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El padre en la formación del adolescente

1 de marzo de 2019
El padre en la formación del adolescente

La psicología explica de una manera amplia y profunda lo que sucede con los niños y niñas cuando entran en la etapa de la adolescencia. Los libros nos dan la visión…

En cambio, las mamás y los papás tienen la visión empírica, la realidad de la experiencia. Un día, mamá va a despertar a su “niño” que está plácidamente dormido, y se queda asombrada, y a veces incluso horrorizada, del espectáculo que presencian sus ojos. Los pies de su hijo se salen de la cama, y, además, son enormes. ¡Oh, sorpresa! Su niño ha dejado de ser niño para convertirse en hombre. Sin embargo, este proceso no se verifica de la noche a la mañana (aunque detalles de tipo físico lo hagan parecer así).

Para que el niño o la niña lleguen a ser adultos, tienen que atravesar un periodo que resulta difícil en su vida. Precisamente por esa dificultad que entraña es por lo que necesitan que los padres estén muy cerca de ellos. A veces la mamá es la primera que se da cuenta de que algo está sucediendo en la vida de su hijo o hija, tal vez porque ve que come más o que come menos, que la ropa ya no le queda... Mientras esto sucede, el papá puede permanecer ajeno al fenómeno, contentándose con asentir a todas las afirmaciones de su esposa que le relata los descubrimientos que está llevando a cabo en la persona de sus hijos.

Quizás este papá piensa, como otros muchos, que un centímetro más o menos en un pantalón o en una falda, es lo de menos, pero no es así, dentro de ese pantalón o de esa falda, hay un ser humano que necesita apoyo, ayuda y comprensión.

La adolescencia, una etapa difícil

El sentido de la adolescencia es dar paso a la madurez. Por ello, el adolescente sufre una serie de transformaciones que afectan prácticamente a todos los aspectos de su personalidad: a su vertiente biológica (cambios corporales), a su estructura intelectual, a su mundo afectivo (el adolescente se ve sometido a “inestabilidades” y “vaivenes” emocionales que se expresan en su conducta), a su imagen del mundo y al sentido de la existencia.

Todos estos cambios no pueden sino traer alteraciones en el seno de la familia, alteraciones que quizás a veces los padres no comprendemos, y nos limitamos a apartarnos de nuestros hijos para “evitar problemas”. No es justo para nuestros hijos que nos comportemos así. Es verdad, podrán decirme algunos papás, que los primeros que parecen rechazar la ayuda son los mismos hijos, pero hay que comprender que en esta etapa se produce un gran afán de independencia y libertad. El o la adolescente, quieren mayor autonomía y buscan nuevas experiencias; pierden la confianza básica en la familia, pero en realidad, esto no hace sino que se sientan extraños y angustiados en un mundo con el que no se sienten plenamente identificados.

Tras la búsqueda de la propia identidad

Todos los cambios que suceden en el interior y en el exterior del adolescente, le llevan a ser prácticamente un desconocido para sí mismo. Puesto delante de un espejo, tendría que preguntar “¿quién es él?”, y la respuesta sería “quién soy yo”.

La búsqueda de la identidad es una tarea que comienza en la adolescencia. Esta búsqueda consiste en organizar las propias habilidades, necesidades y deseos para adaptarlos a las demandas sociales. Un adolescente quiere saber quién es y qué papel desempeñará en la sociedad.

Un psicólogo famoso, E. Erikson, que dedicó mucho tiempo al estudio de los adolescentes, hablaba de un periodo de crisis, marcado por la vulnerabilidad y sensibilidad extremas, que correspondería a la crisis de identidad. Varias son las causas que originan esta crisis; entre otras, encontramos:

- La elaboración de la masculinidad o feminidad en razón del propio sexo, frente a la confusión bisexual.

- La necesidad de hacer frente a diversos papeles sociales. Un adolescente, roto el equilibrio infantil, se ve obligado a tomar decisiones respecto a la relación con su familia, buscar una profesión o abordar el amor y la sexualidad.

- El compromiso ideológico frente a la confusión de valores. La sociedad tiene sus metas y establece perspectivas de futuro y los adolescentes tienen que encontrar su compromiso ideológico.

