El Papa Francisco celebra su primera Misa en África ante millones de fieles
En el Aeropuerto de Ndolo, en Kinsasa (República Democrática del Congo), ante más de 1 millón de fieles. Desde primera hora de la mañana, numerosos cristianos de la República Democrática del Congo y también de países vecinos esperaron la llegada del Santo Padre al ritmo de canciones africanas y agitando banderas del país y pañuelos blancos.
El Papa Francisco subió por un ascensor hasta el escenario, el más grande construido en la historia de la República Democrática del Congo. El coro de la Misa estuvo formado por 700 personas y fue celebrada por el rito zaireño del Misal Romano, aprobado después del Concilio Vaticano II.
En este rito, impulsado por el Papa Francisco, las formas tradicionales de celebración religiosa de los congoleños, -como son los cantos, las danzas y la procesión de lanzas al inicio de la Misa-, se integran con el Rito Romano.
En su homilía, el Papa Francisco dijo que había “anhelado mucho este momento” y agradeció a los fieles por acompañarle durante esta primera celebración Eucarística. El Pontífice comentó el Evangelio donde los discípulos se alegran en la Pascua al ver al Señor (Juan 20, 20), y explicó que “ahora, terminadas las distancias entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, la paz de Jesús se da a los discípulos”.
Invitó a los presentes a ponerse en el lugar de los discípulos y dijo que el Señor “nos asombra, nos tiende la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo”.
“Los que pertenecemos a Jesús no podemos dejar que prevalezca en nosotros la tristeza, no podemos permitir que crezca la resignación y el fatalismo”, advirtió el Santo Padre.
En este sentido, pidió que “si a nuestro alrededor se respira este clima, que no sea así para nosotros. En un mundo abatido por la violencia y la guerra, los cristianos hacen como Jesús”.
Para alcanzar esta fuente de paz, el Papa propuso “tres manantiales”: el perdón, la comunidad y la misión.
El perdón
Tomando el ejemplo de Jesús al presentarse a los discípulos, el Papa Francisco explicó que “el perdón nace de las heridas”.
Para el Pontífice, el perdón “nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades”.
“Entonces las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz”, dijo el Santo Padre.
“Cuando la culpa y la tristeza nos oprimen, cuando las cosas no van bien, sabemos dónde mirar: a las llagas de Jesús, dispuesto a perdonarnos con su amor herido e infinito”, afirmó.
Además, aseguró a los presentes que “Él conoce tus heridas, conoce las heridas de tu país, de tu gente, de tu tierra. Son heridas que queman, continuamente infectadas por el odio y la violencia, mientras que la medicina de la justicia y el bálsamo de la esperanza parecen no llegar nunca”.
“Juntos, hoy creemos que con Jesús siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar, y también la fuerza para perdonarnos a nosotros mismos, a los demás y a la historia”, señaló.
A continuación el Papa animó a los fieles a no tener miedo “de quitarse el Crucifijo del cuello y de los bolsillos, de tomarlo entre las manos y llevarlo junto al corazón para compartir sus llagas con las de Jesús”.
“Cuando regresen a casa, tomen el Crucifijo que tienen y abrácenlo. Démosle a Cristo la oportunidad de sanar nuestros corazones; pongamos en Él el pasado, todos los miedos y ansiedades”.
“¿Y si escribieran en sus habitaciones, en sus ropas, fuera de sus casas, esas palabras: La paz esté con ustedes? Muéstrenlas, serán una profecía para el país, serán la bendición del Señor sobre aquellos que encuentren. La paz esté con ustedes, dejémonos perdonar por Dios y perdonémonos unos a otros”.
La comunidad
En este segundo “manantial de paz”, el Papa Francisco recordó que “no hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad”.
El Papa también dijo que “el peligro que tenemos es seguir el espíritu del mundo en lugar del espíritu de Cristo” y explicó que la mejor manera de evitarlo es “compartir con los pobres” y “abrir el corazón a los demás, en lugar de concentrarlo en los propios problemas o vanidades personales”.
“Recomencemos desde los pobres y descubriremos que todos compartimos la pobreza interior; que todos necesitamos el Espíritu de Dios para liberarnos del espíritu del mundo; que la humildad es la grandeza del cristiano y la fraternidad su verdadera riqueza”.
La misión
El Papa Francisco defendió “estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz”. Para el Santo Padre, esta misión significa “creer que los cristianos estamos llamados a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio”.
“Sí, los cristianos, enviados por Cristo, están llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo; no sólo conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de sus propios derechos, sino de los del Evangelio, que son la fraternidad, el amor y el perdón”, explicó.
“No buscadores de sus propios intereses, -añadió-, sino misioneros del amor apasionado que Dios tiene por cada ser humano.
Por último, el Papa pidió que “dejemos que estas palabras de nuestro Señor resuenen, en silencio, en nuestros corazones. Escuchémoslas dirigidas a nosotros y decidamos ser testigos de perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo”.
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