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“No reduzcamos la cruz a un objeto de devoción, mucho menos a un símbolo político”

14 de septiembre de 2021
 Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo - Papa Francisco
Imagen:
vaticannews.va
Insistió el papa Francisco este 14 de septiembre, día en el que la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Cruz.

Tras referirse al pasaje evangélico en el que san Juan se sitúa al pie de la Cruz. “Contempla a Jesús, ya muerto, colgado del madero, y escribe: ‘El que lo vio da testimonio’”, el santo padre destacó la capacidad de san Juan de ver en la cruz la obra de Dios. “Reconoció en Cristo crucificado la gloria de Dios. Vio que Él, a pesar de las apariencias, no era un fracasado, sino que era Dios que voluntariamente se ofrecía por todos los hombres”.

Esta mirada, lamentablemente, no siempre es la del cristiano, la del bautizado, advirtió el pontífice al referirse al riesgo de “detenernos ante la primera mirada, superficial, de no aceptar la lógica de la cruz; de no aceptar que Dios nos salve dejando que se desate sobre sí el mal del mundo”.

“No aceptar, sino sólo con palabras, al Dios débil y crucificado, es soñar con un Dios fuerte y triunfante. Es una gran tentación”.

En ese sentido, “cuántas veces aspiramos a un cristianismo de vencedores, a un cristianismo triunfador que tenga relevancia e importancia, que reciba gloria y honor. Pero un cristianismo sin cruz es mundano y se vuelve estéril”, afirmó.

Continuando con la homilía, durante la Divina Liturgia Bizantina de San Juan Crisóstomo en Eslovaquia, agregó que “Cristo hubiera podido conservar la vida, hubiera podido mantenerse a distancia de nuestra historia más miserable y cruda. En cambio, quiso entrar dentro, ahondar en ella. Por eso eligió el camino más difícil: la cruz”.

“La cruz es como un libro que, para conocerlo, es necesario abrir y leer”

Precisó al recordar la vida de algunos santos. “Lo mismo vale para la cruz: está pintada o esculpida en cada rincón de nuestras iglesias (…) Son incontables los crucifijos: en el cuello, en casa, en el auto, en el bolsillo. Pero no sirve de nada si no nos detenemos a mirar al Crucificado y no le abrimos el corazón, si no nos dejamos sorprender por sus llagas abiertas por nosotros, si el corazón no se llena de conmoción y no lloramos delante del Dios herido de amor por nosotros”.

Finalmente, ante esta realidad pidió: “no reduzcamos la cruz a un objeto de devoción, mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia religiosa y social”.

“Tras contemplar al Crucificado, surge la necesidad de dar testimonio”.

“El testigo de la cruz no recuerda los agravios del pasado y no se lamenta del presente. El testigo de la cruz no usa los caminos del engaño y del poder mundano, no quiere imponerse a sí mismo y a los suyos, sino dar la propia vida por los demás. No busca los propios beneficios para después mostrarse devoto, esta sería una religión del doblez, no el testimonio del Dios crucificado”.

Más bien, “el testigo de la cruz persigue una sola estrategia, la del Maestro, que es el amor humilde. No espera triunfos aquí abajo, porque sabe que el amor de Cristo es fecundo en lo cotidiano y hace nuevas todas las cosas desde dentro, como semilla caída en tierra, que muere y da fruto”.

Fuente:
ACI Prensa
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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