“No podemos dejar un solo día de sembrar…”

También hoy los que por vocación sembramos el Evangelio nos estamos encontrando con la crítica y los oídos sordos.  La Palabra no tiene buena acogida en todos los ambientes. Se nota desaliento y desconfianza. Así le pasó a Jesús. Para Él no fue fácil llevar adelante su misión; los judíos, los fariseos, los escribas, no eran ninguna pera en dulce.

Por eso, tenemos que aprender a sembrar como lo hizo Jesús, siendo muy realistas, como lo fue Él, y con la fe inquebrantable que lo animaba.

Para eso habló en parábolas como una forma de enseñar, producir un impacto y provocar una respuesta. Con parábolas intentaba, como Buen Pastor, animar, exhortar y fortalecer la fe de los que lo oían... Eran un mensaje de fe y de esperanza; una llamada a entender y a vivir la vida tal como Él la entendía y la vivía. Jesús lo llamada Reino de Dios.

Este Reino de Dios está presente y crece, como la buena semilla, a pesar de su aparente pequeñez y hasta de nuestra propia percepción de que poco germina…

El proyecto final de Dios no fracasará. Tenemos que seguir sembrando. No lo duden, la cosecha final será abundante. Y tenemos que repetirlo hasta el cansancio entre nosotros, en el hoy de nuestra historia patria.

Vivimos un tiempo de descristianización, de deshumanización, de rechazo de la Ley de Dios, es cierto, pero precisamente por ello no podemos dejar de sembrar como lo hizo Jesús.

No podemos dejar un solo día de sembrar gestos de caridad, de compasión, de misericordia. Y quede claro, lo que a nosotros toca no es cosechar éxitos; la siembra del Evangelio tiene, por sí, una fuerza incontenible. Su semilla hará que la sed de justicia y de paz siga creciendo entre nosotros, nos hará más humanos, transformará nuestras vidas.

Para ello es necesario que la semilla del Evangelio sea sembrada con fidelidad, en toda su verdad, sus exigencias y su esperanza.

Sembrar sin deformaciones, sin silencios cobardes. Termino con una pregunta: ¿Cómo estamos sembrando la semilla del Evangelio en el seno de nuestras comunidades cristianas? ¿Lo estamos haciendo como lo hacía Jesús?

Padre Carlos Marín G.