Pasar al contenido principal
#277518

La ruta de las limosnas y el salario de los curas

1 de abril de 2018
La ruta de las limosnas y el salario de los curas

Uno ve a los sacerdotes buscando las ovejas descarriadas, pero no se imagina a un religioso recibiendo y gastando el mundanal dinero contante y sonante.

Y resulta que el manejo de las ofrendas, comúnmente llamadas limosnas, y los servicios religiosos exigen hoy a los párrocos y obispos hacer presupuestos anuales, llevar contabilidad pagar impuesto al valor agregado (IVA), hacer retención en la fuente, presentar declaración de renta y hasta someterse a las complicadas normas de información financiera (NIF).


Para entrar en materia más terrenal que espiritual, comencemos por el recorrido de los billetes y las monedas que se recogen en cada oficio religioso. La ofrenda que usted deposita en las alcancías, bandejas, bolsas y otros recipientes que manejan los ministros encargados y previamente entrenados es llevada, después de terminar la misa, a cajas fuertes o depósitos con candado.

Semanal o diariamente, según lo dispongan los párrocos, que son como los gerentes de las parroquias, las personas que el comité parroquial de asuntos económicos designe (secretarias, acólitos o sacristanes) cuentan las monedas y los billetes, y llenan una planilla en la que especifican la cantidad por denominaciones. Desde que la Iglesia dejó de dar vueltas o cambio, bajó la cantidad de billetes falsos que muchos pecadores dejaban como limosnas.

Más monedas que billetes

Las limosnas, como en cualquier empresa, se consignan en la cuenta corriente de la parroquia por el respectivo contador. El párroco ejecuta el presupuesto, que también incluye el dinero que entra por los servicios parroquiales.

El párroco se autopaga, paga empleados, arriendos y todos los gastos, incluidos los tributarios. Lo único que no paga es impuesto predial, pues, por concordato, los templos no pagan este tributo. El predial, en cambio, sí lo pagan los colegios y demás propiedades de las comunidades religiosas.

¿Católicos tacaños?

“El manejo de estos dineros es muy escrupuloso, y los católicos deberían ser más generosos, pues de 500.000 pesos que recibe un templo el domingo, 350.000 son en monedas”, dice el padre Ramón Zambrano, párroco de la Catedral Santiago Apóstol de Fontibón.


El vicario administrativo de la diócesis recibe los aportes de cada parroquia para un fondo común de donde salen sus gastos y las ayudas para las parroquias pobres, que son muchas.

La diócesis gira de sus excedentes unos aportes a la Conferencia Episcopal, para su sostenimiento, y otros a la Nunciatura, que envía esos recursos a Roma para el funcionamiento de la Santa Sede.

El nuncio apostólico en Colombia, monseñor Ettore Balestrero, cuenta que los dineros que se reciben en pesos son cambiados a dólares y euros, que envía al Vaticano. Dice que no conoce ni tiene un dato del dinero que manda periódicamente, y explica también que mucho dinero no se traslada por la Nunciatura, sino que algunos párrocos y laicos entregan directamente sus ofrendas a Roma.

Pero a lo largo de este camino que hemos delineado por donde pasan las limosnas, cada moneda y cada billete son sometidos a una rigurosa auditoría de las diócesis para evitar que algún inescrupuloso, que no falta, se lleve parte de las limosnas de cada católico. Claro que, como en las mejores familias, no faltará el curita, sacristán, monaguillo o empleado que peque contra el séptimo mandamiento: no hurtar.

El Óbolo de San Pedro

Y hablando de ofrendas, también a mitad de cada año, el domingo cercano a la fiesta de San Pedro y San Pablo, la Iglesia dedica la limosna de ese día a una colecta que hace el mismo recorrido desde la parroquia hasta Roma y se llama el Óbolo de San Pedro.

Estos recursos, recogidos en todo el mundo, van directamente al santo padre, y con ellos el romano pontífice hace obras y donaciones para los pobres de todo el planeta y para atender damnificados de desastres naturales.

