Solemne Eucaristía de acción de gracias por los 124 años de la Policía Nacional

En la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, monseñor Fabio Suescún Mutis, obispo castrense de Colombia, señora mayor general Luz Marina Bustos Castañeda, señora Eva…
Durante la Eucaristía Monseñor agradeció a cada uno de los policías por escoger esta vocación que tiene como prioridad el servicio a la comunidad, en sus diferentes especialidades: (Carabineros, Tránsito, vigilancia, antinarcóticos, aviadores, Inteligencia), entre otros, hasta llegar arriesgar su propia vida por proteger la del prójimo, un policía es sinónimo de seguridad y de promoción de sana convivencia.
La Señora Mayor General Luz Marina Bustos Castañeda dio unas sentidas palabras a los asistentes entre los más destacado: “Un policía es sinónimo seguridad y sosiego, no en vano ante esta situación de apremio, la mayoría de las personas invocan en primera instancia a Dios y luego anhelan la presencia de un policía. En nuestras manos esta que los ciudadanos sigan valorando nuestro trabajo”
Por su parte, Monseñor Suescún afectuosamente leyó y posteriormente obsequio un separador de libros, en donde escribió un mensaje a todos los policías Colombianos expresando lo siguiente:
Naciste como sereno, garante de la tranquilidad de los habitantes de los poblados. Has crecido con los años hasta convertirte, en la época presente, en guardián permanente de la seguridad ciudadana. Te sientes orgulloso de ser policía. Es tu título de honor y tu gran responsabilidad. Eres consciente de la grandeza de tu vocación y de la exigencia que conlleva. Es tan fuerte tu identidad que aunque los años pasen y por cualquier razón te retires a la vida civil, para todos seguirás siendo policía. Eres policía por siempre, es el sello que distinguirá toda tu vida.
Un corazón policial está abierto y dispuesto al servicio. Los más pobres y desprotegidos tienen en ti su ayuda y defensor. Es grande ser policía y por eso no es fácil ser un policía de verdad. No eres un profesional de la vigilancia. Estás comprometido totalmente con el bienestar del ciudadano. Los enemigos de la ley te temen y buscan quitarte de en medio. Tienden trampas a tu corazón o atentan directamente contra tu vida porque incomodas a su maldad. Del cuartel sales para estar cerca de los ciudadanos en las ciudades, campos y caminos. Pasas el tiempo con todos y estás presente en todas partes. Allí donde estas garantizas seguridad y orden. Trabajas por la vida en comunidad con el fin de establecer entre todos una sana convivencia. La población de gentes de bien espera tanto de ti. Quiere confiar en ti y ofrecer su apoyo a tu misión institucional. Sé de tus esfuerzos. Conozco tu sacrificio en la entrega diaria y en las largas noches de servicio que terminan con la conciencia del deber cumplido. Eres el ciudadano ejemplar a quien todos miran. Por eso se desconcierta y duele cuando un uniformado traiciona su institución porque ha cedido a la seducción de la delincuencia. Crees en la familia. Sabes que es el fundamento de una sana vida social. Tu familia participa de tu vocación de servicio, debe ser ejemplar. Tu hogar, foco de amor verdadero debes ser imitado por la fidelidad, el respeto y la dedicación a la formación de personas de bien.
Crees también en la felicidad, la tranquilidad y la paz, fruto de la rectitud, la honestidad y la búsqueda del bien de los prójimos. Confío en ti mi policía. No puedes dejarme solo. Los más débiles tienen en ti su fortaleza. Qué hermoso es el lema que ilumina y orienta tu comportamiento permanente. Repites con frecuencia la filosofía que sustenta la Policía Nacional: “Dios y Patria”. La fe en Dios te da, todos los días, constancia, paciencia, capacidad de entrega, espíritu de servicio.
Tu respuesta al Señor de la vida se muestra en tu compromiso con la Patria. Porque crees en Dios atiendes a tus semejantes sin hacer distinciones. El ejemplo y las enseñanzas de Jesús se convierten para ti en regla de comportamiento en tu trabajo policial. Te agradezco que seas como el pastor bueno que cuida el rebaño y a cada oveja, que fortaleces las débiles, orientas a las descarriadas, buscas a las pérdidas, sanas las enfermas, arriesgas tu vida cuando el lobo las ataca.
