Monseñor Luis Manuel Alí Herrera, vicario general con mandato especial; vicario episcopal para la vida religiosa, asociaciones y movimientos laicales; director de la oficina para el Buen Trato; y secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), compartió con El Catolicismo la manera en la que avanza su servicio pastoral y evangelizador a nivel arquidiocesano y nacional.
El Catolicismo (C): Monseñor, ¿cuál es el rol del secretario general de la CEC y cómo recibió este nombramiento?
Monseñor Luis Manuel Alí Herrera (MLMA): El llamado a este servicio fue una sorpresa. Es una responsabilidad enorme, pero también es un signo de comunión con todos los obispos, pastores de cada una de sus diócesis, arquidiócesis y vicariatos apostólicos.
Desde este servicio se motiva y apoya las actividades y los proyectos que se tengan a nivel nacional, para que la Iglesia que camina en Colombia sea ese signo de unidad y de entrega, de construcción del Reino y de comunión con el sumo pontífice.
C: ¿Cómo ha sido la experiencia de compaginar las actividades de secretario general del episcopado colombiano con sus tareas de obispo auxiliar y otros servicios en la Arquidiócesis de Bogotá?
MLMA: Difícil porque he tenido que hacer el sacrificio real de dejar algunas responsabilidades que tenía en la Arquidiócesis de Bogotá, por ejemplo: Yo era el encargado del centro de comunión y participación, ya no lo soy, monseñor Daniel Delgado, con una disposición enorme, ha asumido ese trabajo y la responsabilidad tan bella de acompañar las coordinaciones de ministerios ordenados; la formación permanente; la formación de los seminaristas, la pastoral vocacional; la pastoral familiar; el diaconado permanente. Todo eso lo he tenido que dejar con una tristeza realmente enorme.
Sigo siendo obispo auxiliar de Bogotá; vicario de religiosos y de los movimientos y asociaciones de laicos. Además, soy el responsable de la oficina para el Buen Trato.
C: ¿Cuáles considera son los principales desafíos para acompañar a estos grupos a nivel pastoral?
MLMA: Sobre todo motivar y acompañar las iniciativas que tienen. Siempre lo digo y no es frase de cajón, es una realidad: Nosotros sin la vida consagrada y sin los movimientos y asociaciones laicales en la Arquidiócesis de Bogotá sencillamente no podríamos existir.
Son 286 comunidades de vida religiosa femeninas, más de 58 comunidades de vida consagrada masculinas; asociaciones y movimientos son más de 80. Ante esta fuerza tan grande, la responsabilidad que tenemos es hacer sinergia, porque fácilmente nos podemos dispersar, cada uno puede ser república independiente, iglesias paralelas.
Es necesario una integración, un camino juntos, como nos lo invita el Sínodo, esa es el mayor reto de estos centros que están unidos a la Vicaría de Evangelización.
C: ¿Cuáles considera son las claves para lograr un aprovechamiento real y buenos frutos, a partir de la vivencia del Sínodo por una iglesia en comunión, participación y misión?
MLMA: Te respondo teniendo en cuenta la realidad de la Arquidiócesis. Nosotros somos unos consentidos de nuestro buen Dios, porque precisamente estamos terminando las tres etapas del Plan de Evangelización y se nos presenta esta extraordinaria posibilidad de caminar juntos, del Sínodo de la Sinodalidad; entonces, no fue necesario hacer un cambio drástico en el proceso evangelizador que estábamos llevando.
El trabajo es interesante porque la idea en este momento es: de acuerdo a la pregunta fundamental del Sínodo, a los 10 ejes temáticos que nos propone el documento base y al Vademécum, motivar todo el trabajo de reflexión, pero también de motivación en cada una de las comunidades, en las parroquias, en los movimientos apostólicos, en todos los ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá, para que plasmemos nuestros sueños, nuestra profecías, nuestras intuiciones, todo lo que soñamos para ser la Iglesia de Jesucristo. Como dice el Papa: la idea no es cambiar la Iglesia, la idea es ser fiel a la Iglesia que el Señor quiere de cada uno de nosotros.
C: Desde la CEC se logra una mirada amplia de la realidad de las jurisdicciones eclesiásticas a nivel nacional, ¿cuál considera es el mayor desafío y la mayor fortaleza en la respuesta de la Iglesia en Colombia al llamado de caminar juntos?
MLMA: Me parece que uno de los retos más grande es caminar juntos. Insisto en la palabra JUNTOS como Iglesia de Jesucristo, pero valorando y respetando cada una de las riquezas y de las particularidades de las regiones, de los territorios. La Iglesia colombiana es inmensamente rica, pero también compleja, variopinta, con un mar de situaciones, de realidades y de problemáticas. Hay diócesis totalmente rurales; otras rurales y urbanas; otras que están en territorios de misión, en la selva, con condiciones difíciles de acceso, porque están en unos terrenos de montaña, a veces inhóspito, con realidades sociales muy difíciles. Esa es la Iglesia colombiana, es una riqueza enorme, y los territorios, las regiones, se tienen que visibilizar cada vez más.
Confieso que tengo una visión muy citadina, muy de Bogotá, es más, nuestros mismos pueblos son de una ciudad – región. En estos pocos meses que llevo he hecho un par de visitas a algunas regiones y es totalmente diferente.
