Hace 9 años el papa Francisco tomó posesión como Obispo de Roma
El 7 de abril de 2013, hoy hace exactamente 9 años, Francisco tomó posesión de la Cátedra del obispo de Roma en una Misa celebrada en la basílica papal de San Juan de Letrán, Catedral de la Ciudad Eterna.
En su homilía, el santo padre hizo una profunda meditación sobre la parábola del Hijo Pródigo, a la que llamó “parábola del Padre misericordioso”.
A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me impresiona porque me infunde siempre una gran esperanza”, dijo ese día el pontífice.
“Piensen en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, era amado; y aun así quiere su parte de la herencia; y se va, lo gasta todo, llega al nivel más bajo, muy lejos del Padre; y cuando ha tocado fondo, siente la nostalgia del calor de la casa paterna y vuelve. ¿Y el Padre? ¿Había olvidado al Hijo? No, nunca”.
El Padre, resaltó, “está allí, lo ve desde lejos, lo estaba esperando cada día, cada momento: ha estado siempre en su corazón como hijo, incluso cuando lo había abandonado, incluso cuando había dilapidado todo el patrimonio, es decir su libertad”.
“El Padre con paciencia y amor, con esperanza y misericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto lo ve, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura de Dios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Y esta es la alegría del padre”.
“En ese abrazo al hijo está toda esta alegría: ¡Ha vuelto! Dios siempre nos espera, no se cansa”, afirmó.
En otro momento de su homilía, recordó que “en mi vida personal, he visto muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; he visto también en muchas personas la determinación de entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y he visto siempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado”.
“Queridos hermanos y hermanas, dejémonos envolver por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos”, alentó el Papa.
A la Misa, oficiada en el Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, asistieron el entonces vicario general de la Diócesis de Roma, Cardenal Agostino Vallini; el también vicario emérito y expresidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Cardenal Camillo Ruini; los obispos auxiliares, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos.
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