El Papa Francisco insta a utilizar la inteligencia artificial con ética y responsabilidad
Y afirmó que la tecnología “debe centrarse en el ser humano y estar orientada al bien”. Esta mañana, el Santo Padre recibió en el Vaticano a los participantes en el encuentro “Diálogos Minerva”, promovido por el Dicasterio para la Cultura y la Educación.
Este encuentro reúne a expertos del mundo de la tecnología, como científicos, ingenieros, empresarios, juristas y filósofos, junto a representantes de la Iglesia, funcionarios de la Curia, teólogos y moralistas, con el objetivo de promover una mayor conciencia y consideración del impacto social y cultural de las tecnologías digitales, especialmente de la inteligencia artificial.
Ante los presentes en el Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa Francisco aseguró estar convencido de que “el diálogo entre creyentes y no creyentes sobre las cuestiones fundamentales de la ética, la ciencia y el arte, y sobre la búsqueda del sentido de la vida, es un camino hacia la construcción de la paz y el desarrollo humano integral”.
Actuar de forma ética y responsable
En su discurso, el Santo Padre señaló que “tecnología es de gran ayuda para la humanidad” y que “el desarrollo de la inteligencia artificial y del aprendizaje automático tiene el potencial de aportar una contribución beneficiosa al futuro de la humanidad”.
Sin embargo, advirtió que “este potencial sólo se hará realidad si existe una voluntad coherente por parte de quienes desarrollan las tecnologías de actuar de forma ética y responsable”. Para lograrlo, destacó que la tecnología debe centrarse en el ser humano y estar orientada al bien.
En esta línea, señaló que “llegar a un acuerdo en estos ámbitos no será fácil”, ya que “el mundo actual se caracteriza por una gran pluralidad de sistemas políticos, culturas, tradiciones, concepciones filosóficas y éticas y creencias religiosas”.
“Las discusiones están cada vez más polarizadas y, a falta de confianza y de una visión compartida de lo que hace que la vida merezca la pena, los debates públicos corren el riesgo de ser polémicos e inconclusos”, subrayó.
El Papa Francisco invitó a los presentes a hacer “de la dignidad intrínseca de todo hombre y mujer el criterio clave para evaluar las tecnologías emergentes, que revelan su positividad ética en la medida en que contribuyen a manifestar esa dignidad y a aumentar su expresión, en todos los niveles de la vida humana”.
A continuación, el Santo Padre mostró su preocupación debido a que “hasta ahora las pruebas parecen sugerir que las tecnologías digitales han servido para aumentar las desigualdades en el mundo”.
“No sólo las diferencias de riqueza material, que son importantes, sino también las diferencias de acceso a la influencia política y social”, aclaró.
Por ello, el Pontífice formuló las siguientes preguntas: ¿Son nuestras instituciones nacionales e internacionales capaces de exigir responsabilidades a las empresas tecnológicas por el impacto social y cultural de sus productos? ¿Existe el riesgo de que el aumento de la desigualdad socave nuestro sentido de la solidaridad humana y social? ¿Podríamos perder nuestro sentido de destino compartido?
Para el Santo Padre, “este problema de desigualdad puede verse agravado por una falsa concepción de la meritocracia que socava la noción de dignidad humana”.
“El reconocimiento y la recompensa del mérito -explicó el Papa- y el esfuerzo humano tienen una base, pero se corre el riesgo de concebir la ventaja económica de unos pocos como ganada o merecida, mientras que la pobreza de muchos se considera, en cierto sentido, culpa suya”.
Además, precisó que “este enfoque subestima las desigualdades de partida entre las personas en términos de riqueza, oportunidades educativas y vínculos sociales, y trata el privilegio y la ventaja como logros personales”.
Según el Papa Francisco, el concepto de dignidad humana inherente “exige que reconozcamos y respetemos el hecho de que el valor fundamental de una persona no puede medirse con un conjunto de datos”.
También advirtió que en los procesos de toma de decisiones sociales y económicas, “debemos ser cautelosos a la hora de confiar juicios a algoritmos que procesan datos recogidos sobre los individuos y sus características y comportamientos pasados”.
“No podemos permitir que los algoritmos limiten o condicionen el respeto a la dignidad humana, ni que excluyan la compasión, la misericordia, el perdón y, sobre todo, la apertura a la esperanza de cambio en el individuo”, precisó.
Por último, reafirmó su convicción de que “sólo formas de diálogo verdaderamente inclusivas pueden discernir sabiamente cómo poner la inteligencia artificial y las tecnologías digitales al servicio de la familia humana”.
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