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Ser un buen esposo y padre, van de la mano…

17 de junio de 2016
Ser un buen esposo y padre, van de la mano…

La paternidad va de la mano con el compromiso del hombre en el hogar, con los hijos y como esposo. Sin embargo, la sociedad “moderna” nos bombardea de mensajes sobre…

Sería maravilloso usar toda esa inversión publicitaria que busca vendernos bienes superfluos y pasajeros y una felicidad de fotonovela. Entonces, es mejor que sepamos usar la libertad como se debe. Y, esto es alinear la voluntad a fines buenos, los más altos, los que Dios nos enseña. Gracias a esta nueva subcultura, tenemos superávit de personas egoístas, menos comprometidas con los demás, familias no solo rotas sino destrozadas, y una sociedad que se hunde en la pobreza y la infelicidad sin que entendamos por qué está pasando todo esto.

Las parejas se casan sin saber qué es realmente el matrimonio y lo qué implica. Esto, unido a la cultura del placer y la poca capacidad de compromiso. Cada vez hay más niños criados en hogares monoparentales, o con la ausencia total del padre, o familias donde el papá y la mamá se han vuelto a casar. Así, “los míos, los tuyos y los nuestros” se constituye en lo “normal”. Y el crecer en un hogar lleno de amor parece ser la excepción.

El rol del padre

El ser un buen padre va de la mano con el compromiso del hombre en el hogar y por lo tanto como esposoSin embargo, en la época actual, muchos creen que son excelentes padres aquellos que priorizan a sus hijos con regalos y dándoles gusto en todo o costeándoles el mejor colegio. Pero tenemos malas noticias para ellos. Ser buen padre implica no sólo darle tiempo a los chicos, cubrir sus necesidades materiales,claro esta, pero sobre todo conversar con ellos sobre sus problemas,compartir, educar, guiar, dialogar, entre otros. Implica ser una autoridad para ellos.

¿Qué es ser una autoridad? No es ser un experto en técnicas para dar órdenes y que todos hagan lo que yo quiero. Eso es autoritarismo. Nos referimos a la autoridad como cuando decimos: “El doctor Pérez es una autoridad en Neurología”. Que tus hijos te respeten y te amen porque realmente eres un ejemplo de integridad y virtudes. Y esto incluye errores y caídas. Para ser admirados e imitados por sus hijos, los padres no necesitan ser perfectos, basta con que no se conformen con el nivel alcanzado y que luchen cada día por ser un poco mejores en los diferentes aspectos de su vida.

El ejemplo de vida del papá

No necesitamos escribir un tratado para conocer la importancia vital que tiene la acción del padre en la vida de un hijo en los aspectos psicológicos y formativos de una personalidad sana y socialmente adaptada.

Sin embargo, la más importante es la influencia moral (entendida la persona como la unión de cuerpo y espíritu). ¿Cómo le enseño a un hijo que sea virtuoso si no es con el ejemplo? Y qué mejor escuela que el hogar y la familia. Nada de esto funciona si es que el marco principal de la vida no está basado en el amor.

A continuación encontraremos algunos objetivos morales que pueden convertirse en guías para la educación y vivencia en el rol de ser padre:

1. ¿Cómo le enseño a que sea justo, generoso, sincero y leal si es que no cubro las necesidades materiales y emocionales de la madre por egoísta o perezoso? ¿O si en lugar de estar con la familia, mis únicas dos horas diarias fuera de la oficina las paso en el gimnasio? ¿O si soy infiel? ¿O mentiroso? O simplemente, la abandoné porque se me acabó el amor y me conseguí otra mujer que cubría mis expectativas…hasta nuevo aviso.

2. ¿Cómo le enseño fortaleza, perseverancia, paciencia, flexibilidad, comprensión y optimismo si me corro de los problemas familiares saliendo todos los fines de semana con los amigotes y regreso con un par de cervezas de más? ¿Les enseño esos valores si vivo amenazando con el divorcio a mi esposa si es que no me deja tranquilo con “mi libertad”? ¿O si lanzo un grito y me molesto porque mi mujer se equivocó en cómo me gusta el huevo frito?

3. ¿Cómo le enseño a ser ordenado, responsable y respetuoso si es que soy incapaz de levantar una media para llevarla a la ropa sucia? Ni qué decir de apoyo en las labores domésticas y de crianza.

4. ¿Cómo le enseño humildad si soy incapaz de reconocer un error o pedir perdón a mi esposa? O perdonarla.

5.  ¿Cómo le enseño a ser una persona de fe si es que no cumplo con ningún precepto de la Iglesia?

6. ¿Cómo pretendo que llegue a ser feliz, si con mi ejemplo le estoy enseñando todo lo que NO debe hacer para alcanzar esa felicidad?

Además, a todos estos objetivos morales hay que sumarle los medios prácticos para alcanzarlos: Por ejemplo dedicar tiempo, no sirve de nada ser un ejemplo de virtudes si los que se ganan con él son sólo mis compañeros de trabajo con los que comparto todo el día y además los fines de semana.

Aprendizaje entendido como el cultivo como padres; desarrollo de aptitudes de comunicación dependiendo la edad y condición de cada uno de nuestros hijos; entre otros, requiere esfuerzo y dedicación, pero ante todo prioridades para nuestros hijos y la familia.

Así que el mensaje final sería para ambos, no sólo para el padre: “Papá, mamá, esposo y esposa, pónganse a trabajar para entender lo que es verdaderamente un matrimonio feliz y, por lo tanto, una paternidad responsable, para que JUNTOS vivan la maravillosa aventura de criar niños felices. Los padres educan con lo que dicen, pero mucho más con lo que hacen. Las palabras mueven, mientras que el ejemplo arrastra. Ya lo decía Séneca: “largo es el camino con preceptos, pero breve y eficaz con ejemplos”.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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