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Al cuidado de nuestra casa común

4 de junio de 2015
Al cuidado de nuestra casa común

 “Dejémonos renovar por la misericordia de Dios y hagámonos instrumentos de esta misericordia,cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra,custodiar toda la…

La sabiduría campesina ha asociado la fiesta del Corpus Christi a la Providencia Divina  que fecunda la tierra y la hace pródiga en sus frutos. Tales frutos de la tierra y del trabajo del hombre, se ponen sobre el altar del mundo para celebrar una permanente eucaristía desde donde sale el sol hasta el ocaso. Una eucaristía en la que se repite el signo de la multiplicación de los panes y los peces, cuando opera el milagro de abrir los corazones para aprender a partir y a compartir los bienes de la Creación.

Las tradicionales procesiones con sus coloridas carrozas y comparsas creativas, son una alabanza del Creador. Las primicias de las frutas y verduras, y el lenguaje de las flores, sacan a relucir una dimensión profunda de la fe cristiana, pues Dios tiene una estrecha relación con la labranza, y la tierra no tendría mayor sentido si no estuviera abonada con las semillas del Reino.

 

En este año, esa certeza del “Emmanuel”, del Dios-con-nosotros, de la Trinidad Santísima que desbordante de amor se encarnó en nuestra historia, de esa Palabra que se hizo hombre y habitó entre nosotros (Jn 1,14), se concreta en un importante acontecimiento eclesial: El Papa Francisco anuncia para mediados de junio, su encíclica “Laudato Sii” sobre el cuidado de la Creación que es nuestra casa común.

 

“Laudato Sii” que traduce, “loado seas” (“alabado seas”) son las palabras con las que San Francisco de Asís inicia el Cántico de las Creaturas, en el que el mínimo y dulce “poverello” de Asís, patrono de quienes cultivamos la ecología, expresa su admiración al Dios que inspira la fraternidad cósmica.

 

Alguna persona podría preguntarse si a la Iglesia Católica le atañe pronunciarse sobre asuntos del mundo que corresponden más al ámbito político, económico, técnico. Lo que en otro momento de la humanidad podría ser cuestionado desde presupuestos metafísicos, hoy tiene un protagonismo indiscutible. La crisis ecológica no sólo indica un deterioro de las condiciones de vida en este globo azul que llamamos “Planeta Tierra” sino revela una profunda crisis moral, derivada de la ruptura con el Creador y su proyecto de amor. Es un asunto de vida o muerte. Por tanto, existe una responsabilidad ambiental de las comunidades católicas y una valoración sagrada de la materia.

 

¡Sí! Los católicos somos “materialistas” no en el sentido de una idolatría de las cosas, sino en la claridad de un Dios que se ha revelado en la historicidad de la tierra prometida, que asumió nuestra condición humana (comió, bebió, lloró, tocó, durmió…) y permanece para siempre en la humildad del Pan de la Vida en abundancia.  

 

Nuestras comunidades campesinas sí que lo han comprendido. La hostia consagrada, la presencia Eucarística de Cristo está íntimamente relacionada con el sagrario de la Madre Tierra. Sólo que en este año, con la novedad de la encíclica podemos darle una mirada más profunda a estas tradiciones de la religiosidad popular y descubrir su inmenso aporte eco-teológico.

 

  1. 1.    LAS INTUICIONES DEL PLAN “E”

En la Arquidiócesis de Bogotá tenemos un tesoro de ese saber experiencial que liga la fe al cuidado de la tierra, pues gran parte de nuestra extensión corresponde a parroquias rurales en Usme, Sumapaz, La Calera, Choachí, Chipaque, Ubaque, Une, Fómeque, Cáqueza, Quetame, Fosca, Gutiérrez, Guayabetal. Además, pese a estar inmersos en la complejidad urbana de los SITP, las redes sociales, las grandes construcciones, etc mucho de nuestro tejido social aún se nutre con imaginarios campesinos, bien sea porque la violencia o el afán económico ha obligado al desplazamiento hacia la ciudad, o porque muchos conservamos raíces de la  vereda o el pueblito.

 

Sin embargo, un hito para destacar es que el discernimiento comunitario del Plan “E” ha arrojado la necesidad de establecer una animación arquidiocesana para promover el cuidado de la Creación. En sus 450 años, es la primera vez que la Arquidiócesis tendrá en su organigrama, una instancia específica para atender la evangelización a partir de las cuestiones ecológicas. ¡Este es un hecho histórico!

