¡La gran novedad hoy, misas de sanación y de la prosperidad!
Primero que todo, que ninguno se crea más o mejor que otro, ni más puro, ni santo que otro; en la relación con Dios los laicos, religiosos, sacerdotes, obispos buscan…
Existe una línea de filigrana entre la vivencia de la fe y venta de la fe. Cada día surgen más devociones dentro de la Iglesia, que bien dirigidas, orientan a la persona a una práctica de encuentro con Dios misericordioso y bondadoso que se apiada de la debilidad y tragedias humanas; “antes de que pidas algo, ya tu Padre celestial sabe cuáles son tus necesidades”. Un Dios que se compadece de su creatura que se ve enfrentada cada día con su propia y humana debilidad. Si una práctica religiosa marca el camino que dirige a Dios, lleva al encuentro con el Redentor, me acerca al camino de la santificación por el Espíritu Santo, ésa es una práctica que busca el encuentro filial, cara a cara con la Trinidad.
Pero, otra cosa es cuando aprovecho la fe para hacer negocio, cuando utilizo la fe para vender fe y superstición que nada tienen que ver con el misterio salvífico, con la historia de salvación, con el encuentro amoroso de Dios y el hombre.
Si se fomenta una fe supersticiosa, estamos cayendo en un abismo, en el que la espiritualidad quedará reducida a engaños, en una caricaturización de ella. Se escucha con frecuencia que la religiosidad popular no se puede abandonar y que hay que purificarla. Así debe ser. Pero, me queda una duda ¿se puede purificar la religiosidad popular cuando la he convertido en negocio? Por ejemplo entre aquellos que venden agua bendita, aceites, tierras de lugares santos, medallas exorcizadas, sal exorcizada, velas de color para cada ocasión y motivo, piedras con poderes especiales, cruces con energías sanadoras, o también quienes venden la idea de las misas de sanación ¿acaso el Señor habló de misas por categorías? Las Misas Católicas solo tienen un fin que es el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor, el encuentro con la persona de Cristo que celebramos en comunidad, prefigurando y viviendo desde ahora, la Jerusalén Celestial.
No inventemos negocios con la fe; no desorientemos, no vendamos fe; como fieles, seamos coherentes con el don recibido e inmerecido de la fe, como sacerdotes consagrados, no nos prestemos para reducir nuestras prácticas litúrgicas y celebrativas, para hacer de ellas negocio.
Toda Eucaristía, vivida como encuentro personal y comunitario, encuentro de memorial, tiene que ser sanadora, liberadora y salvadora, si se ha vivido con fe; pero existe el riesgo en algunas personas, de darle el sutil término de sanadora, para buscar “soluciones mágicas a mis necesidades”, haciéndole perder a la Eucaristía el horizonte celebrativo y salvador en la historia del hombre.
La Eucaristía es una, única y la misma que se ha venido celebrando desde la Última Cena; no hay categorías de misas, ni misitas especiales, ni misas particulares para la prosperidad; la Eucaristía es el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo; la Eucaristía que preside un sacerdote hoy, en celebración con el pueblo o sin él, es exactamente la misma que se celebró hace 500 años o hace 1.000 años, o la misma que se celebrará mañana o dentro de un mes, o dentro de una año, es exactamente, como dije en líneas atrás, el mismo momento de la Pasión Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, ¡qué misterio! y con ella nos abre todas las posibilidades de poder ver cara a cara la Divinidad; de tal manera que no inventemos misas según el pedido particular, es decir, misas de sanación, misas de la prosperidad, misas para el calmar el mal genio, misas para …
La piedad popular bien vivida y bien celebrada, sin duda alguna, nos acerca al misterio salvífico, pero, mal vivida y sin purificación, con intención de negocio, sin duda también terminará en una actividad económica rentable. No abusemos de los signos sacramentales.
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