Este aporte nació en Inglaterra hacia el siglo VIII y consistía en el pago de un impuesto de un centavo, que se les cobraba a los dueños de grandes predios.

Monseñor Balestrero afirma que todavía no se ha decidido qué día se hará este año la colecta del Óbolo, pero también explica que no tiene datos del dinero recogido en el 2017. Señala que el año pasado, a nivel mundial, por Óbolo, llegaron al Vaticano alrededor de 70 millones de dólares.

Pero, volviendo a las limosnas de todos los días, en los templos colombianos, monseñor Rafael Cotrino, párroco de iglesia Santa Marta y vicario administrativo, quien es como un ministro de Hacienda de la Arquidiócesis de Bogotá, cuenta que una parroquia pobre recauda mensualmente menos de un millón de pesos en limosnas; una parroquia mediana, unos 20 millones, y una grande, hasta 50 o más millones de pesos. Bogotá tiene alrededor de 300 parroquias. Entonces, esa es la plata de las limosnas que se mueve solo en la capital del país.

La otra fuente de ingresos de la Iglesia, los templos, parroquias o como se quieran llamar, son los pagos que los feligreses hacen por bautizos, matrimonios, sepelios, administración de sacramentos, trámites y certificaciones.

Promociones y servicios gratis

Estas actividades están detalladas en el llamado Arancel Eclesiástico, que para el caso no quiere decir tributo ni impuesto, sino que es una tabla en la cual se relacionan cada uno de los servicios y las respectivas tarifas que cada año reajusta el obispo, generalmente aplicando la inflación.

Entonces, si usted quiere saber cuánto cuesta un matrimonio, una misa, un certificado o cualquier otro servicio, va a la casa cural o al despacho parroquial y pide que le muestren el Arancel, donde encontrará los precios o mejor llamados estipendios.

Para el caso de Bogotá, por ejemplo, la misa más barata cuesta 22.000 pesos; sin músico, claro. El matrimonio más barato, 105.000 pesos y el más caro, 300.000, cuando es en una capilla no parroquial. Un certificado de bautismo en papel eclesiástico, 6.000 pesos y una autenticación, 4.500, con IVA incluido.

Pero, atención, no todo es un negocio, como dirían algunos ateos, los templos también tienen promociones y servicios gratis.

Hace unos días, el papa Francisco dijo desde Roma que cuando la persona es pobre y no tiene con qué pagar las misas, los sacerdotes están obligados a hacerlo gratis. O, en el mejor de los casos, pidiendo una contribución voluntaria por fuera de las tarifas ordinarias, algo así como un descuento en el mundo comercial.

El nuncio Balestrero comenta que la misa no tiene precio y que las tarifas del Arancel son apenas un indicador. Agrega que si una persona demuestra su pobreza, el párroco no puede, por ejemplo, negarse a unas exequias sin exigir pago. Monseñor Balestrero señala además que en las regiones pobres, si la gente no tiene dinero, pues el párroco puede decir una misa con varias intenciones. Jocosamente comenta que el tema hay que manejarlo con cuidado y teniendo en cuenta que los colombianos son muy avispados, pues pudiendo pagar quieren las cosas gratis. Dijo, finalmente, que él hace bautizos gratis a personas pobres los domingos en la sede de la Nunciatura.

Pasemos ahora a otro tema, todavía más mundano. ¿Los curas y obispos tienen sueldo? La respuesta es sí. Y como en los estipendios del Arancel, todo depende de la región, de la diócesis, de la parroquia, pero ante todo de los recursos y los aportes que los feligreses entregan por los conceptos antes mencionados.

Para tener una idea, miremos cómo es la cosa en Bogotá, según monseñor Cotrino. Aquí, un cura párroco se gana mensualmente tres salarios mínimos. Si el mínimo está en 781.242 pesos, el ingreso es de 2’343.726 pesos. Un vicario parroquial devenga dos salarios mínimos y medio, es decir, 1’953.105 pesos. Y un diácono, un salario mínimo y medio, es decir, 1’171.863 pesos. Los obispos reciben cada mes cuatro salarios mínimos, unos 3’124.968 pesos. Pero ellos tienen derecho a vehículo y conductor.