 

Casualmente, el Papa Francisco, dentro de las reformas que está impulsando en el Vaticano y en la Iglesia universal, ha propuesto la “institución de una sección del dicasterio dedicado a la ecología: a las condiciones de tutela y desarrollo del hábitat natural, humano y social” manteniendo el  espíritu de caridad, justicia y paz que atraviesa todo el Pensamiento de la Iglesia. Mejor dicho, estamos sintonizados. La acción del Espíritu Santo se hace manifiesta en detalles como éste.

 

El equipo de animación para el cuidado de la Creación se integra a otros dos equipos especialistas en el diálogo bioético y  la evangelización de la condición humana, para conformar la Coordinación de Cultura de la Vida (a cargo del P. Jesús Alberto Pinzón). Esta es una de las ocho coordinaciones que están ubicadas en el Centro Estratégico de la Dimensión Social de la Evangelización (CDSE).

 

Recordemos que en la Vicaria para la Evangelización también están el  Centro Estratégico de Comunión y Participación (CCP) y de Anuncio, Formación en la Fe y Diálogo (CAFD). Además,  el Observatorio Arquidiocesano de Evangelización (OAE) y Comisión Arquidiocesana de Evangelización (CAE). Uno de los grandes retos que tenemos es el de articularnos para trabajar en pos del ideal que nos une y nos compromete, y “responder a los retos y desafíos que plantea la evangelización en los tiempos de hoy -y en una ciudad como Bogotá- y transformar nuestra iglesia en la iglesia que Dios quiere y nuestra ciudad egión necesita”.

 

Tal vez el Papa nos esté brindando una pista para pensar el territorio de nuestra arquidiócesis como “casa común” e identificar sus interrelaciones en la ciudad- región y con las diócesis vecinas. En esta perspectiva, una de las primera tareas es establecer puentes de diálogo entre la situación ecológica y el mundo del trabajo, la salud, la cultura ciudadana, los Derechos Humanos, la gestión política, la búsqueda de la Justicia, reconciliación y Paz, las acciones solidarias, la movilidad humana y precisar cuáles son las prácticas, actitudes y conocimientos que debemos promover en cada hogar, convento, seminario, colegio, universidad, parroquia, centro carcelario, hospital, funeraria, cementerio para proteger la vida actual y de las próximas generaciones.

 

  1. 2.    LOS NUCLEOS DE LA ENCICLICA

 

A pocos días de la publicación de “Laudato Sii” podemos preguntarnos ¿Qué se puede esperar de este trascendental texto papal?  ¿Qué luces nos brindará para el proceso de Plan E?

 

Los analistas hablan de un documento que tomará una base científica para advertir sobre la gravedad del cambio climático y que plantea un diálogo de la Fe con los movimientos ambientalistas, enfatizando el carácter moral de la crisis ecológica, aportando una visión bíblica teológica al debate y  explicitando la preocupación por los pobres. Algunos de las ideas que sean relevantes y que ya el Papa ha anticipado en varias alocuciones, entrevistas y homilías, son:

 

  • Se trata de UNA ECOLOGIA INTEGRAL. “La ecología humana y la ecología ambiental caminan juntas”. No podemos separar al ser humano de los vínculos con la Madre Tierra pero tampoco diluir la dignidad humana como si fuera cualquier otro ser de la naturaleza. “Si destruimos la Creación, la Creación nos destruirá a nosotros”. Es una invitación a pensar integralmente las interrelaciones que sustentan la vida.  En este enfoque, pensar la Creación como casa común es una metáfora que contribuye a la unidad y a cultivar un pensamiento integral y holístico. En definitiva, “la tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos” (EG, 183)

 

  • Implica una denuncia de la CULTURA DEL DESCARTE: En esa visión integral de la cuestión ecológica, hay un interés por la vida de las personas que son víctimas de la “cultura del descarte”, una de las expresiones que más ha repetido el Papa en los últimos meses. “Esa es la mentalidad que genera la cultura del descarte que no respeta nada ni a nadie: Desde los animales a los seres humanos, e incluso al mismo Dios. De ahí nace la humanidad herida y continuamente dividida por tensiones y conflictos de todo tipo”. “Esta cultura del descarte nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de alimentos, cosa aún más deplorable cuando en cualquier lugar del mundo, lamentablemente, muchas personas y familias sufren hambre y malnutrición” Es decir, hay una estrecha relación entre ecología y justicia social, y una crítica al modelo que relativiza la vida, endiosa al dinero, concentra los bienes en pocas manos y condena a la muerte a millones de personas. La ecología del Papa Francisco es aquella que se preocupa por la situación de los más débiles.

