El apostolado de monseñor Alirio López
La cantidad de notas periodísticas realizadas por el deceso de monseñor Alirio López, las múltiples manifestaciones de aprecio de la gente de Bogotá y, si se quiere, el enorme número de personas que se unió a la transmisión de sus exequias, nos hacen pensar que esta vida sacerdotal merece una reflexión aparte, de reconocimiento y de interrogantes para el clero.
Se podría comenzar por señalar que este sacerdote de la Arquidiócesis de Bogotá logró cerrar una brecha que ya señalaba el Sínodo del arzobispo Revollo Bravo y que era la vida paralela entre la ciudad y la Iglesia. Una brecha que, desde hace algunas décadas, tiende a ensancharse. Pues el reconocimiento de la labor de monseñor López, desde ámbitos diferentes al puramente eclesial, es la mejor prueba de que logró llevar el Evangelio a la ciudad, en sus diferentes escenarios.
La autenticidad y la valentía de monseñor López le permitieron hacer presencia en los medios de comunicación por largo tiempo. Lo situaron en ambientes realmente necesitados de cuidado pastoral como los jóvenes que buscaban identidad, a través de las barras bravas del fútbol o de las pandillas juveniles. Incluso, este animoso padre, llegó a actuar para la televisión en su deseo de ser agente cercano de los jóvenes.
Auténtico y valiente. Lo primero porque así era él y no ocultó un don especial para hacerse joven entre los jóvenes, comunicador entre los comunicadores, actor entre los actores. Y valiente porque el clero es un estamento bastante conservador en sus usos y costumbres y suele tratar con cierta dureza a quienes rompen los moldes. No obstante, monseñor Alirio los rompió y, hoy, es casi unánime el reconocimiento a su audacia pastoral.
Su vida no deja de suscitar varias preguntas para los evangelizadores de la ciudad, especialmente entre los sacerdotes. Sin dejar de ser un párroco muy dedicado, monseñor Alirio López desempeñó un papel cívico notable en cada servicio asignado por el obispo. A este propósito, cabe preguntarse si el clero de Bogotá hoy en día no es “demasiado parroquial” y si no se ha desentendido de involucrarse más en el duro transcurrir de la ciudad, en la vida pesada que llevan sus habitantes, especialmente ahora que la ciudad carece de un gobierno claro y favorable a las mayorías.
Surge la inquietud respecto de si a los sacerdotes, y aún a los vicarios y obispos, un cierto estilo de vida eclesiástica los ha ido burocratizando un poco y les ha quitado el gusto por la calle, la gente, los pobres… por la Iglesia en salida, tan querida para el papa Francisco.
Y hay más preguntas sobre el deseo de los evangelizadores por correr el riesgo de entrar en ambientes aparentemente alejados de la dimensión espiritual. ¿O es que alguien vislumbraba esto en las barras bravas, en las pandillas juveniles, en jóvenes armados? Pues el padre Alirio vio allí, sobre todo, necesidad de lo espiritual y corrió el riesgo. Cabe la pregunta: ¿el clero de Bogotá está corriendo algún riesgo pastoral o está más bien atrincherado en sus seguridades de siempre? Vale la pena pensarlo con detenimiento.
Tampoco es menor la pregunta que surge respecto al apoyo que encontró monseñor López en ámbitos no eclesiales y a veces la resistencia en el propio entorno sacerdotal. Por alguna razón o prejuicio parte del clero piensa que otros ambientes no acogen a la Iglesia, pero la verdad es que en la mayoría hay acogida, apoyo, llamada, oportunidad de ejercer la pastoral. ¿Por qué esta actitud, por lo menos tímida, del clero actualmente? ¿No se están perdiendo oportunidades valiosas?
Como quiera que sea, la vida sacerdotal de monseñor Alirio López no pasó desapercibida en la ciudad de Bogotá ni en la Arquidiócesis. Dejó una huella sobre la cual vale la pena volver, agradecer, reflexionar y aprender.
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