Adonai

Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu brazo.
Isaías había profetizado: «Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos» (Isaías 11, 4-5). Y además, «Porque el Señor es nuestro juez, el Señor nuestro legislador, el Señor nuestro rey: él nos salvará» (Isaías 33, 22).
En el libro del Éxodo leemos: «Dijo Moisés: “Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza.”» (Éxodo 3, 3). También «El Señor dijo a Moisés: “Sube hacia mí, al monte; quédate allí y te daré las tablas de piedra, con la ley y los mandamientos que he escrito para que los enseñes.”» (Éxodo, 24, 12).
Por un profundo respeto a Dios, los judíos evitan pronunciar el nombre revelado en el Sinaí: YAHVÉ (véase Éxodo 3 13-14) de modo que cuando leen el libro sagrado al hallar este nombre, dicen Adonai, que bien podemos traducir como ‘Mi Señor’.
En la profecía de Isaías, el Salvador prometido por Dios se presenta como Pastor, como guía del pueblo; y la realización de la salvación se anuncia principalmente como la labor de juzgar. Esta labor de juzgar se la puede entender como ajustar todo según el proyecto de Dios; desde este punto de vista, juzgar implica reconstruir en su bondad original a quienes, promoviendo la injusticia, obstaculizan la realización del proyecto de Dios.
En el evangelio según San Juan, Jesús dice a Nicodemo: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve por medio de él. El que cree en él no se condena, pero el que no cree, ya está condenado, por no confesar el nombre del Hijo único de Dios. La condenación consiste en que vino la luz al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que hace el mal odia la luz y no se acerca a la luz, para que no le echen en cara sus obras. Pero el que practica la verdad se acerca a la luz, y así queda patente que sus obras las hace de acuerdo con Dios» (Juan 3, 17-21).
Resulta útil reconocer aquí una diferencia entre ‘justicia legal’ y la obra de Dios de implantar su justicia en todo el mundo. La justicia legal básicamente consiste en la adecuación a lo establecido en la ley o en los códigos; la obra de Dios tiene como fuente su amor y es esta fuente de amor la que justifica transformando, en nuestro caso, al ser humano para que en su modo de valorar las cosas, de pensar, de relacionarse con los demás, en su forma de obrar actúe de acuerdo con el proyecto de Dios.
El Mesías que esperamos, Adonai, restaura la bondad del ser humano y nos capacita para que en libertad respondamos en la obediencia de la fe a nuestra vocación.
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