Concluida la fase continental del Sínodo, empieza preparación del Instrumentum laboris
La fase continental del Sínodo, que concluyó el 31 de marzo, «ha sido de una riqueza extraordinaria», asegura Luis Marín de San Martín, subsecretario de su Secretaría General. Ya se están constatando «frutos evidentes», declaró a Alfa y Omega desde la reunión que concluyó el pasado miércoles en el Vaticano para preparar el instrumentum laboris.
«A nivel general, ha crecido la conciencia del Bautismo como sacramento que fundamenta la vida cristiana» y, en relación con ello, de «la corresponsabilidad de todos los bautizados». Desde esta unidad básica y una llamada a la fraternidad, «se asume que hay diversidad de vocaciones, carismas y ministerios» que «no pueden anularse». Al mismo tiempo, «se aprecia mejor que la autoridad debe ejercerse siempre desde el servicio». Por otro lado, «vamos aceptando la necesidad de la escucha para hacer posible el discernimiento», y «nos hemos hecho mucho más conscientes de la urgente necesidad de evangelizar» como «tarea común» a todos los creyentes.
Estos avances se recogen una y otra vez en los documentos finales de cada continente y región. Durante la reunión en el Vaticano se elaboró una síntesis, esbozando los temas fundamentales para la asamblea del próximo octubre —habrá otra en 2024—. Además, en diálogo con varios dicasterios, se están estudiando otras cuestiones «que pueden complementar y ayudar en los trabajos sinodales», añade el subsecretario del Sínodo. «A más tardar en junio» se publicará el instrumentum laboris.
Revisión de las estructuras
El texto desarrollará algunas de las líneas comunes que se han planteado en todos los continentes. La primera es «la dimensión espiritual del proceso», que se manifiesta, por ejemplo, en que por primera vez la Asamblea del Sínodo comenzará con tres días de retiro. Además, se manifiesta una «exigencia de comunión inculturada», articulando «la unidad en la diversidad». Una petición común en todos los documentos es la llamada a revisar las estructuras sinodales y las formas de participación; incluso con reformas canónicas. Desde Oceanía, por ejemplo, piden cambiar las normas que restringen a los clérigos algunos cargos diocesanos para abrirlos a «laicos cualificados». Las iglesias de Oriente Medio, por su parte, sugieren revisar los vínculos legales y las estructuras de comunión con la Santa Sede. En general, se pide una mayor transparencia en el gobierno de las iglesias locales.
Otro tema recurrente es la necesidad de clarificar los criterios de discernimiento y toma de decisiones. Desde Europa, en concreto, piden definir «a qué nivel, desde el local al universal, se deben tomar las decisiones» sobre cada tipo de temas; una cuestión que subyace en el Camino Sinodal alemán. También se propone desde todas las regiones una mejor formación en sinodalidad para los creyentes; una mayor participación de mujeres y jóvenes, también en los órganos de toma de decisiones, y la participación de todos en la misión.
«Merece la pena abandonar las trincheras del pesimismo y abrirnos a la esperanza. A veces nos fijamos en lo negativo, en lo más polémico. Propongo tener siempre una mirada de misericordia, aportar una solución junto a las críticas y buscar el diálogo personal».
Luis Marín, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo
«No se trata de plantear temas alternativos» distintos al del Sínodo —Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión—; ni cuestiones que, «por importantes que sean, ahora están fuera de lugar», matiza Marín. Con todo, un tema recurrente en los documentos finales, y con implicaciones para la comunión y la misión, es la tensión entre «el valor de proclamar la verdad del Evangelio en su integridad», en palabras del documento europeo, y la acogida, «como prueba del amor incondicional del Padre» a los otros, desde divorciados vueltos a casar a personas LGTBI o —añadía el africano— matrimonios polígamos.
Ante las «incertidumbres, inseguridades» o miedos que generan estas preguntas, el subsecretario del Sínodo invita a «profundizar en la dimensión orante y buscar juntos lo que Dios quiere». Así, también desde Europa se proponía resistir «las tentaciones de los enfoques ideológicos» y en su lugar dar «un paso en la dirección de una mayor profundidad espiritual». «El depósito de la fe no puede ni va a cambiarse», quiere tranquilizar Marín.
«Escuchar a jóvenes y mujeres me da nueva esperanza»
Las asambleas eclesiales que se han dado en todas las regiones del planeta durante la fase continental del Sínodo han supuesto una «alegría» por su novedad. En ellas, se han visto los «frutos de compartir entre obispos, sacerdotes, laicos y laicas, religiosos, y entre diferentes iglesias locales», ha subrayado este jueves Nathalie Becquart, subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo, durante la rueda de prensa de presentación de los trabajos de la fase continental. Por ejemplo, para algunos participantes en la asamblea africana en Adís Abeba (Etiopía) era la primera vez que salían de su país.
Precisamente, esta fase pretendía «animar la creación y el fortalecimiento de los vínculos entre iglesias vecinas». Pero también, «al mismo tiempo, fomentar la relación entre la Iglesia universal y las iglesias particulares». En este sentido, a muchos participantes «les conmovió ver que Roma iba a ellos» mediante la presencia de algunos representantes de la Secretaría General del Sínodo en cada encuentro «para escuchar y simplemente estar con ellos». Así, se ha dado «una nueva forma de entenderse entre el centro» y las iglesias locales, en el espíritu de la reforma de la Curia.
De su participación en cuatro de estos encuentros, Becquart ha destacado la «bendición» de ser testigo de «la belleza de la diversidad de la Iglesia y de aprender que la diversidad puede ser también un camino a la unidad». En los encuentros, ha comprobado que el proceso sinodal es «un intercambio de dones» entre los carismas de los distintos continentes: el cuidado de la creación (Oceanía), el ecumenismo y la importancia de la liturgia (Oriente Medio) o la imagen de la Iglesia como la «familia de Dios» (África).
Pero al mismo tiempo, todos los encuentros han tenido en común «la escucha, la parresía, la libertad» con la que todos se han expresado, «la comunión y la solidaridad» y una mayor «cercanía y empoderamiento». En este sentido, ha recordado cómo un patriarca de Oriente Medio confesó que «escuchar a estos jóvenes, a estas mujeres que realmente aman a la Iglesia y comparten sus ideas realmente me da nueva energía y esperanza».
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