El Señor Jesús no cesa de infundir esperanza y ánimo a sus discípulos. Y lo hace con estas parábolas o comparaciones que narra San Mateo.
Jesús habla a sus discípulos y a la gente acerca del Reino que ha comenzado con su vida y con su Palabra. Esa presencia del Reino es por ahora como un germen, como una semilla, como un grano de mostaza, como la levadura introducida en la masa, pero lleva dentro una fuerza transformadorairresistible; ya está presente y crecerá.
Dios obra desde dentro de la masa, en el corazón de loshombres. De esta manera los pone a pensar en el futuro, en la situación de la Iglesia, en el trigo y en la cizaña que crecerán juntos. El Reino de Dios necesita para su realización del trabajo y de la acción de sus discípulos, de toda la Iglesia, pero una acción constante, valiente, paciente, siendo fermento de humanidad en el corazón del mundo.
Muchas veces buscamos a Dios en lo espectacular y prodigioso, cuando deberíamos hacerlo en lo pequeño e insignificante. Porque Dios está trabajando de manera permanente en el mundo, en el corazón de cada uno de nosotros. Nos sorprende la parábola de la semilla de mostaza por ser la más pequeña de todas, pero con el tiempo crece. Así es el Reino de Dios.
Jesús no vino ni viene a nosotros a imponer su poder, viene a transformar la vida desde nuestro interior de manera callada y muchas veces oculta. Dios cambia y transforma; no nos domina; nos atrae. Por eso mismo no tenemos que soñar ni imaginar cosas extraordinarias, sino estar atentos a lo pequeño, a lo de cada día. Tenemos que ser humildes, es decir, dejarnos transformar por Jesús, y que la fuerza del Evangelio transforme nuestra vida, y así ser fermento de un mundo nuevo, verdaderamente humano.
Toda la actividad de Jesús en la Galilea nada tuvo de espectacular; solo gestos de bondad, de misericordia, de compasión, de justicia. Lo mismo debemos hacer nosotros en el hoy de nuestra patria.
Padre Carlos Marin G.
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