 

  • Recupera EL VALOR DE LA CREACION. En consonancia con la tradición de la Iglesia, el Papa invitará al asombro por la ''obra admirable del Creador", y a descubrir en la naturaleza, esa  “gramática” que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario. De ahí que Francisco no se cansa de repetir “La naturaleza no es una propiedad de la que podamos abusar a nuestro antojo, ni mucho menos es la propiedad de unos pocos, sino un don de todos que debemos custodiar”.

 

  • Dignifica LA TAREA HUMANA: Desde el inicio de su pontificado, el Papa ha utilizado los verbos “cuidar” y “custodiar” para describir la responsabilidad de la humanidad en el Jardín de Dios. “Los seres humanos no somos meros beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas” (EG 215). En uno de sus tuits, precisaba que “la cuestión ecológica es vital para la sobrevivencia del hombre y tiene una dimensión moral que atañe a todos”. En este sentido, los imperativos planteados por sus antecesores tienen plena vigencia “Si quieres la paz, cuida la creación” (Benedicto XVI, 2010) y “Paz con Dios Creador, paz con toda la creación” (Juan Pablo II, 1990). La comprensión católica de la ecología siempre está asociada a la búsqueda de la paz basada en la justicia, la promoción humana, la no violencia, la cooperación entre los pueblos y el desarrollo.

 

  • Evoluciona DE LA CIENCIA A LA SABIDURIA: La Encíclica no profundizará en temas científicos pero si explorará los ámbitos de la ética, la moral y la espiritualidad que están a la base de la crisis. No se trata de  ingenuo paganismo o fría tecnocracia, sino de una ecología con Transcendencia, con Encarnación, con hondo sentido de Comunión.

 

El conocimiento de nuestra casa común, demanda sabiduría, reflexión colectiva y transformación personal para poder traducirse en cambios sociales. Este es un aspecto en el que la visión de ser humano que tenemos desde el Evangelio, será un aporte  fundamental. No basta con manejar muchos datos y técnicas si esto no conduce a un buen vivir, no de una élite, sino de toda la familia de Dios.

 

  • Mantiene LA ALEGRIA DEL EVANGELIO: La Encíclica seguirá enfatizando en la identidad cristiana que la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium ha resaltado. En el mismo numeral 215, el Papa plantea: “Por nuestra realidad corpórea, Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación. No dejemos que a nuestro paso queden signos de destrucción y de muerte que afecten nuestra vida y la de las futuras generaciones”.  Esta comprensión profundamente humana, se convierte en puente de diálogo con otros credos, espiritualidades y culturas con el fin de buscar soluciones a un problema común. El debate ecológico es uno de los nuevos aerópagos en los que la Iglesia puede anunciar la Buena Nueva del Reino, pero a la vez, es un pretexto para repensar nuestra fe, revisar los imaginarios sobre Dios, naturaleza, ser humano, resignificar la catequesis sobre la teología de la creación, renovar el sentido litúrgico y sacramental del compromiso ecológico, y dinamizar la acción evangelizadora.

 

No es que la ecología se convierta en otro campo de la Pastoral Social, sino que integra y cohesiona la esencia del proyecto cristiano y le da un norte a la misión eclesial en el mundo de hoy. Salir a la calle al encuentro del Señor implica una reconciliación con la Creación para acompañar a los caídos en el camino (muchos de ellos víctimas de injusticias ambientales) y ser fermento de transformación social para alcanzar “formas de vida con menos derroche y más austeras, que no sean tanto expresión de codicia cuanto de generosidad para la protección del mundo creado por Dios y el bien de su pueblo”.

 

  • Promueve REFORMAS A LA IGLESIA: Tal manera de evangelizar las relaciones consigo mismo, con los  demás, con la naturaleza y con Dios, también implica una reforma de estructuras. Ya al comienzo de este artículo se mencionó que el  grupo de Cardenales encargado de repensar la curia vaticana ha propuesto la que  una sección del nuevo dicasterio se dedique a la ecología.

