En tu nacimiento, Niño Jesús, la gloria de Dios derramó la paz

Oh, Emmanuel, tú eres “Dios con nosotros”, y tu nacimiento se hizo canto en las voces de los ángeles que, bajando de lo alto, proclamaron la Gloria del cielo y la paz en…
La noche de Navidad fue testigo del anuncio de los ángeles que a viva voz dijeron “! ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!” (Lucas 2, 14). Este viene a ser el primer canto de Navidad que declaró al mundo el nacimiento del Señor, no por boca de los hombres sino de los seres celestes.
“Este cántico establece un criterio, nos ayuda a entender de qué trata la Navidad. Contiene un término clave que, justamente en nuestro tiempo, mueve a los seres humanos como casi ningún otro: la paz. Pero el cántico de los ángeles presupone un primer elemento sin el cual no puede haber una paz duradera: la gloria de Dios. Esta es la doctrina de Belén sobre la paz: la paz entre los hombres proviene de la gloria de Dios. Quien esté interesado en los hombres y en su salvación debe preocuparse antes que nada por la gloria de Dios. Y cuando Dios no es glorificado entre los hombres, el hombre no puede permanecer en su propia “gloria”, en su honor. La Navidad tiene que ver con la paz entre los hombres justamente porque en ella se restauró la gloria de Dios entre los hombres.”
La paz que deriva de la gloria de Dios afirma el recto estado de los asuntos humanos, donde reina la confianza y la hermandad, donde no hay temor ni carencias ni insidias ni falsedad. Ese es el objetivo de la Navidad. Dios es glorificado cuando entre nosotros vivimos en concordia y solidaridad y, viviéndolas, la paz de Dios se hace presente. Hoy nosotros, los creyentes en Jesucristo, formamos el nuevo coro angelical que tiene la misión de anunciar el nacimiento del Mesías y de implantar la paz en la tierra, aquella que Dios nos confió desde la creación. Dios nos ama a todos, por eso la paz es para todos los hombres. Acogiendo al recién nacido sembraremos la paz, aprendiendo de Aquél que es y trae la paz.
La Arquidiócesis de Bogotá acoge a hombres y mujeres venidos de diversas partes del país y de otros países; con ellos llegan nuevas culturas e, incluso, nuevos modos de celebrar la fe. Nuestra Iglesia en salida es también una Iglesia que acoge con amor, con generosidad, respetando la dignidad humana y haciéndose samaritana de quienes están especialmente en situación vulnerable. Por eso, nosotros, al rezar la novena, debemos dejarnos iluminar por la gloria de Dios para que haya una paz duradera.
La paz exige ser compasivos con los otros, favorecer proyectos solidarios en bien de los otros, vencer la cultura de la indiferencia, ir más allá de ideologías y de la apariencia. Veremos la paz, entonces, si ponemos por obra la justicia y la misericordia de Dios.
Compartamos: Entonemos juntos el himno de Gloria anhelando la paz anunciada por los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
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