Papa Francisco llama la atención sobre sobre fundamentalismos que alejan de la novedad del amor de Dios
Durante la Audiencia General del último miércoles del mes, continuando con la serie de catequesis en torno a la Carta de San Pablo a los Gálatas, el santo padre alertó sobre la tentación "de los nuevos fundamentalistas", que pretenden encerrar la vida cristiana en una lista de preceptos, buscando seguridades en ellos, en lugar de abrirse a la libertad y a la novedad del amor de Dios, el único que trae los dones de la paz y la alegría a la vida humana.
Ante esta realidad recordó el pedido de Pablo a los Gálatas: “volver a Dios, a lo esencial, no a las seguridades de Dios, a lo esencial, a Dios que nos da la vida en Cristo crucificado”.
“Si perdemos el hilo de la vida espiritual, si mil problemas y pensamientos nos acosan, hagamos nuestros los consejos de Pablo: pongámonos ante Cristo Crucificado, partamos de nuevo de Él. Tomemos el Crucifijo entre las manos, apretémoslo sobre el corazón. O detengámonos en adoración ante la Eucaristía, donde Jesús es el Pan partido por nosotros, el Crucificado resucitado, el poder de Dios que derrama su amor en nuestros corazones”.
El Santo Padre invitó a dar “un paso más” guiados por San Pablo e invitó a preguntarnos: “¿Qué ocurre cuando nos encontramos con Jesús Crucificado en la oración?” Sucede, respondió Francisco, “lo que ocurrió bajo la Cruz”, es decir, que “Jesús entrega el Espíritu”, o sea que “da su propia vida”. “Y el Espíritu, que brota de la Pascua de Jesús, es el principio de la vida espiritual”, puesto que es Él quien “cambia el corazón: ¡no nuestras obras, sino la acción del Espíritu Santo en nosotros! Es él quien guía a la Iglesia, y nosotros estamos llamados a obedecer su acción, que extiende dónde y cómo quiere”.
Frutos del Espíritu
Son “el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la afabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre, el dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias”.
“Puede ser un buen ejercicio espiritual leer la lista de San Pablo y mirar la propia conducta, para ver si se corresponde, si nuestra vida es realmente según el Espíritu Santo, si lleva estos frutos”, señaló.
Desde aquí, añadió, “se reconoce a una persona habitada por el Espíritu Santo… Esta enseñanza del Apóstol supone también un gran reto para nuestras comunidades. Sin embargo, no se puede captar la belleza de la fe en Jesucristo partiendo de demasiados mandamientos y de una visión moral que, desarrollándose en muchas corrientes, puede hacernos olvidar la fecundidad original del amor, alimentado de oración que da la paz y de testimonio alegre”.
“Cuántas veces nosotros mismos, los sacerdotes o los obispos, hacemos tanta burocracia para dar un sacramento, para acoger a la gente, que la gente dice: ‘no, esto no me gusta’, y se va, y no ve en nosotros, muchas veces, la fuerza del Espíritu que regenera, que nos hace nuevos a todos”, cuestionó.
Por lo tanto, concluyó: tenemos la gran responsabilidad de anunciar a Cristo crucificado y resucitado, animados por el soplo del Espíritu de amor. Porque sólo este amor tiene el poder de atraer y cambiar el corazón del hombre”.
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