Hay que tener en cuenta que los sacerdotes no tienen prestaciones sociales ni auxilio de transporte. Tampoco, contrato laboral, y si por sus ingresos tienen retención en la fuente, pues se la aplican.

Los sacerdotes diocesanos no pagan seguridad social. Se la paga la parroquia. Por eso, a estos curas al cumplir los 75 años los jubilan, y se tienen que ir para sus casas. Los padres de comunidades no se jubilan, sino que se quedan en casas especiales hasta el fin de sus días.

Claro, esos son los sueldos en Bogotá, pero hay regiones, vicariatos y barrios donde los ingresos no permiten pagar estas nóminas. Es entonces cuando las diócesis, de los que mencionamos antes como fondos comunes, subsidian al cura con unos 500.000 pesos mensuales para que sobreviva.

También hay que señalar, para los que no saben de los pagos en la Iglesia, que solo reciben sueldos los sacerdotes diocesanos, los que tienen parroquia. Los curas que pertenecen a comunidades no tienen ninguna asignación, y es la comunidad la que corre con todos sus gastos. Aquí están, por ejemplo, los misioneros, que con una pobreza franciscana hacen evangelización en lugares muy difíciles.

La hermana María*, de una comunidad en Bogotá, comenta que “cuando uno entra, el convento no es una empresa, hay vida con votos de pobreza, castidad y obediencia; los bienes son en común”.

A ella la comunidad le paga la seguridad social como independiente sobre el salario mínimo. Cuando María sale del convento le pagan el transporte, pero tiene que traer recibos. Igual cuando va al médico o sale a visitar a su familia en Boyacá, le reconocen unos gastos mínimos. Las comunidades tienen su ecónoma o ecónomo, quien lleva la contabilidad, maneja la plata y le entrega cuentas al provincial.

Eso sí, los párrocos tienen vacaciones anuales de 15 días pagos. El padre Ramón Zambrano, por ejemplo, pasó sus últimas vacaciones en La Mesa, Cundinamarca, a donde se fue con su mamá, sus hermanos y sus sobrinos.

Zambrano agrega: “Nuestras familias, en muchos casos, nos proveen el sostenimiento, nos ayudan y, hay que decirlo descaradamente, nos mantienen”. Y el cura que tenga carro es porque se lo regalaron, es de la parroquia o lo compró con mucho ahorro y un préstamo, anota.

* Nombre cambiado por solicitud de la entrevistada

Nuestras familias, en muchos casos, nos proveen el sostenimiento, nos ayudan y, hay que decirlo descaradamente, nos mantienen

Los curas miseros o sacerdotes sin parroquia

En materia de ingresos sacerdotales, los curas que no tienen parroquia y dicen misa en varias partes, y que muchos conocemos, reciben unos ‘honorarios’ promedio de 40.000 a 60.000 pesos por misa, según la región, la ciudad del país donde estén ejerciendo su ministerio.

“No está bien visto el cura misero que se la pasa celebrando en toda parte. Desafortunadamente, los hay. Algunos que interpretan que es mejor no tener carga pastoral y se dejan llevar por el demonio del dinero”, señala el padre Zambrano. 

Un sacerdote, por normas, no debe decir más de tres misas en un día. Para un parroquiano buen católico, una misa es suficiente. Pero, así sea una o muchas misas las que se oficien o se escuchen, lo cierto es que en estos actos religiosos, desde lo mundanamente económico, se mueven desde 100 hasta millones de pesos, que tienen un manejo como cualquier empresa y no dejan utilidades, sino dividendos espirituales que se redimen en el otro mundo o, mejor, en la vida eterna.

Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Otras noticias

#007300
#217016

Noticias relacionadas