El Mesías esperado implantará la justicia portadora de la paz

Hijo de David, que al nacer llenaste de alegría la aldea de Belén y consolaste los corazones que aguardaban tu venida, transforma nuestras vidas para que, practicando la…
L a paz, llamada por los judíos Shalom, es tener bienestar en plenitud, por lo que no se reduce simplemente a la ausencia de violencia ni a la comodidad de los bienes temporales. La paz no se encierra en sí misma ni se reduce a una persona; ella clama por el bienestar del otro. Por eso, cuando decimos “la paz sea contigo” nos hacemos defensores de este anhelo a favor del prójimo.
La paz del Señor reclama justicia social, equidad, solidaridad, posibilidades de trabajo y de estudio, ejercicio de la libertad y de la verdad, vida de fe, respeto a las diferencias y apoyo a los más débiles. La paz no se dicta ni se firma entre dos sino que se construye en la cotidianidad de la vida, en la capacidad de amar, de perdonar, de hacer el bien y de evitar el mal. Por eso, la paz es cuestión de todos.
El niño Dios que nace en Navidad hace posible el encuentro de la paz y la justicia, pues a la primera llegamos si practicamos la segunda. En ese sentido, habrá paz cuando amemos al prójimo. Así lo hizo Jesús: pasó por el mundo haciendo el bien, y, una vez resucitado, dijo “la paz esté con ustedes”. El salmo 84 da testimonio de la paz que trae Jesús al decir: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón. La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo; el Señor dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.»
Como proclama el salmo, la Navidad es encuentro de Dios con su pueblo, con sus amigos y con quienes se convierten; es encuentro de la misericordia y la fidelidad, de la justicia y la paz. Hagamos de la Navidad la ocasión propicia para practicar el bien, para visitar al enfermo y al anciano, para obrar con justicia y rectitud, para ser prójimo del próximo. Así, haremos visible la paz del Señor.
La paz de Cristo reclama un nuevo rumbo que nos lleve por rutas frescas, que nos capacite para ver la vida con nuevos ojos, con anhelos más altos, con aspiraciones más profundas, con nuevos modos de anunciar a Jesucristo. La paz es ver y vivir la vida con el amor de Dios.
Como gesto de reconciliación y de solidaridad saludémonos con quienes están a nuestro lado y deseémonos la paz.
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