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LITURGIA  El programa del trabajo cuaresmal

21 de febrero de 2021
Jesus

Los sacerdotes, los religiosos y algunos laicos cada año dejan sus actividades corrientes y se ‘retiran’ durante unos días para realizar los llamados retiros o ‘ejercicios espirituales’. De manera similar, todos los discípulos de Jesús, sin tener que dejar necesariamente las actividades corrientes, somos convocados para realizar estos ejercicios espirituales una vez al año en el tiempo de la Cuaresma. La Cuaresma es el retiro espiritual de toda la Iglesia.

La oración colecta de la misa de este domingo, primero de Cuaresma, fija el objetivo de estos ejercicios de Cuaresma en estos términos: «progresar en el conocimiento del misterio de Cristo» para vivir con mayor plenitud sus riquezas inagotables; de modo que las prácticas o ejercicios religiosos de estos días –oración, penitencia y obras de caridad– nos han de servir para adherirnos a la persona de Jesucristo y su proyecto del Reino.

Para conocer mejor el misterio de Cristo también nos ayudan las lecturas de la misa que cada domingo forman un bloque temático: la primera –tomada del Antiguo Testamento– anticipa en imagen o figura la realidad que nos trae Cristo; la segunda lectura –tomada de las cartas de los apóstoles– esclarece esta relación entre el anuncio o anticipo del texto del Antiguo Testamento y la forma cómo lo anunciado en el Antiguo Testamento se cumple en el episodio del evangelio.

En la primera lectura de este domingo (Génesis 9, 8-15) escuchamos la renovación de la alianza que Dios ofrece a Noé y a la ‘nueva’ humanidad después del castigo que significó el diluvio. Si nos quedamos únicamente con el acontecimiento del diluvio, podríamos pensar en la venganza de Dios, quien, viendo el pecado del hombre llegó aarrepentirse de haberlo creado y destruye a los pecadores.

Sin embargo, después del diluvio Dios ofrece su alianza a Noé y a su descendencia prometiendo que no exterminará la vida de ningún ser viviente, incluyendo la del ser humano, y esto lo ratifica mediante una señal: «pondré mi arco en el cielo». En el tiempo en el que se escribió este relato, el arco y la flecha eran las armas del guerrero, así que ‘colgar el arco’ está expresando el inicio de un tiempo de paz. Esta promesa de Dios, rechazando la venganza, alienta nuestro trabajo cuaresmal.

La segunda lectura (1Pedro 3, 18-22) con base en la relación figura/realidad hace de puente entre el texto del Génesis y el episodio de las tentaciones. Veamos. Los versículos de la Primera carta de san Pedro nos anuncian, en primer lugar, el valor liberador para toda la humanidad que tiene la muerte de Jesucristo, así, quienes perecieron por el diluvio en tiempos de Noé, son reconciliados con Dios por el único y definitivo sacrificio de Jesús.

En segundo lugar, el texto de la Primera carta de san Pedro afirma que el arca que construyó Noé es figura del bautismo cristiano, es figura que anunció y anticipó el bautismo, aunque el bautismo que celebra la Iglesia es superior, pues en virtud de la resurrección de Jesucristo este sacramento nos hace partícipes de su victoria pascual.

El texto del evangelio de la misa (Marcos 1, 12-15) en el relato de Marcos viene inmediatamente a continuación del episodio del bautismo en el río Jordán, así que Marcos continúa la historia de Jesús refiriendo que «el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días». Esta secuencia bautismo – desierto de alguna manera inspira nuestro trabajo cuaresmal. 

En la Escritura la cifra ‘cuarenta’ aparece varias veces relacionada con el desierto, quizá el vínculo más memorable sea la travesía del pueblo de Israel tras su salida de Egipto; la liberación de la esclavitud fue el inicio, pero es en la experiencia del desierto donde los liberados adquieren identidad de pueblo, de esta forma la experiencia del desierto se convierte en la ocasión para madurar la identidad.También en el desierto apareció la tentación y algunos israelitas quisieron regresar a Egipto, donde sí había comida, pero en el desierto igualmente el pueblo experimentó la cercanía de Dios. 

De manera similar en el relato de Marcos, la identidad de Jesús revelada en el episodio del bautismo –«Tú eres mi Hijo muy querido»– es puesta a prueba en el desierto; venciendo la tentación, Jesús se acredita como Hijo de Dios. Esta secuencia bautismo – desierto ilustra nuestro trabajo cuaresmal pues durante estos cuarenta días tenemos la ocasión de madurar la fe recibida en el bautismo y con ello recabar en nuestra identidad de bautizados.

Al final de los días de Cuaresma, en la Vigilia pascual, renovaremos los compromisos del santo Bautismo «con los que en otro tiempo renunciamos a Satanás y a sus obras y prometimos servir fielmente a Dios en la santa Iglesia católica». El rito de la renovación de los compromisos del Bautismo en la noche de Pascua puede ser auténtico en la misma medida en que sea sincero nuestro trabajo cuaresmal.

 

 

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