En el año 2000, los fuertes enfrentamientos que se libraron entre la guerrilla y las fuerzas militares, hizo tener que abandonar de su monasterio a las religiosas Carmelitas Descalzas, que estaban ubicadas en lo alto de una montaña en Buga.
Hoy, luego de 22 años este monasterio reabre sus puertas con un nuevo sagrario y es asumido por los Carmelitas Contemplativos, convirtiéndose como ellos lo han denominado en un «hospital para el alma» o casa de acogida, así lo explicó el padre Andrés Jaramillo Arbeláez, fundador de esta comunidad, en entrevista concedida al portal católico Aleteia.
“Quisimos inaugurarlo el día de la Virgen de Lourdes (11 de febrero) porque es un hospital para el alma. En esta casa ofrecemos consuelo desde la fe y la fraternidad, en una mesa común que arropa a todo el que llega. En el lugar donde una vez imperó la maldad está triunfando la esperanza y el bien”.
El sacerdote expuso que, a pesar de que fueron dos décadas donde este lugar estuvo deshabilitado, lo encontraron como “si hubiera quedado dentro de una nevera, algunos espacios parecían como si hubieran sido utilizados el día antes”.
Según reseña Aleteia, las religiosas que habitaban el lugar salieron del monasterio por recomendación de las misma Iglesia, al verse vulnerables frente a la violencia que se vivía en ese entonces en el departamento del Valle de Cauca, ellas se trasladaron a la ciudad de Popayán, donde se fusionaron con otra comunidad religiosa.
Esta propiedad fue vendida a la misma familia, que 20 años atrás había donado el terreno. Al fallecer el dueño de la propiedad su hija única heredera salió del país, quedando así deshabilitado el predio. Años más tarde por iniciativa del padre Andrés María de San José, fundador de la comunidad de los Carmelitas Contemplativos, consultó con monseñor José Roberto Ospina, obispo de Buga, por ese sitio abandonado que tenía en su diócesis.
El sacerdote Jaramillo continúa narrando a Aleteia “Nuestra joven comunidad estaba creciendo en vocaciones y queríamos llegar a otra zona. Monseñor me dijo que siempre le había dolido ese hecho, pero había sido imposible comunicarse con la familia para proponerle comprar el lugar, a pesar de los muchos esfuerzos”.
Luego de insistir en varias ocasiones en contactar a la heredera de la propiedad, que se encontraba fuera del país, se da el milagro y la joven vende a la diócesis de Buga el terreno por un precio simbólico. Luego de ello, ésta lo entregó en comodato de los Hermanos Contemplativos del Carmelo, quienes estaban ubicados en el municipio de Girardota (departamento de Antioquia).
“Es un lugar de mucho silencio y soledad, a 1800 metros de altura. Tenemos hospedería y varias modalidades de retiro según los místicos del Carmelo”, cuenta el padre Andrés.
En total son 27 habitaciones, una capilla para 100 personas, un coro con capacidad para 30 monjes, dos ermitas, una huerta y cinco talleres. Los carmelitas contemplativos hacen velas, panes, esculturas en cerámicas y trabajan la pintura al óleo y carboncillo, todo ese arte lo llevaron a su segunda casa en Colombia.
Consolar y contemplar
El padre Andrés fue carmelita descalzo durante 17 años y el Señor puso en su corazón el deseo de fundar un nuevo Carmelo que volviera a los orígenes de los primeros padres ermitaños. Así nacieron hace ocho años los Hermanos Contemplativos del Carmelo en la Diócesis de Girardota, para llevar un estilo de vida monástico, de silencio y soledad en el aquí y el ahora, por eso se consideran monjes carmelitas del siglo XXI.
Tienen un doble carisma, son contemplativos y consoladores, siguiendo la frase de Santa Teresita: “Amarlo y hacerlo amar”. A través de la contemplación aman a Jesús y a través de la consolación lo hacen amar.
“El carisma de la consolación lo tenemos a través de nuestra casa de acogida, a través de la formación que ofrecemos, de la escucha, de retiros espirituales, consejería y, sobre todo, de la sombra que le podemos generar a los que llegan, ofrecemos mesa, liturgia, formación y recreación. La contemplación la llevamos a través de la búsqueda incansable del rostro de Dios”.
Este, su segundo monasterio, les permitirá seguir creciendo y poder acoger a los 15 jóvenes que están en lista de espera para ingresar a la comunidad, así como seguir ofreciendo lugares de intimidad y oración, tan necesarios actualmente. Y están seguros de, así como el día de la inauguración superaron las expectativas con la asistencia de 350 personas, serán cientos los que llegarán en busca de consuelo a este «hospital para el alma».
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