Oración para todos los días
Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio.
Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Consideración del día
San José, modelo de esperanza en la prueba
En la ciudad de Nazaret y en el vientre de la Virgen que ha regresado de asistir a su prima, a quien Dios ha bendecido con un hijo, crece el Mesías, el hijo de María y de José. San José, entre sus vecinos, era conocido por su labor de artesano y carpintero; sus manos trabajaban la madera, la piedra y otros materiales para diseñar, construir y reparar arados y muebles, puertas y ventanas, y techos sostenidos con vigas unidas con palos, arcilla y adobes.
San José, habiendo celebrado el compromiso con la Virgen María, preparaba lo necesario para llevársela para su casa, aún sin conocer el misterio de la anunciación. Pero, al enterarse que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo, y al no entender lo ocurrido, decide dejarla en secreto. Y, he aquí que el ángel del Señor se le aparece en sueños y le dice: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» (Mateo I, 20-21).
San José es el hombre justo que ama a su esposa; y el justo en la Biblia se refiere a aquel que se esfuerza por llevar una vida agradable al Señor, cumpliendo sus enseñanzas y honrándolo en su actuar. Sin embargo, el justo también pasa por momentos de duda y de prueba, como le sucedió a José. Su dilema y su decisión primera de dejar a María en secreto representan las tribulaciones humanas que, en ocasiones, nos ponen contra la pared e intentan romper nuestros proyectos. Sin embargo, por la revelación del ángel, José supo comprender que la venida del Mesías los vinculaba, a su esposa y a él, en el misterio divino de la encarnación. Y es aquí donde su justicia y su virtud probada lo llevaron a aceptar el designio de Dios y a abrirse a la esperanza de convertirse en el padre adoptivo del Hijo de Dios.
San José amó, creyó y esperó. Amó a María y, por eso, no la denunció; creyó en el anuncio del ángel y, por eso, hizo lo que le mandó; y esperó porque su confianza estaba en Dios, en su esposa y en el Hijo divino que se confiaba a su cuidado.
Al igual que san José, en la familia pueden presentarse situaciones que no entendemos, que escapan de nuestras seguridades, que nos desestabilizan y nos hacen pensar en huir, dejar o condenar. Sin embargo, debemos convertir los momentos de prueba en ocasiones propicias para mantener la esperanza en Dios, pues solo en El comprenderemos el verdadero significado de los hechos y podremos decidirnos por lo que es bueno, lo que agrada a Dios, lo perfecto.
Es hora de vivir el sueño del ángel, es decir, de entender desde Dios y de apoyarnos no solo en nuestras fuerzas, sino especialmente en El, pues Dios es la esperanza que trasciende este mundo y nos abre a la providencia divina. La esperanza es la respuesta que se ofrece a los corazones cuando surge la pregunta: ¿Qué será de mí? ¿Qué debo hacer?
Enséñanos, san José, tu justicia y tu virtud, para afrontar los agobios con paciencia y rectitud.
Que, en las pruebas, seas tú, quien inspire nuestro obrar, y que un ángel nos indique la decisión a tomar.
Gozos al Niño Jesus
Dulce Jesús mío,
mi Niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven, no tardes tanto!
Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡!Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Oh, Adonai potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah! ven prontamente para rescatarnos,
y que un Niño débil muestre fuerte brazo!
¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe
tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo
Llave de David
que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa
de tus dulces labios!
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen
del Dios Soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y, en forma de Niño, da al mísero amparo!
Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!
¡Ábranse los cielos
y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo!
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean,
en tiempo cercano!
Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
¡Del débil auxilio,
del doliente amparo, consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Véante mis ojos
de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas!
¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases te dice mi llanto!
¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo.
¡Oh, dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Dios te salve, María.
Oración a san José
Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén.
Padre Nuestro.
Oración al Niño Jesus
Acuérdate, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús! que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Ti, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a Ti, ¡!oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
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