Padres: ¿presentes o ausentes?

Este artículo se dirige en esta ocasión a una persona que tiene gran importancia dentro de la familia, el padre. Sin embargo no es presentado a la misma altura que la…
En nuestra cultura pesa muchísimo el rol o figura materna, en comparación con la paterna. Esto tal vez sea originado por diversas circunstancias al papel cercano, incondicional, perseverante de las mujeres cuya maternidad así patentan; en tanto, que a los hombres, en la figura paterna se tiende a resaltar por la ausencia de dicha persona en los momentos de la vida, de formación del hijo o hija. Pero permítanme profundizar y explicar desde mi reflexión, lo que la palabra ausencia constituye en el rol paterno.
Como ya he mencionado hay hogares que carecen de esta figura por múltiples situaciones, desde la pérdida por muerte, hasta la voluntaria, es decir, cuando el padre huye de su responsabilidad; sin embargo, el rol de padre se relaciona con la palabra ausente, pues visto desde el tiempo que está presente en la casa es quien normalmente menos pasa, pues es el encargado de proveer el dinero y con ello, lo que se adquiere y requiere para mantener el hogar. Por mucho tiempo, éste ha sido la función principal del papá. Con el tiempo, esta labor, por situaciones económicas y de costos de vida ha venido a compartirla la mujer, con las consecuencias subyacentes en la familia.
Aun en la ausencia, nuestros padres tenían esa aura de sublimes, en especial en lo que al respeto y autoridad se refiere. Nuestra mamá nos decía unas cuantas veces la orden para realizar lo que nos solicitaba. La voz del papá en una sola ocasión bastaba para realizar lo solicitado. Aclaro no era le regla o norma, pero se veía en muchas ocasiones. El compartir con la mamá cada día, casi todo el tiempo, salvo cuando el colegio reclama tiempo del hogar, la mamá estaba con uno a cada instante. Esta relación de camadería, de cercanía, incluso de alcahuetería, nos llevaba a ser creativos para sacar de casillas en más de una ocasión a nuestra querida mamá. El papá que por el trabajo, poco tiempo compartía, lo que se interactuaba con él era un refresco para la existencia, pues se disfrutaba por la prisa de que se esfumara, pues en pocas horas, el trabajo lo devoraba nuevamente en la jornada completa y la mamá volvía a nuestro día a día.
En la actualidad hay cierta disposición de los padres, aún pocos pero en aumento, que tienden a estar más cercanos en la vida del hijo, desde el nacimiento, y lo que esto implica. Por ejemplo, el cambiar los pañales. Antes, esta acción de nuestros padres era considerado una osadía, afrenta junto a utopía.
Que interesante, que frente al rol de papá no solo se relacione con proveer dinero, sino con las palabras y acciones de afecto, compañía, diálogo, para así mirar con mayor admiración y gratitud, ya que sus consejos y su dedicación, debemos en parte de lo que somos como personas.
Para finalizar, permítanme terminar con algunos versos del poema de Juan de Dios Peza, titulado Mi Padre:
Yo tengo en el hogar un soberano
único a quien venera el alma mía;
es su corona de cabello cano,
la honra es su ley y la virtud su guía.
Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.
Me ha dicho: «A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al más ligero soplo se deshoja.
»Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia.»
Este código augusto, en mi alma pudo,
desde que lo escuché quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.
Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.
Quisiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
estos dignos de su nombre sean.
y una reflexión-poema de la madre Teresa de Calcuta, para padres y maestros:
Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.
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