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Agresividad pasiva: ¿qué es? y ¿qué hacer al respecto?

6 de diciembre de 2023
Agresividad pasiva: ¿qué es y qué hacer al respecto?
Imagen:
de referencia - medicoplus.com

La agresividad pasiva se expresa en frases que, si fueran puñales, perforarían al otro como un colador; en un silencio que es como un hacha suspendida en el aire, o una mirada que sopla con tal frialdad que el otro podría congelarse ante ella.

También es una aparente «mansedumbre»: fingir no oír, no ver, no saber. Quedarse fuera de las decisiones, mentir, lavarse las manos. La agresión pasiva es algo que asfixia tanto la relación como el clima emocional de toda la familia, entorno laboral o comunidad.

Para demostrar «superioridad moral»

Cuando las personas no saben cómo manejar la ira, ésta se convierte en agresión.

La agresión, a su vez, es el uso de la violencia para conseguir los propios objetivos, incluso a costa de causar dolor a los demás. La agresión abierta consiste en gritar, lanzar objetos, insultar o pegar. La segunda forma de agresión es la pasiva.

Nadie grita ni levanta la mano a nadie, pero la intención sigue siendo la misma: herir, exteriorizar, castigar, o provocar un estallido de ira y demostrar la propia «superioridad moral».

Los comportamientos que llamamos agresión pasiva son, por ejemplo, la malicia: «Para ti, incluso un vagón de dinero sería como dinero de bolsillo» y las burlas: «Tan buenas notas en la escuela, y no puedes presentarte a la oficina». También son cumplidos que en realidad tienen más la intención de quitar valor y aprecio a alguien que de expresarlo: «Enhorabuena por ese puesto, al final de tu carrera por fin harás algo con sentido». «Bonita camisa, no se te ve tanto la barriga con ella».

Este tipo de reacción también puede tomar la forma de bromas «inocentes», contadas delante de desconocidos, cuando uno no sabe cómo reaccionar o cómo defenderse, porque generalmente queremos salir bien parados en las situaciones sociales «Si mi novia se pone a gritar, con buen tiempo, se la oye hasta China».

Inducción al sentimiento de culpa

La inducción de culpa también es un ejemplo de agresión pasiva. Se trata de situaciones en las que, por ejemplo, un marido le dice a su mujer: «Yo también me sentiría tan bien si no tuviera que trabajar para nosotros», o un padre a un hijo al verle en el sofá con un smartphone: «Ojalá pudiera tumbarme y despreocuparme yo también».

Asumir el papel de víctima está pensado para que los demás se sientan mal y con remordimientos cada vez que intentan estar tranquilos y felices, porque su interlocutor no siente ni felicidad ni tranquilidad.

Sin embargo, la agresión pasiva no se limita a las palabras. También incluye acciones deliberadas que pretenden frustrar las intenciones de la otra persona o causar daño. Como no se realizan directamente, es difícil acusar a la otra persona de mala voluntad.

Algunos ejemplos

Ejemplos de este tipo de acciones son ignorar sistemáticamente las peticiones o los límites señalados; por ejemplo, entrar en la habitación de un adolescente sin llamar y decir: «se me ha olvidado», aunque el autor de las palabras no tenga problemas de memoria; utilizar la propiedad de uno de los miembros del hogar, aunque esa persona no lo desee. Otro ejemplo es sabotear acuerdos previos, como no presentarse a una reunión o hacer algo solo cuando se había acordado hacerlo juntos.

Recurren a la agresión pasiva las personas que no saben decir «me siento enfadado» y hablar de temas difíciles. El desarrollo de la agresión pasiva se ve fomentado por una cultura doméstica basada en la falta de aceptación de cualquier muestra de enfado, es decir, cuando el hecho de que un miembro de la familia se sienta enfadado.

A veces, la agresión pasiva se desencadena por la falta de un canal a través del cual puedan resolverse los problemas: cuando, por ejemplo, el marido o la mujer ignoran que hay una crisis en el matrimonio, o cuando uno de los padres no acepta que un hijo sufre depresión y se niega a participar en una terapia familiar.

Cuando no existen herramientas o espacios donde poder hablar de lo que nos molesta del otro y ser escuchados, persiste una constante sensación de impotencia. La agresión pasiva es a veces la forma de desahogarse.

