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Monseñor Rueda explica por qué la Iglesia pidió perdón a víctimas de pederastia

13 de febrero de 2023
monseñor rueda
Imagen:
OAC
La 114.ª Asamblea Plenaria del episcopado colombiano, realizada durante la semana pasada en Bogotá

Culminó con la petición de perdón de los obispos del país a quienes han sufrido el 'flagelo' del abuso sexual por parte de algún miembro de la Iglesia católica. Monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Asamblea Plenaria del episcopado colombiano, fue el encargado de emitir el mensaje, en el que reconoció que el abuso sexual "es un crimen, es un pecado grave, es un delito".

Cifras de la Fiscalía indican que en los últimos 13 años se han registrado 42 denuncias de pederastia en las que los agresores fueron sacerdotes católicos. De esos casos, 20 estaban en indagación; uno, en investigación; 15, en juicio y seis, en ejecución de penas.

¿Cómo llegaron a la convicción de que era necesario pedir perdón con vehemencia a las víctimas de abuso sexual?

La Iglesia viene trabajando en la investigación de todos los casos, y vamos encontrando la cantidad de casos de algunos miembros de la Iglesia. No de todos los miembros, porque tendríamos que poner en parangón, para ser justos, todas las grandes obras silenciosas de sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que están sirviendo en todo el país. Pero no podemos tampoco ocultar, para nosotros mismos ni para los demás, que hemos fallado. Y esa aceptación humilde de nuestros errores, de nuestros pecados, es el único camino que nos lleva a renovarnos, a renovar nuestro corazón como miembros de la Iglesia, y a nosotros como pastores, para ponernos al servicio de los niños, jóvenes, adolescentes y vulnerables, de una manera más clara y responsable. Entonces, hemos transitado por un camino de autoexamen, de reconocernos pecadores y de pedirle al Señor que nos mire con misericordia, nos tome de la mano y nos levante, porque él ha dicho: "Misericordia quiero y no sacrificios". Él no vino a juzgarnos, a condenarnos, y un corazón humillado, un corazón contrito, siempre será levantado y renovado.

La Iglesia pide perdón y, al mismo tiempo, quiere promover la comunión y la participación, que fue la temática de la Asamblea…

Sin duda, porque el hecho mismo de pedir perdón con humildad nos hace ver que, como pueblo de Dios, estamos en camino y necesitamos que el que está herido sea sanado. Asumimos la actitud del Señor Jesús, que no quiere que ninguno se pierda ni quede extraviado. Jesús es el buen pastor, él nos está llamando a caminar juntos, pero a caminar con nuestras fragilidades, como dice el papa Francisco, a reconocer lo frágiles que somos y a ayudar al que está herido en el camino, a darle la mano, a no dejarlo tirado, a no pasar indiferente. Y en ese tema, la sinodalidad también nos exige reconocer a las víctimas heridas por nuestras equivocaciones y poderles tender la mano y decirles: ustedes también son del pueblo santo, ustedes no se pueden quedar atrás y no pretendemos dejarlos atrás, deben caminar con nosotros, buscando la santidad.

¿Qué han aprendido los obispos de Colombia de otras conferencias episcopales en el mundo que también han sufrido y asumido este flagelo?

Conocer la realidad de otras iglesias, con sus organizaciones, con sus apuestas por la sinceridad y la transparencia, nos ha motivado. Hemos aprendido que es muy importante, en primer lugar, implementar mecanismos de prevención, y en eso otras iglesias continentales han hecho un gran trabajo referido a la cultura del cuidado y a la capacitación de todos los que prestamos algún servicio dentro de la Iglesia. Esta cultura del cuidado puede servir como signo e instrumento para la sociedad civil, porque en muchos ambientes también se vive este flagelo y esta vergüenza de la pedofilia.

En segundo lugar, hemos aprendido que es muy importante que en el camino del reconocimiento de nuestros pecados vivamos un examen de conciencia hacia adentro, que seamos capaces de poner a las autoridades civiles como servidoras de la verdad y la transparencia, como garantes del trabajo que estamos haciendo, y otras conferencias episcopales ya han procedido de esta manera. Finalmente, está el hecho de que trabajemos como pueblo de Dios y bajo las orientaciones del Papa. El Papa nos vive motivando, y trabaja en la sinceridad, en la transparencia.

Él combina la misericordia con la verdad, y eso es lo que nosotros queremos vivir como Iglesia colombiana: la verdad unida al amor, veritas in caritate, decir la verdad sin dejar de amar, sin declarar enemigo a nadie, ni siquiera a aquellos que nos han acusado, que obran a veces de una manera dura y apresurada contra nosotros, pues ellos también son instrumentos de Dios que nos ayudan a reconocer y a examinarnos, a caminar mejor.

Hasta dónde está dispuesta a llegar la Iglesia en la investigación sobre los casos de abusos y la reparación a las víctimas?

