Concluyó el sábado pasado la Asamblea de la Arquidiócesis de Bogotá, que tuvo varios días de desarrollo, tanto en forma virtual como presencial. De entrada, se pudo percibir una muy buena respuesta de los convocados desde las diversas dimensiones de la misión: el desarrollo humano, la vida religiosa y la vida parroquial. Como lo hemos dicho en estas líneas varias veces, se puede ver una iglesia local muy viva y con muchísimas personas en la misión evangelizadora y en los diversos lugares y ámbitos. De igual manera, el sacerdote invitado a dirigir la reflexión, el padre Santiago Guijarro, español y catedrático de la Universidad de Salamanca, logró aportar elementos de trabajo muy valiosos para este momento concreto de la evangelización en las Arquidiócesis de Bogotá.
El padre Guijarro hizo un planteamiento muy interesante: volver la mirada a los primeros momentos de la evangelización, es decir, aquellos en los que los apóstoles y las dos siguientes generaciones, se dieron a la tarea de anunciar la Buena Nueva. Entre otros aspectos, destaco algunos:
En primer lugar, la ayuda social, es decir, el claro interés por los pobres, que marcó a los primeros misioneros cristianos. También la preocupación por los enfermos y los desvalidos. El mundo antiguo estaba poblado de una inmensa multitud de pobres y pocos se habían ocupado de forma constante de ellos. Los cristianos empiezan a darles un lugar importante en la comunidad, incluso a quienes no eran cristianos. Y a través de esta solicitud por ellos, poco a poco, muchos fueron llegando a la fe. En la misión de la Iglesia los pobres siempre deben ocupar un lugar de preeminencia. La atención de sus necesidades hace posible llegar a ellos con la caridad de Cristo y con su mensaje. Ninguna tarea hecha desde la Iglesia debe desentenderse de los pobres, pues sería una misión hecha de forma incompleta.
En segundo lugar, el padre Guijarro expuso la importancia de los caminos de la conversión a través de unas intensas relaciones interpersonales, de la predicación del mensaje y de la conformación de pequeñas comunidades. En los inicios de la fe cristiana el trabajo se hizo prácticamente al estilo uno por uno, persona por persona. Para ello fueron muy determinantes la casa, las relaciones sociales de familia y amistad, las estructuras ya existentes. Pero, además, los primeros evangelizadores supieron identificar las carencias humanas y espirituales de las antiguas sociedades y llevaron allí el mensaje de Jesús y siempre sus enseñanzas, explicadas y fundamentadas. No de otra manera se explica la paulatina acogida que fueron teniendo. Esta es una buena lección para que la evangelización no se haga nunca en forma paralela a la sociedad, sino en el seno de la misma y aprovechando sus canales de comunicación interna y lo que une a las personas.
Y, en tercer lugar, añade el padre Guijarro, la propuesta de los primeros misioneros cristianos, con dedicación y paciencia, ofreció el cristianismo como un nuevo modo de vida, un nuevo habitus. No se misionaba para que todo y todos siguieran igual que siempre. Y no fue fácil al comienzo, incluso porque hubo mezcolanzas de fe cristiana con costumbres precristianas. Poco a poco, siempre acompañando, los misioneros cristianos fueron llevando a las personas y a las comunidades a asumir una vida en la que la fe en Cristo asumió el papel central y se convirtió en el criterio último a nivel personal y comunitario. Esta es también una lección de inmensa importancia para nuestra época y la misión de la Iglesia, que tropieza con frecuencia con un ambiente cultural que se resiste a propuestas que impliquen cambios fundamentales en la vida, sobre todo cuando vienen del ámbito religioso.
Estas y otras ideas muy interesantes fueron los aportes del padre Santiago Guijarro a la comunidad arquidiocesana de Bogotá, y su primer escucha fue el arzobispo Rueda Aparicio. Fue un verdadero acierto contar con este pensador, catedrático y escritor eclesiástico, pues aportó luces para que la evangelización aprenda de su propia historia – como era en el principio- y lo haga también con un sentido muy práctico de lo que en realidad puede dar frutos … y de pasada para no perder tiempo en otros experimentos que resultan muy pobres en frutos.
Esperemos que todo este ejercicio tenga un amplio eco en quienes realizan la misión de evangelizar en la Arquidiócesis de Bogotá.
Fuente Disminuir
Fuente