¿Qué hacer en su lugar?

Aprender a hablar abiertamente de nuestros sentimientos, de forma asertiva; es decir, con confianza en nosotros mismos, pero también con respeto hacia la otra persona.

Para que esto sea posible, tenemos que responsabilizarnos de nuestra propia ira: ser capaces de nombrarla, sentirla, aceptarla, comprenderla y regularla. Llevarla a un punto en el que podamos sentirla, pero no nos haga estallar. Entonces podremos elegir una acción eficaz para ocuparnos de las necesidades que la ira señala.

Así que, para que una relación no muera de agresión pasiva tenemos que notar la ira y darle espacio. Reconocerla y hablar de ella, en lugar de fingir que no existe.

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Diez consejos para controlar tu temperamento*

Tomados de: mayoclinic.org

1. Piensa antes de hablar

Cuando estás enojado, es más fácil decir algo que luego lamentarás. Tómate unos momentos para ordenar tus pensamientos antes de decir algo. Esto también permite que las otras personas involucradas en la situación hagan lo mismo.

2. Una vez que te hayas calmado, expresa tu malestar.

Tan pronto puedas pensar con claridad, expresa tu frustración de una manera asertiva, pero sin generar confrontación. Habla de tus preocupaciones y necesidades de forma clara y directa, sin lastimar a otros ni tratar de controlarlos.

3. Haz algo de ejercicio.

La actividad física puede ayudar a reducir el estrés que puede causarte ira. Si sientes que la ira está aumentando, sal a dar una caminata vigorosa o a correr. O haz alguna actividad física que disfrutes durante algún tiempo.

4. Tómate un receso

Haz pequeñas pausas a lo largo del día, especialmente en momentos que suelen ser estresantes. Tomarse un momento de tranquilidad puede ayudar a sentirse mejor preparada/o para enfrentar lo que venga sin sentir irritación o enojo.

5. Identifica posibles soluciones

En lugar de concentrarte en lo que te enojó, esfuérzate por resolver el problema en cuestión. ¿Te enfurece que la habitación de tu hijo esté desordenada? Cierra la puerta. ¿Tu pareja llega tarde a cenar todas las noches? Programa las comidas para más tarde en la noche. O acuerda comer por tu cuenta algunas veces a la semana. Además, sé consciente de que algunas cosas están simplemente fuera de tu control. Intenta ser realista en cuanto a lo que puedes y no puedes cambiar. Recuerda que la ira no soluciona nada y solo podría empeorar todo.

6. Recurre a las declaraciones en primera persona

Criticar o echar culpas podría solamente aumentar la tensión. En cambio, usa frases en primera persona para describir el problema. Sé respetuoso y específico. Por ejemplo, di: "Me molesta que te hayas ido de la mesa sin ofrecerte a ayudar con los platos" en lugar de: "Nunca haces las tareas del hogar".

7. No guardes rencor

El perdón es una herramienta poderosa. Si permites que la ira y otros sentimientos negativos sustituyan a los positivos, quizás notes que tu propia amargura o sentido de injusticia te abruman. Perdonar a alguien que te hizo enojar puede ayudarte a aprender de la situación y a fortalecer la relación.

8. Recurre al humor para liberar la tensión.

Aligerar la situación puede ayudar a aliviar la tensión. Recurre al humor para ayudarte a enfrentar aquello que te hace enojar y, de ser posible, las expectativas poco realistas que puedas tener sobre cómo deberían salir las cosas. Evita el sarcasmo, ya que puede herir sentimientos y complicar las cosas.

9. Practica tus habilidades de relajación

Cuando te sientas enojado, pon en práctica tus habilidades de relajación. Haz ejercicios de respiraciones profundas, imagina una escena relajante o repite una palabra o frase que te tranquilice como, por ejemplo, "tómatelo con calma". También puedes escuchar música, escribir en un diario o hacer algunas posturas de yoga; lo que sea que te motive a relajarte.

10. Entérate de cuándo buscar ayuda

Aprender a controlar la ira puede ser difícil a veces. Si tu ira parece estar fuera de control, te fuerza a hacer cosas que lamentas o lastima a quienes están a tu alrededor, busca ayuda.

Fuente:
es.aleteia.org / Małgorzata Rybak
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