También, ha sido una bendición muy grande los encuentros que hemos tenido con los arzobispos y con algunos obispos que están haciendo un trabajo extraordinario, sobre todo, en la parte del pacífico. Estos encuentros me han permitido conocer la realidad de la Iglesia variopinta, bella, que se expresa en esos rostros regionales y territoriales.
C: La pandemia trajo consigo profundos cambios en los modos de vivir la fe y la pastoral, ¿cuál considera es el camino que se debe seguir para propender por acciones pastorales y de evangelización con mayor eficacia?
MLMA: Primero tenemos que volver a la presencialidad y no me refiero solamente a las celebraciones eucarísticas, sino también a las actividades evangelizadoras en la presencialidad.
Tenemos que motivar una vez más la presencialidad, con todo el respeto de las medidas de bioseguridad. Además, me parece fundamental aprovechar la riqueza y las enseñanzas que hemos tenido en este año de pandemia.
Nos hemos vuelto un poco más familiares a las redes digitales, a lanzarnos y a ser un poco atrevidos en las propuestas evangelizadoras, por ejemplo, con cosas en Instagram, en Tik tok, en Twitter, en Facebook, en YouTube.
Lo que aprendimos en tiempo de pandemia, insisto, se tiene que quedar y perfeccionar. Por otra parte, la presencialidad la tenemos que replantearla en algunas dinámicas que teníamos antes de la pandemia.
C: Otro de los aspectos que representa un gran desafío para la Iglesia católica es el tema vocacional, ¿de qué manera considera se pueden fortalecer los procesos vocacionales?
MLMA: Debemos decirlo sin pelos en la lengua, estamos en una crisis vocacional, no solamente crisis de los ministros ordenados, de los jóvenes que entran a los Seminarios, sino, también, de la vida consagrada masculina y femenina. Pero como toda crisis, es una gran oportunidad que nos da el Señor para descubrir lo que significa la vocación y para valorarla desde las parroquias, desde las comunidades cristianas, desde los mismos movimientos.
Una pastoral vocacional con un encargado y con un motivador vocacional, en cada una de las diócesis es inviable. Todos nos tenemos que poner la camiseta para saber que todos somos motivadores vocacionales. La misma familia, las parroquias, las comunidades, los movimientos.
El Señor sigue llamando y nosotros tenemos la absoluta y plena certeza, pero una vocación necesita todo un ecosistema y el ecosistema es la comunidad cristiana.
C: Otro frente que usted ha acompañado de manera directa es la protección de menores, ¿cómo avanza la oficina para el Buen Trato, encargada de estos temas y que proyección tiene?
MLMA: Desde el año 2018 nosotros tenemos la oficina para el Buen Trato, una iniciativa del anterior pastor de la Arquidiócesis de Bogotá, el señor cardenal Rubén Salazar Gómez. Hemos recibido todo el espaldarazo no solamente de él sino de todos los vicarios episcopales de la Arquidiócesis, de los párrocos y de nuestro actual arzobispo, monseñor Luis José Rueda Aparicio, quien lo ha tomado como una de sus prioridades tanto en la Arquidiócesis como en la Conferencia Episcopal de Colombia.
La oficina tiene tres frentes: el primero, relacionado con la atención a las víctimas y el acompañamiento que les brindamos; segundo, trabaja la parte preventiva para crear una cultura de buen trato y los entornos protectores; y el tercero, desarrolla toda la formación propiamente de los agentes de evangelización que trabajan con menores de edad. Hemos realizado nuestro primer curso virtual y miles de agentes de evangelización de la Arquidiócesis de Bogotá han recibido esta formación.
Tenemos 12 libros que nos inspiran nuestra ruta de atención y los lineamientos de prevención y hemos iniciado el trabajo de la construcción de nuestro segundo curso virtual, que tiene que ver con lo que va a realizarse en cada una de las parroquias y de las comunidades cristianas en relación a los protocolos de prevención.
También, estamos con algunas actividades piloto con estos protocolos en ocho parroquias y en instituciones de la Arquidiócesis. El curso lo vamos a realizar en el segundo semestre del 2022. En el primer semestre del año continuaremos haciendo los pilotos en las parroquias, en instituciones.
C: Monseñor, para cerrar este tema, la Arquidiócesis es abanderada en el acompañamiento a menores, pero esta es una realidad que permea a la Iglesia de manera general, dando una mirada desde la CEC, desde lo nacional, ¿cuál es la postura y cuáles son los avances en el tema de protección a menores a nivel nacional?
MLMA: Lo que hacemos en la Arquidiócesis lo estamos llevando a cabo en la Conferencia Episcopal de Colombia con el Consejo Nacional de Protección de Menores. Son laicos que aceptaron la invitación de la presidencia anterior, de monseñor Óscar Urbina, de monseñor Elkin Alvarez. Queremos repotencializar ese consejo, con el trabajo preventivo.
C: Muchas gracias monseñor por compartir todas estas líneas de trabajo tanto a nivel arquidiocesano como nacional. Finalmente, nos acercamos a navidad, ¿cómo se prepara para este tiempo de gozo y cuál sería su mensaje?
MLMA: Para mí el Tiempo de Adviento es muy importante y trato de vivirlo con mucha seriedad espiritual, haciendo mi oración y meditación del Oficio de Lectura, también la propuesta que nos hace las lecturas diarias, la Lectio Divina diaria. Los invito a vivir ese tiempo de navidad con todo lo que nos propone la liturgia de la Iglesia.
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