Pasar al contenido principal
#007300

Amo a mi mascota, pero no es mi hijo

5 de abril de 2017
Amo a mi mascota, pero no es mi hijo

El animalismo es un movimiento que aparenta la máxima ternura y cuidado por los animales, les otorga derechos, los hace respetar como seres sintientes, pero lo mismo…

Los humanos hoy en día somos seres caprichosos, extraños a nuestra misma naturaleza, preferimos tener mascotas a hijos, porque ellas son fieles, duran poco, no molestan, no discuten, hacen caso, las podemos dejar en hoteles mientras vamos de vacaciones, eso sí cuestan tanto o más que un humanito.

Nos aterramos de una corrida de toros pero no de un aborto, del duro trabajo de un caballo de carreta (zorras) pero nos parece natural que ahora este durísimo trabajo lo haga una persona, esa sí plena de deberes y casi sin ningún derecho.

“El mensaje de que los animales tienen derechos y que deben ser tratados a este respecto como si fueran seres humanos va calando en la sociedad tras años de bombardeo ideológico. Unos por sentimentalismo, pues ya no es infrecuente que las mascotas estén empezando a sustituir a los hijos y sean tratados como tales, y otros por ideología. Pero el objetivo final es “socavar los cimientos de esta civilización” a través del marxismo cultural que se esconde detrás”: Álex N. Lachhein

Quien hace esta denuncia es el naturalista Álex N. Lachhein, que lleva toda su vida con animales y dedicándose a la divulgación de la naturaleza, siguiendo los pasos del pionero en España, Félix Rodríguez de la Fuente. Pero su amor por los animales es tan firme como su lucha contra la politización de esta causa y por ello denuncia lo que él denomina lo “políticamente correcto” que impide decir ciertas cosas.

Y para ello denuncia la profunda carga ideológica y el objetivo de controlar el presupuesto público que intenta conseguir el ecologismo político y el animalismo. Y para esta causa titánica tiene como altavoz el programa Cuarto Milenio, dirigido por Iker Jiménez, otro enemigo de la corrección política.

Como colaborador del programa ha ido desmontando los principios de estas ideologías, lo que le ha granjeado grandes enemigos, motivo por el cual ha recibido numerosas amenazas.

Explicando la creciente influencia, al menos en los medios, del animalismo, Álex Lachhein explica que el principio básico es que “los animales tienen derechos”. Y puso como ejemplo a Peter Singer, filósofo utilitarista y referente del movimiento animalista, al que “tienen en un altar” pese a que “hace apología de hasta la eugenesia”. De hecho, una de sus citas más conocidas es que “no parece muy sensato aumentar el consumo futuro de recursos limitados permitiendo que aumente el número de niños con deficiencias”.

Viendo cuál es el referente del animalismo se puede entender mejor un vídeo que se hizo viral en el que una simpatizante del partido animalista PACMA criticaba que nadie le hubiera dado el pésame por la muerte de su mascota mientras sí se lo daban a la familia de Víctor Barrio, torero que murió corneado.

"Los animales no tienen derechos porque no pueden tener obligaciones"

Aclarando esta cuestión, este naturaliza explica que “los animales no tienen derechos porque no pueden tener obligaciones”. Para que esto pueda ser entendido por todos afirma que “los derechos son una cosa de la sociedad humana y creada por humanos. Tú no puedes decir a un león que no puede comerse a una cebra ni que vaya a decirle esto a sus leoncitos”.

Para seguir mostrando la incoherencia de esta ideología, Lachhein cuenta que el animalismo dice “que el animal sufre pero ellos hacen distinciones entre animales” pues “cuando el hijo de un animalista llega a casa con piojos, estos se matan”.

Las feministas radicales, representantes de este marxismo cultural, son también parte del movimiento animalista

El marxismo cultural, base de este movimiento

Como consecuencia, considera que “el discurso es anómalo y descerebrado” y avisa de que “el caballo de batalla en nuestro país para socavar nuestros cimientos es el toro de lidia. Y poco a poco van ganando terreno”.

Para Lachhein la base de todo el problema viene en cómo el “marxismo cultural” ha ido poco a poco calando en los distintos estratos de la sociedad. De hecho, relata que el ecologismo político llegó a España proveniente de la entonces República Democrática Alemana (RDA) a través de la Stasi, que “empieza a socavar los cimientos de nuestra civilización”.

La estrategia para este naturalista está clara. Los ideólogos marxistas al ver que el comunismo económico estaba fracasando en muchos países apostó entonces por “derruir los cimientos”, y desde abajo “ir imponiendo el marxismo cultural, que es sinónimo de lo políticamente correcto”.

El ecologista, un político

Y así es como surge el ecologista activista, que según Lachhein “es un político. Me refiero al ecologista profesional, activista, al que organiza manifestaciones”. Éste es, en su opinión, “un político que no tiene nada que ver con el ecólogo”, que es un personaje que “aplica la ciencia y está al margen de todo elemento político”.

“El ecologista quiere llegar al asiento político y así legislar a su favor, controlando el presupuesto”, sentencia el colaborador de Cuarto Milenio.

 

Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Noticias relacionadas