 

La pregunta por el lugar que debe ocupar el cuidado de la Creación en las estructuras para la Evangelización en cada vicaría, arciprestazgo, parroquia, movimiento apostólico, colegio o universidad queda abierta a la creatividad pero lo importante ser consciente que hay tareas operativas que se derivarán de la Encíclica. Esto es “diciendo y haciendo”. Evangelizar es transformar.

 

  1. 3.    MÁS ALLÁ DE LA ENCÍCLICA

 

La misión de cuidar la Creación es planteada por el Papa desde un radical cuestionamiento al sistema económico “que tiene al centro un ídolo que se llama dinero”, y se caracteriza por la “prioridad del mercado” y por la “preeminencia de la ganancia”. En un videomensaje dirigido a los participantes en la conferencia  "Las ideas de la EXPO 2015 - Hacia la Carta de Milán", el pasado 7 de febrero de 2015, dijo:

La tierra, que es madre para todos, pide respeto y no violencia o peor aún arrogancia de patrones. Debemos entregarla a nuestros hijos mejorada, custodiada, porque ha sido un préstamo que ellos nos hicieron a nosotros. La actitud de custodiar no es un compromiso exclusivo de los cristianos, implica a todos. Confío a vosotros lo que dije durante la misa de inicio de mi ministerio como obispo de Roma: «Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos “custodios” de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, custodios del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para “custodiar”, también tenemos que cuidar de nosotros mismos [...] No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura». Custodiar la tierra no sólo con bondad, sino también con ternura.

 

Además de la Encíclica, la Iglesia viene adelantando gestiones para cuidar la vida en tres grandes áreas: la defensa de la Amazonía a través de la REPAM (Red PanAmazónica), la crítica a la minería extractivista para buscar un acuerdo ético que respete la biodiversidad y las culturas ancestrales, y la gestión política para denunciar atropellos de las corporaciones mineras ante la Comisión Internacional de Derechos Humanos.

 

  1. 4.    CUIDAR LA CREACION PARA ALABAR AL CREADOR

 

Al hacer un balance de las primicias de Francisco sobre la misión evangelizadora de la Iglesia frente a la crisis ambiental y presentar los avances en el compromiso profético de los organismos eclesiásticos y comunidades religiosas a nivel latinoamericano y caribeño, se abren muchas ventanas de esperanza y optimismo. Sin embargo, es esencial que a nivel local, continuemos con el impulso. El gran giro empieza por casa y por pequeños detalles.

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Recientemente el Papa se quejaba: “Cuando oímos que la gente se reúne para pensar cómo custodiar la Creación, podemos decir: 'Ah, no, son los verdes'. ¡No, no son los verdes! ¡Esto es cristiano! Es nuestra respuesta a la 'primera creación' de Dios. Es nuestra responsabilidad" ¡La primera respuesta al trabajo de Dios es trabajar para custodiar la Creación! Esto no es Nueva Era, ni gnosticismo, ni politeísmo. La dimensión ecológica está en el ADN del cristianismo. Muchas veces el celo a la ortodoxia enceguece e impide el profetismo ecológico. Tendríamos que espantar fantasmas y ahuyentar temores para reconciliarnos con la Creación. Volver a vernos como Adam, hijos de la Adaham (tierra roja), don de Dios.

 

En esa dinámica de alfabetización ecológica es fundamental caminar el territorio, sentirnos parte de él. ¡Cuántas de nuestras catequesis y homilías se fundamentan en la ignorancia de la “casa” en la que vivimos! Desconocemos la estructura ecológica de Bogotá y sus alrededores. No sabemos qué le pasa a los humedales, quebradas y páramos, o subestimamos los daños producidos al talar los bosques o arrancar el musgo.

