran con los migrantes, a todos les agradezco por lo que hacen por los migrantes. Hoy en particular me asocio a los obispos de Colombia en el expresar reconocimiento por la decisión de las autoridades colombianas de implementar el Estatuto de Protección Temporal para los migrantes venezolanos presentes en el país favoreciendo la acogida, la protección y la integración. Y esto no lo hace un país riquísimo, súper desarrollado, no, lo hace un país con tantos problemas de desarrollo, de pobreza, de paz y casi 70 años de guerrilla, pero con estos problemas ha tenido el coraje de mirar aquellos migrantes y hacer este estatuto. Gracias a Colombia. Gracias”. Son las palabras del papa Francisco pronunciadas el domingo 14 de febrero en claro apoyo y reconocimiento a la decisión del gobierno colombiano de crear un Estatuto de Protección Temporal para regularizar a miles de venezolanos que deambulan por Colombia sin tener un estatus que les permita desarrollar su nueva vida con seguridad y esperanza.
Que el mismo Santo Padre haya dicho lo anterior es mucho más que una simple cortesía. Significa que el paso dado por el gobierno de Colombia para acoger adecuadamente a los ciudadanos venezolanos que han llegado al país huyendo del desastre de su patria, es un acierto grande. Nadie sensato puede desconocer que la masiva presencia de estos migrantes en Colombia requería una acción de esta naturaleza. No solo es un acto humanitario de justicia, sino también una decisión que armoniza la situación de despojo de esta población y el ordenamiento jurídico de Colombia. Es grande el alivio que los migrantes sienten en cualquier país cuando se les otorga un estatus que los hace visibles, sujetos de derechos y también responsables de deberes. Los integra a la sociedad, les acerca los servicios más elementales y necesarios que requiere cualquier persona y les genera seguridad para asentarse definitivamente y realizar nuevos proyectos de vida a nivel personal, familiar y económico.
Bien vale la pena que todas las personas e instituciones que tienen contacto con los migrantes venezolanos presentes en Colombia, apoyen la decisión del Gobierno Nacional. No solo conceptualmente, sino uniendo esfuerzos para responder lo mejor y más rápidamente posible a tantas necesidades de esa inmensa población. Está claro que estas personas requieren los bienes básicos como vivienda, salud, educación y trabajo. Y solo se les pueden ofrecer si están plenamente identificados, situados, descritos en sus componentes familiares, en habilidades laborales y profesionales y también en sus propias limitaciones. No será un trabajo fácil, pero si se asume bien, será una herramienta fundamental para toda la sociedad colombiana en esta noble y retadora tarea de dar cabida a quienes son seres humanos merecedores del trato digno y respetuoso que a todos se debe dar.
Esta semilla de esperanza que el gobierno colombiano siembra para los hermanos llegados de Venezuela, requerirá también de la actitud generosa de toda la población colombiana. Bien acogidos y bien entendida su situación, que es dramática y profundamente injusta, no debería prestarse para ningún tipo de discriminación o cosa que se le parezca. A los extranjeros siempre les ha llamado la atención la calidez de la gente de Colombia. Esta es una nueva oportunidad a la vez que un reto para demostrar con actitudes y hechos concretos que Colombia, no obstante sus mil problemas, sigue dando cabida a quienes vean en ella una tierra de esperanza y deseen progresar en el marco del respeto a la ley y a las personas. La Iglesia católica, la arquidiócesis de Bogotá, han demostrado desde el inicio del éxodo venezolano su claro y concreto interés por mejorar la suerte de los migrantes. En este momento renuevan su compromiso de seguir absolutamente cerca de ellos y confiadas en que con este Estatuto se pueden dar pasos más importantes para crear nuevas y mejores situaciones de bienestar a quienes han sido expulsados de su tierra sin misericordia ni piedad alguna. Que Colombia sea una verdadera tierra de promisión para quienes han llegado a ella, cualquiera sea el motivo.
Fuente Disminuir
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