- El adolescente tiene un status ambiguo en el conjunto social. Los adultos le exigimos la obediencia de un niño en muchos casos mientras que otras veces queremos que tenga la responsabilidad de un adulto.

Frente a esta etapa de crisis, la mejor ayuda no se la van a proporcionar al adolescente ni sus amigos, ni la escuela, ni siquiera los psicólogos, sino sus padres.

Ambos padres son responsables de la formación de sus hijos adolescentes

Tradicionalmente se ha pensado siempre que la formación de los hijos era tarea exclusiva de la madre, lo cual simplemente no es cierto, pues si bien la madre tiene un gran peso en la familia, como formadora, educadora y transmisora de valores, el padre no tiene por ello menos responsabilidad en dicha tarea. Quizás lo que nos pasa a los papás es que no tenemos tanta paciencia como las mamás, y nos desesperamos antes cuando las cosas no salen.

A pesar de esto, no podemos decir que por eso nuestros hijos nos necesiten menos que a sus madres. Nos necesitan por igual.

Tampoco podemos creer que la formación de los hijos dura mientras éstos son pequeños, pero una vez que crecen (aunque no maduren y sólo den el “estirón”), nos creemos dispensados de nuestro papel de padres, y pensamos que, a partir de ese momento, les enseñará la vida. Nada más lejos de esa realidad. Porque si bien la vida les enseña, muchas veces, la mayoría, lo hace a base de golpes, y en una dirección totalmente contraria a la que nosotros habríamos querido. Después lo único que hacemos es echarle la culpa a nuestros hijos por algo que nosotros dejamos de hacer, que fue ocuparnos de ellos.

Aportes de la figura paternal en la adolescente

Esa ocupación y preocupación por los hijos adolescentes, no va en dirección únicamente de la madre a la hija y del padre al hijo, sino que también va, y es necesario que así sea, de la madre al hijo y del padre a la hija.

Vamos a centrarnos ahora en el papel que el padre desempeña en la formación de la hija adolescente.
Si, como hemos dicho, la adolescente pasa por un periodo crítico en el que necesita de mucha ayuda y de mucha cercanía, el padre ha de ser para ella un verdadero apoyo, un padre comprensivo y consciente de lo que está pasando con su hija.

Son muchos los aportes que puede dar la figura paterna en esta relación, veamos algunos:

- El padre es, en primer lugar, un testimonio para su hija. Testimonio en la vivencia de una vida coherente que le lleva a la felicidad. Si una de las causas de la crisis de identidad es el compromiso ideológico, el padre puede testimoniarle, sin necesidad de darle sermones, que se pueden vivir los valores en medio de una sociedad que predica y vive todo lo contrario.

- Decíamos también que la adolescente debe elaborar su papel de feminidad frente a la confusión del conflicto de bisexualidad que se presenta. El padre puede contribuir, en este sentido, enseñándole el valor de ser mujer, haciéndole apreciar su feminidad sin llevarla a la excesiva coquetería. Puede ser galante con su hija, puede invitarla alguna vez a cenar o a caminar juntos. También el padre representa una forma de conocer al otro sexo. Así, puede enseñarle cómo debe de comportarse frente a los chicos, cuáles deben ser los límites de su forma de comportamiento para que éste sea adecuado, etc.

- Otra de las facetas de la adolescencia es precisamente la pérdida de la seguridad. La adolescente la busca por todas partes, y el primer lugar en el que debe de encontrarla es en el seno de su familia. El padre tiene que aprender a comunicarse con su hija, aprender a escucharla, a interesarse por sus problemas, por su situación... debe, en fin, demostrarle que es amada por sí misma, y que tiene un valor para él.

No debe el padre refugiarse tras un periódico cuando llega la hija angustiada del colegio por algún motivo.

- Ayuda por otra parte, que el padre tome en cuenta a su hija en la toma de decisiones. El hecho de preguntarle qué opina cuando se están tomando decisiones importantes en la casa, es darle su lugar como adulto dentro de la familia.

Al mismo tiempo, se pueden ir negociando los permisos, dando siempre razones cuando éstos sean denegados.

Es mucha la labor que podemos hacer con nuestras hijas adolescentes. Quizás, en el fondo sea sólo cuestión de preguntarnos más de vez en cuando “papá, ya ti, ¿qué?”... y dejar que responda el amor.

 

 

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