 

Además de incorporar el conocimiento sobre problemas globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el consumismo, los combustibles fósiles, los megaproyectos, es definitivo, que crezcamos en una “inteligencia territorial”, es decir, en la capacidad de reconocer los ritmos de la naturaleza en el lugar donde vivimos y trabajamos, interpretar la vocación del territorio, su historia, sus potencialidades y limitaciones para adaptarnos a él, satisfacer nuestras necesidades y propender por un Buen Vivir.  Por supuesto, esta no es una tarea autónoma de la Iglesia, necesitamos articularnos con otros creyentes, instituciones del Estado, ONG, establecimientos educativos, empresas para discutir, discernir, acordar el modelo de desarrollo, que Aparecida define como “alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supera la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos” (N° 474 c)

 

A la vez tenemos que revisar nuestro estilo de vida, calcular el impacto ambiental de nuestras acciones, conocer la historia de nuestras cosas (lo que comemos y bebemos, con lo que nos vestimos, transportamos, comunicamos, aseamos, etc.), asumir consumos responsables;  reducir, reusar, reutilizar, reciclar, reflexionando en red; convirtiendo nuestras casas, en aulas ambientales, (al fin y al cabo, la Iglesia es casa y escuela de comunión, una comunión que abarca todo lo creado), reconociendo que cada hogar es un santuario de la vida.

 

En esta matriz existencial, de conocimiento del territorio, conciencia del consumo y actitud crítica frente a los megaproyectos extractivos, se puede gestar un pensamiento teológico renovador, en un discipulado misionero del Evangelio y con un horizonte de verificación de esa impronta cristiana: comunidades de fe, que viven solidariamente, practican la justicia y celebran una eucaristía permanente, transformando los frutos de la tierra y el trabajo humano, y transformándose, en una ofrenda viva y agradable a Dios Creador.

 

  1. 5.    CRECER EN GRACIA Y SABIDURIA PARA APRENDER A CONVIVIR

 

Ante el anuncio del Jubileo de la Misericordia, la expectativa por conocer, asimilar y aplicar la Encíclica, la preparación de la visita del Papa Francisco a nuestra “oikos” colombiana y el hallazgo del inmenso amor de Dios en la obra de arte que es su Creación, durante la semana ambiental dedicada a la Paz y el Buen Vivir en Bogotá (1- 7 de junio), el equipo de animación arquidiocesana ha querido brindar un “Mensaje Ecoteológico”, divulgando un mensaje cada día, sobre temas relacionados con el cuidado del territorio, el agua, los cerros, manejo de residuos, reducción de consumo, trato de mascotas y respeto a la ecología humana, apoyados en luces que el Papa Francisco ha venido brindando. Los mensajes contienen también una iluminación bíblica y una propuesta de acciones sencillas y prácticas que debemos promover como ciudadanos y creyentes, para alabar al Creador.  

La campaña comprende un boletín que se enviará a las parroquias como insumo para realizar reflexiones, actividades o diversas acciones que ayuden a asumir la responsabilidad de cada comunidad cristiano católica en el cuidado de nuestro entorno.

De esta manera podemos anunciar con nuestro testimonio !Laudato sii! !Alabado seas, Señor! Y dejarnos tocar por la  Ruah que renueva la faz de la Tierra, para invocar al Padre y estrechar la amistad con el Hijo para adquirir la sabiduría ecológica del amar sin medida, y reconocer con humildad:

Fue él quien me concedió un conocimiento verdadero de los seres, para conocer la estructura del mundo y la actividad de los elementos, el principio, el fin y el medio de los tiempos, los cambios de los solsticios y la sucesión de las estaciones, los ciclos del año y la posición de las estrellas, la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, el poder de los espíritus y los pensamientos de los hombres, las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces. Cuanto está oculto y cuanto se ve, todo lo conocí, porque el artífice de todo, la Sabiduría, me lo enseñó. (Sab 7, 17-21)

 

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[i] Alirio Cáceres Aguirre es Diácono Permanente de la Arquidiócesis de Bogotá y está iniciando su servicio como Animador Arquidiocesano para el Cuidado de la Creación. A la vez, es coordinador de la Mesa Ecoteológica Interreligiosa de Bogotá D.C. (MESETI). Está adelantando una investigación sobre la interpretación soteriológica del extractivismo en Colombia. Colabora en el equipo asesor del CELAM sobre actividades extractivas (DEJUSOL) y con la red “Iglesias y Minería”. Fue el fundador del Equipo ECOTEOLOGIA  en la Pontificia Universidad Javeriana. Además, por su formación como Ingeniero Químico y Educador, actualmente se desempeña como asesor y consultor de proyectos ambientales, ecopedagógicos y pastorales. Correo-e: alirio.caceres@diaconadobogota.com Twitter: @DiaconoOikos

 

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