Esta expresión suele usarse en Colombia con un tono de ironía, quizás para afirmar que aquí pasa lo que no sucede en ninguna otra parte del mundo, en todos los aspectos de la vida. Como quien dice, en Colombia todo es posible. ¿Menos la paz? Y lo curioso es que la nación hizo un voto al Corazón de Jesús para que se diera el fin de la guerra de los mil días al iniciar el siglo pasado. Y la guerra terminó. (Así como el Cardenal Salazar subió al cerro de Monserrate al inicio de la pandemia del COVID-19 para pedir al Señor Caído que nos liberara de ese mal y así fue). Pero como dice el episodio del evangelio de Emaús, a veces hemos sido duros para creer lo que Dios ha prometido.
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús no es una creación dulzarrona de cierta piedad católica. Es un acto de profunda fe en el amor de Dios manifestado en Jesucristo. Es la afirmación que sale del alma creyente para decirle al mundo que ese amor infinito es capaz de todo el bien que necesitan los seres humanos. Incluye la paz y es cosa que nadie negaría estando en sus cabales.
Por eso la celebración de la solemnidad este año, el día 16 de junio, tiene mucha importancia. Cada bautizado está llamado a celebrar en oración y en eucaristía esta hermosa fiesta para pedir hasta el cansancio la paz para la nación colombiana. El Evangelio enseña que todo lo que se pide con fe se obtiene, y así es.
Tan importante es la paz que sería una locura dejarla solo en manos de los políticos o de unas instituciones o de unas personas en particular. Poner a Dios por delante, con la fuerza de su amor, es un paso en el sentido correcto.
Esto no quita el deber ineludible de hacer todos los esfuerzos habidos y por haber para que los enemigos se sienten a conversar, a hacer propuestas, a construir consensos y a dejar de pensar que en Colombia las armas han solucionado algo. Y es un esfuerzo que debe realizarse en el marco estricto de la Constitución y la Ley para que todos entren allí. No se trata de cambiar ni la una ni la otra para que el país se adapte a las exigencias de los maleantes. Y como el proceso es tan complejo, teniendo el país tantos delincuentes en armas, exige paciencia, prudencia sin límites, comprobación de cada compromiso adquirido, antes de hacer otros. Y la sociedad entera debe cerrar filas para que el delincuente que ha sido readmitido en su seno sea el ciudadano más ejemplar pues los procesos de paz finalmente le han evitado morir violentamente.
Desde la Iglesia la mediación es un servicio que muchas veces es incomprendido, pero gracias a su tarea silenciosa se han salvado muchas vidas, se han liberado innumerables secuestrados, se han salvado poblaciones enteras.
Pero la Iglesia es sobre todo fuerza espiritual y por eso no puede omitir el deber de orar sin cesar al Padre de todas las misericordias para implorar el don de la paz a la nación. No importa si muchas personas han perdido la fe y ya no creen en nada y han terminado por amar la guerra como solución final. La fe de unos pocos ha sido suficiente para obrar milagros increíbles en la convulsionada historia de la humanidad.
Por esto mismo invitamos a acogernos todos al Sagrado Corazón de Jesús, el más amoroso que jamás haya existido, en la seguridad de que en Él sí es posible confiar.
Fuente Disminuir
Fuente