Los privilegiados son sus más íntimos discípulos. En la montaña van a poder descubrir el camino que lleva a la gloria de la resurrección.
El resplandor de su rostro manifiesta en qué consiste la verdadera gloria, la que viene de Dios, su Padre. Los representantes de la Ley y los Profetas, Moisés y Elías, tienen el rostro apagado, conversan con Jesús. Pedro entiende muy poco de lo que está viendo. Por eso lo único que se le ocurre es hacer tres tiendas, una para Jesús, otra para Moisés yotra para Elías.
Y mientras decía esto, se oyó una voz misteriosa: *Ese que tiene el rostro transfigurado, es mi Hijo amado. Escuchadlo a El*, que es el único legislador, maestro y profeta.
Y los discípulos, como si les diera miedo escuchar solo a Jesús, y no confundirlo con nadie, se llenan de espanto y caen. Es Jesús quien de inmediato los levanta y les pide que no tengan miedo en escucharlo a El y en seguirlo.
Sin duda el Señor Jesús pensaba también en nosotros, en nuestras comunidades. Nos da miedo escuchar y seguir a Jesús. ¿Creen que estoy exagerando?
Nos impacta la vida de Jesús, sus milagros, pero no nos decidimos. Ser discípulos suyos, seguirlo, imitarlo, poner en El toda nuestra confianza, toda nuestra esperanza, escucharlo, dejarnos iluminar por su Palabra,y descubrir nuestra pequeñez y nuestra pobreza, y al tiempo, nuestra grandeza como seres amados por El, … pero el miedo nos paraliza.
Es como si no quisiéramos correr riesgos. Preferimos seguir viviendo en nuestro conformismo, en nuestra falsa tranquilidad.
*Escuchadlo*, nos pide el Padre del cielo porque Jesús es su Hijo amado.
Padre Carlos Marín G.
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