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Arquidiócesis presente

10 de noviembre de 2020
Imagen:
OAC / Archivo particular
Ha sido un tiempo marcado por una ingente labor de solidaridad espiritual y material en la vida de toda la Iglesia

Ya otea en el horizonte el fin de año. ¡Y qué año! Y aparece como es natural la tarea de hacer el balance. También en la Iglesia y en la iglesia local llamada Arquidiócesis de Bogotá. No hay duda de que todo el 2020 ha tenido el amargo sabor de la pandemia de Covid 19. Y su consabida cuarentena. Pero ha sido también un tiempo marcado por una ingente labor de solidaridad espiritual y material en la vida de toda la Iglesia. Y es desde esta tarea que nos parece fructífero empezar a hacer el balance de este tiempo tan complejo. En la Iglesia el criterio mayor siempre es el de la caridad que debe sellarlo todo y motivarlo todo. Y en este sentido y con toda humildad se puede afirmar que la arquidiócesis de Bogotá ha tenido una movilización sin precedentes para estar aún más cerca de las personas más necesitadas y vulnerables.

Comencemos por decir que el primer gran esfuerzo de la Arquidiócesis, encarnada en cada una de sus parroquias y fundaciones, ha sido el de no abandonar espiritualmente a sus fieles. Y para ello el primer signo ha sido que ningún sacerdote abandonó su misión propia, según lo ha confirmado varias veces el arzobispo Rueda Aparicio. Ha sido ejemplar la actitud de los pastores permaneciendo en medio de sus comunidades, con la misma o mayor dedicación de siempre. El segundo signo es que la mayoría de parroquias dieron un gran salto al mundo digital para seguir ofreciendo la oración, la Palabra de Dios y la eucaristía a los fieles. Y también el Arzobispo, a través de numerosas intervenciones en los medios de comunicación, así como su antecesor el cardenal Salazar Gómez. Y aún en situaciones tan delicadas como la atención de los enfermos, los sacerdotes no bajaron la guardia. En todo esto se descubre una arquidiócesis que tiene supremamente clara su misión y su empeño en realizarla.

Pero si lo espiritual ha sido atendido sin descanso, la caridad no se ha quedado atrás. Ha sido realmente impresionante todo lo que esta iglesia particular ha hecho para estar cerca de los más pobres. Miles de toneladas de alimentos han llegado a las manos de la Iglesia para ser distribuidas, como en efecto ha sucedido, al mayor número de personas y familias posible. La arquidiócesis ha sabido hacer de la red de sus instituciones una verdadera plataforma de servicio a lo largo y ancho de la ciudad. Y ha alcanzado incluso para llegar con este apoyo más allá de la misma Arquidiócesis. Esta iglesia particular ha visto con mucha más claridad toda la credibilidad de la que goza para convocar, mover corazones, hacerse instrumento del bien y generar confianza entre donantes y beneficiarios. Esto se convierte en un reto inmenso hacia el futuro: una arquidiócesis que tiene tanto aprecio de la gente, tiene que moverse cada vez más como instrumento de servicio a todas las personas.

Y otro logro que no es menor ha sido el de conservar un discurso marcado por la esperanza. “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, afirmó Jesús en el Evangelio. Nunca fue más cierta esto. El año que comienza a ver su ocaso puso a prueba la virtud de la esperanza. Nadie se libró de la prueba. Y desde el Arzobispo Primado, pasando por sus auxiliares, hasta los párrocos y catequistas, religiosas y religiosos, se ha querido infundir un toque de profunda esperanza en toda la gente a partir de la Palabra de Dios. La esperanza de saber que Dios camina con su pueblo, no lo abandona, nunca lo olvida. Para un pueblo creyente como el que habita en Bogotá, una palabra de aliento y fortaleza ha sido muy importante. Lo ha sido para las familias y para las comunidades. Nada de derrotismos ni de rendirse ante la prueba. Es un pueblo santo que, guiado por sus pastores, en la fe y la esperanza, avanza en medio de la prueba.  Así, entonces, un primer bosquejo del balance del año nos permite decir, siempre con sencillez, que en Bogotá hay una Iglesia que ha estado y está presente en la vida de toda la gente, especialmente en tiempos de prueba. “La alegría nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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