Los antecedentes de la carta apostólica 'Desiderio desideravi'
Han transcurrido casi seis décadas desde la clausura del Concilio Vaticano II, lo que nos llevaría a pensar que las últimas dos generaciones de cristianos han sido evangelizadas en la novedad que el Espíritu trajo a la Iglesia. Sin embargo, el cambio de mentalidad y de actuación en los grupos humanos suele darse con lentitud, y si es en el campo de la fe hay que considerar el temor de algunas personas por tener que hacer las cosas de otra manera.
En esta situación de mudanza buena parte de las innovaciones que inspiran el pastoreo del papa Francisco buscan impulsar la renovación que trae para la Iglesia el Vaticano II.
El 29 de junio pasado el papa entregó a la Iglesia la carta apostólica ‘Desiderio desideravi’ (‘Ardientemente he deseado’, palabras de Jesús en el inicio de la última cena, en el evangelio de Lucas) en la que invita a comprometernos en una formación seria y vital en el campo de la liturgia, que tenga en cuenta tres aspectos: 1. El sentido teológico de los textos con los que oramos, 2. El dinamismo ritual de las diferentes celebraciones y 3. El valor antropológico que precisa el camino de fe cristiana.
En una primera lectura reclama nuestra atención las menciones a otra carta: Traditionen custodes (Custodios de la tradición, 16 de julio de 2021), que el mismo papa dirigió a los obispos y que en la superficialidad de la gran prensa se ‘despachó’ con la idea de que Francisco cerraba la puerta que había abierto Benedicto XVI a la celebración de la liturgia según el misal y los rituales anteriores a la reforma del Vaticano II.
Cuando Pablo VI aprobó el nuevo rito de la misa (abril de 1969) en algunos católicos surgieron dudas sobre la validez y licitud de la nueva forma de celebrar la misa. Junto a la reforma litúrgica sectores conservadores estaban en contra de la apertura que promueve el Concilio en temas como la libertad religiosa y la colegialidad episcopal. En abierta rebeldía se manifestó el arzobispo Marcel Lefebvre y la Fraternidad San Pío X (sacerdotes, religiosos y laicos) que seguían celebrando los ritos tridentinos. La congregación para el Culto Divino concedió a estos fieles el indulto para celebrar la misa según el Misal Romano editado por Juan XXIII en 1962, que estaba vigente en los días del Concilio vaticano II.
Para facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas, religiosos y laicos ligados a la Fraternidad fundada por el arzobispo Lefebvre el papa Juan Pablo II creó la Comisión Ecclesia Dei (Motu proprio del 2 de junio de 1988) encargándole el cuidado pastoral de quienes continuaban celebrando la fe católica con los ritos anteriores al Vaticano II.
Continuando con este espíritu de reconciliación el papa Benedicto XVI expresó que en la Iglesia Católica la celebración de la misa se puede realizar mediante un rito ‘ordinario’, el propuesto por el misal promulgado por Pablo VI, aplicando la reforma del Vaticano II, o mediante un rito ‘extraordinario’ contenido en el Misal Romano editado en 1962 por Juan XXIII, ambos igualmente lícitos.
Argumentaba el papa Ratzinger que «no pocos fieles adhirieron y siguen adhiriéndose con mucho amor y afecto a las anteriores formas litúrgicas, que habían impregnado su cultura y su espíritu de manera tan profunda». Asimismo, pedía el papa Benedicto a los obispos y sacerdotes facilitar a los fieles que lo solicitasen la celebración de la misa, los sacramentos y la Liturgia de las Horas según el ritual tridentino e incluso llegar a erigir parroquias para estos fieles (Summorum pontificum, 6 de julio de 2007).
En este camino de acercamiento de la Santa Sede a la Fraternidad San Pío X en enero de 2009 se retiró la pena de excomunión a los cuatro obispos ordenados sin mandato pontificio por el arzobispo Lefebvre en 1988. La remisión de la excomunión originó una oleada de críticas hasta el punto que algunos llegaron a acusar abiertamente a Benedicto XVI de querer volver atrás, hasta antes del Concilio con esta muestra de indulgencia.
El levantamiento de la censura era muestra de buena voluntad para avanzar en el camino del entendimiento, pero algunos miembros de la Fraternidad mantuvieron posturas doctrinales contrarias al Vaticano II por lo que el papa trasladó a la congregación para la Doctrina de la Fe la competencia sobre la Comisión Ecclesia Dei, establecida para ocuparse de comunidades y personas simpatizantes de las formas litúrgicas anteriores al Vaticano II. Con este traslado se dio por zanjado el tema de la disciplina eclesiástica para centrar el trabajo en cuestiones doctrinales (Carta apostólica Ecclesiae unitatem, 2 de julio de 2009).
Luego de diez años de trabajo, el papa Francisco, considerando que con el acompañamiento de la Comisión Ecclesia Dei habían llegado a su propia estabilidad de número y de vida los Institutos y las comunidades religiosas que celebran en forma extraordinaria, determina suprimir la Comisión y dejar que los temas doctrinales los continúe tratando una Sección especial de la congregación para la Doctrina de la Fe (17 de enero de 2019).
En 2021, luego de una consulta amplia al episcopado el papa Francisco dirige una carta a los obispos, custodios de la tradición, en la que expresa que solo hay una forma litúrgica en la que la Iglesia reconoce la lex orandi en el rito romano: los libros litúrgicos fruto de la reforma del Vaticano II; se cierra el camino a la ‘forma extraordinaria’.
Igualmente, pide el papa a los obispos diocesanos cuidar que quienes forman parte de los grupos conformados en torno al rito tridentino no desconozcan la validez y legitimidad de la reforma litúrgica. También se cierra la posibilidad de crear nuevos grupos de estos (Carta apostólica Traditionen custodes, 16 de julio de 2021).
Finalmente, en una entrevista para la cadena de radio española ‘Cope’ (1 de septiembre de 2021), preguntado sobre la “limitación de las misas tridentinas”, el papa Francisco reveló que por recomendación del papa Benedicto se debía hacer una evaluación de la puesta en práctica del motu proprio Summorum pontificum. Efectivamente se hizo la evaluación y el resultado fue bueno.
En 2020 Francisco junto con los responsables de las congregaciones para el Culto y para la Doctrina de la Fe vieron la conveniencia de realizar otra evaluación entre todos los obispos del mundo.
Los resultados de esta consulta revelaban que «una cosa hecha para ayudar pastoralmente a quienes han vivido una experiencia anterior, se fuera transformando en ideología. O sea, una cosa pastoral a ideología».
El papa Francisco reconoce entonces la necesidad de normas claras para quienes no habían vivido esa experiencia y buscan los ritos tridentinos por moda, por mero gusto, sin saber latín y por lo tanto sin saber lo que están orando (cf. https://alfayomega.es/entrevista-completa-del-papa-francisco-en-cope-ni-se-me-paso-por-la-cabeza-renunciar/).
Esta situación de personas que no tienen muy claro qué están orando o el sentido de determinados ritos es el motivo de la petición de una formación litúrgica seria y vital.
En la carta Desiderio desideravi el papa Francisco expone el sentido teológico de la celebración en torno a tres temas amplios y fundamentales dentro de la constitución Sacrosanctum Concilium: el sentido de ‘misterio’ en el corpus paulino, la dimensión sacramental de la liturgia y el misterio de la Encarnación.
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