No eres un asalariado que huye cuando aparece el lobo; estás dispuesto a arriesgarlo todo para que nada le pase a quienes tienes que defender. Gracias por tu generosidad. Tú eres mi policía y me siento orgulloso de ti. Al finalizar tu vida, y gracias a tu fidelidad, recibirás la bienvenida a la patria celestial: Bendito mi policía porque estuve desprotegido y me auxiliaste, entra a gozar de la dicha eterna. Dios te bendiga y te proteja para bien de todos.
Los cantos litúrgicos fueron acompañados por la filarmónica de la Policía Nacional.
Mi Policía
Naciste como sereno, garante de la tranquilidad de los habitantes de los poblados.
Has crecido con los años hasta convertirte, en la época presente, en guardián permanente de la seguridad ciudadana.
Te sientes orgulloso de ser policía. Es tu título de honor y tu gran responsabilidad.
Eres consciente de la grandeza de tu vocación y de la exigencia que conlleva. Es tan fuerte tu identidad que aunque los años pasen y por cualquier razón te retires a la vida civil, para todos seguirás siendo policía. Eres policía por siempre, es el sello que distinguirá toda tu vida.
Un corazón policial está abierto y dispuesto al servicio. Los más pobres y desprotegidos tienen en ti su ayuda y defensor.
Es grande ser policía y por eso no es fácil ser un policía de verdad. No eres un profesional de la vigilancia. Estás comprometido totalmente con el bienestar del ciudadano.
Los enemigos de la ley te temen y buscan quitarte de en medio. Tienden trampas a tu corazón o atentan directamente contra tu vida porque incomodas a su maldad.
Del cuartel sales para estar cerca de los ciudadanos en las ciudades, campos y caminos. Pasas el tiempo con todos y estás presente en todas partes. Allí donde estas garantizas seguridad y orden. Trabajas por la vida en comunidad con el fin de establecer entre todos una sana convivencia.
La población de gentes de bien espera tanto de ti. Quiere confiar en ti y ofrecer su apoyo a tu misión institucional.
Sé de tus esfuerzos. Conozco tu sacrificio en la entrega diaria y en las largas noches de servicio que terminan con la conciencia del deber cumplido.
Eres el ciudadano ejemplar a quien todos miran. Por eso se desconcierta y duele cuando un uniformado traiciona su institución porque ha cedido a la seducción de la delincuencia.
Crees en la familia. Sabes que es el fundamento de una sana vida social. Tu familia participa de tu vocación de servicio, debe ser ejemplar. Tu hogar, foco de amor verdadero debes ser imitado por la fidelidad, el respeto y la dedicación a la formación de personas de bien.
Crees también en la felicidad, la tranquilidad y la paz, fruto de la rectitud, la honestidad y la búsqueda del bien de los prójimos.
Confío en ti mi policía. No puedes dejarme solo. Los más débiles tienen en ti su fortaleza.
Qué hermoso es el lema que ilumina y orienta tu comportamiento permanente.
Repites con frecuencia la filosofía que sustenta la Policía Nacional: “Dios y Patria”.
La fe en Dios te da, todos los días, constancia, paciencia, capacidad de entrega, espíritu de servicio.
Tu respuesta al Señor de la vida se muestra en tu compromiso con la Patria. Porque crees en Dios atiendes a tus semejantes sin hacer distinciones. El ejemplo y las enseñanzas de Jesús se convierten para ti en regla de comportamiento en tu trabajo policial.
Te agradezco que seas como el pastor bueno que cuida el rebaño y a cada oveja, que fortaleces las débiles, orientas a las descarriadas, buscas a las pérdidas, sanas las enfermas, arriesgas tu vida cuando el lobo las ataca. No eres un asalariado que huye cuando aparece el lobo; estás dispuesto a arriesgarlo todo para que nada le pase a quienes tienes que defender.
Gracias por tu generosidad. Tú eres mi policía y me siento orgulloso de ti. Al finalizar tu vida, y gracias a tu fidelidad, recibirás la bienvenida a la patria celestial: Bendito mi policía porque estuve desprotegido y me auxiliaste, entra a gozar de la dicha eterna.
Dios te bendiga y te proteja para bien de todos.
Bogotá D.C. 20 de julio 2015
+ FABIO SUESCÚN MUTIS- Obispo Castrense de Colombia.
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