Santa María … de mi corazón
Hoy se celebra la Asunción de Nuestra Señora. La Iglesia dice que Ella fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Es que Dios nos quiere salvos así, completos en nuestra…
La advocación del título no existe oficialmente. Pero hay tantas advocaciones marianas cuántos corazones le aman.
Cada cultura ha hecho su imagen de la Virgen María, muchas de ellas lejos del ser original y evangélico de María, una sencilla pero firme mujer judía sin joyas ni coronas y seguramente sin ojos azules, pero válida en las culturas antiguas y europeas; por eso la imagen de Guadalupe, con sus rasgos mestizos, su color oscuro y su pelo castaño me fascina. Es la imagen de las mujeres del pueblo de América.
Bueno, la mujer de los mil rostros, la que anida en miles de corazones, nos ha dejado un legado extraordinario: el amor a su hijo y fidelidad a su mensaje.
Por el amor y por la fe la encontramos en los pasajes del Evangelio cuando acepta dulcemente ser la madre del Salvador, sorprendida, maravillada y asustada, pero fiel, creyente, firme y llena de esperanza pronuncia el Fiat salvador.
Qué mejor mensaje para la historia, para la sociedad, contra la injusticia y a favor del pobre, ese que tanto ha amado Jesús que el Magníficat: “Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
Por amor la encontramos en Caná dando el mensaje más contundente: Hagan lo que Él diga.
¿Cómo no ser fieles marianos? ¿Cómo no creer que Ella es el camino para llegar a Jesús? ¿Cómo no ser fieles a su ejemplo de fidelidad y permanecer junto a su hijo, como Ella, firme al pie de la cruz?
Amemos a María, pero a la fiel María del Evangelio. Hoy tenemos muchas imágenes comerciales, no hay una maría más fuerte o milagrosa, no hay una imagen mejor que otra. Miremos a María como madre y discípula, acompañando el nacimiento de la Iglesia, como lo presenta el Documento de Aparecida (otra cara americana de María): “Con ella, providencialmente unida a la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4), llega a cumplimiento la esperanza de los pobres y el deseo de salvación. La Virgen de Nazaret tuvo una misión única en la historia de salvación, concibiendo, educando y acompañado a su hijo hasta su sacrificio definitivo. Desde la cruz, Jesucristo confió a sus discípulos, representados por Juan, el don de la maternidad de María, que brota directamente de la hora pascual de Cristo: “Y desde aquel momento el discípulo la recibió como suya” (Jn 19, 27). Perseverando junto a los apóstoles a la espera del Espíritu (cf. Hch 1, 13-14), cooperó con el nacimiento de la Iglesia misionera, imprimiéndole un sello mariano que la identifica hondamente. Como madre de tantos, fortalece los vínculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y ayuda a que los discípulos de Jesucristo se experimenten como una familia, la familia de Dios. En María, nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo, como asimismo con los hermanos (DA 267)”.
Imagen: Cerezo Barredo, Virgen de la liberación
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