¿Y qué hace un profeta en el desierto?
La Iglesia va caminando al encuentro con el Salvador.
Preparando su camino de Esperanza, de confianza para el encuentro con el Dios con nosotros.
Hoy iniciamos la lectura del Evangelio de San Marcos, en el capítulo uno; comienza el evangelio diciendo una frase del profeta Isaías: ‘yo envío mi mensajero, es la voz que clama en el desierto’ y se está refiriendo a Juan.
El Profeta, el precursor; porque los profetas fueron preparando el camino del encuentro de la humanidad del pueblo de Israel con el Salvador.
Un profeta que clama en el desierto… alguien puede preguntarse ¿Y qué hace un profeta en el desierto? es que el desierto no es solamente el lugar geográfico sin agua, con arena y con alta temperatura. El desierto tiene un sentido teológico, un sentido espiritual, un sentido existencial.
En la vida de los pueblos, de las comunidades hay desiertos y en la vida de las familias y en la vida de las personas existe el desierto, y allí en ese desierto de nuestra vida una voz que clama en el desierto.
Dios aún en el desierto puede sembrar la semilla de la vida, la semilla de la esperanza, la semilla de la alegría.
Pudiéramos hablar de tres desiertos:
El desierto que nos ha correspondido en este año: el desierto de la pandemia es un desierto muy grande, le ha costado la vida a muchas personas… a millones de personas en el mundo. De pronto en su familia usted ha sido tocado también por este desierto; el desierto de dolor, de enfermedad. Que ha enseñado lo deficiente que es el sistema de salud para atender a los pobres; pero que ha enseñado también la fragilidad que tenemos y ha puesto en evidencia la valentía y el heroísmo de médicos, enfermeros y servidores de la salud; es un desierto la pandemia, realmente es reseco, es un mundo distinto que nos ha correspondido caminar en medio de esta pandemia, pero ahí hay una misión para usted como profeta y para la Iglesia en su profecía es la misión de consolar.
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