La Iglesia no va a parar, no va a terminar diciendo: "estas fueron las cifras". Va a estar en una actitud de búsqueda transparente de los hechos, haciendo todo lo posible por evitar nuevos hechos, pero si se llegaran a presentar, colaborando con la justicia y actuando rápidamente. Esto hace parte de la cultura del cuidado y esto ya tiene un carácter reparador social. Con relación a la reparación integral, muchas de las víctimas han manifestado que lo que esperan, más allá del dinero, es recuperar la dignidad perdida por esos hechos, y esto lo hemos visto también en procesos sociales donde las víctimas dicen que no tienen cómo reparar a los miembros de su familia que cayeron en el conflicto, pero piden que se reconozca el error, el pecado, que se han equivocado, y creo que en esto también la reparación tiene una importante connotación moral, ética, espiritual y psicológica. Si hay situaciones —y ya la Iglesia colombiana ha tenido que asumir— que tienen que ver con reparación económica, la Iglesia está dispuesta a asumirlas.

Dios nos dará la manera, Dios nos dará la ocasión también a través de procesos civiles, pero creo que el punto focal que esperan las víctimas y los fieles laicos es una reparación en el reconocimiento y el decidido propósito de prevenir estas situaciones, así como en la capacidad de decir: “sí, nos hemos equivocado, y estos han sido nuestros errores y estas son las cifras”, y a medida que vayamos teniéndolas, ponerlas al servicio de las autoridades, y serán las autoridades civiles las que les ofrezcan estas cifras a los medios de comunicación. Hace poco, el Papa nos ha invitado a “hablar con el corazón”. ¿Han hablado con el corazón en la

Hace poco, el Papa nos ha invitado a “hablar con el corazón”. ¿Han hablado con el corazón en la Asamblea?

Yo creo que sí, tanto en las sesiones internas de la Conferencia Episcopal, donde hay espacios para que trabajemos por provincias eclesiásticas, como en la escucha de las realidades de las regiones, entre ellas la Amazonia. Pudimos escuchar las voces que vienen de la Amazonia, su clamor, que es un clamor de la humanidad como intuyó el papa Francisco cuando nos convocó al Sínodo de la Panamazonia en 2019.

Con el corazón se escucha, pero con el corazón se habla también, y la Amazonia nos ha hablado con el corazón. De igual forma, los obispos de la frontera con Venezuela nos han hablado con el corazón del tema migratorio, y de los clamores y las voces que hay en esa extensa frontera. Entonces hemos vivido esa doble vía de escucharnos en las regiones, escuchar los sufrimientos y las esperanzas, porque no todo es negativo. Pero, además, hablar con el corazón es necesario para evitar caer en la teorización. La teoría a veces nos lleva a ser indiferentes, a teorizar los fenómenos que son propiamente humanos. Entonces, hablar con el corazón y escuchar con el corazón nos lleva a tomar las experiencias, a sentir que Cristo camina con nosotros y que nosotros caminamos con todo el pueblo de Dios.

¿Qué han propuesto los obispos, reunidos en la Asamblea, con relación al conflicto armado y a los diálogos de paz con el Eln?

Nosotros, como Iglesia en Colombia, hemos optado por el camino de la reconciliación, del diálogo y de la paz, para solucionar los conflictos no por la vía de las armas, ni de la eliminación del enemigo o del que piensa distinto. Esto no es ajeno al tema de la polarización en Colombia y en América Latina. Cuando las ideologías, ya sea de un lado o de otro, se toman los escenarios de conflicto, generalmente los alimentan y los acrecientan. Los caminos de la reconciliación son lentos, avanzan muy despacio, son tortuosos; sin embargo, en la situación que está viviendo el país, los obispos hemos optado por acompañar permanentemente los diálogos con el Eln.

¿Qué le piden al Gobierno?

Para crecer en este proceso, el Estado debe darnos luces sobre dos asuntos: en primer lugar, los protocolos, que tienen un fundamento y un marco jurídico para los diálogos. No se puede improvisar. Mientras no tengamos claro el marco jurídico, nos exponemos a equivocarnos, apresurarnos, y hacer caminos que después no tienen sustento ni en la sociedad colombiana desde la Constitución que nos rige como Estado de derecho, ni tendría aceptación en la comunidad internacional. Segundo, dentro de ese marco jurídico la Iglesia colombiana tiene claro que cada una de las regiones tiene unas potencialidades y unos desafíos particulares.

Es muy importante, entonces, que en todas las regiones estemos haciendo la lectura de la realidad, que estemos dispuestos a trabajar por la paz, pero sin apresurarnos, y sin depender de una propuesta ideológica, sino que, en el caso de la Iglesia católica, lo hacemos desde nuestro compromiso por Cristo, por el pueblo sufriente, por las regiones más victimizadas por el conflicto, y acompañando siempre, porque somos una Iglesia que se queda en las regiones, que ha vivido en las regiones, que ha puesto mártires en estos procesos.

Fuente:
EL TIEMPO ,ÓSCAR ELIZALDE, Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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