Sacerdotes, misioneros en la tierra
Para cerca de 400 presbíteros de la arquidiócesis de Bogotá, presidida por monseñor Luis José Rueda Aparicio, concelebrada por los obispos auxiliares, los vicarios episcopales territoriales de esta Iglesia particular, acompañaron también esta celebración, el párroco de la catedral de Bogotá padre Jorge Marín; monseñor Fabi Exarca Maronita, fieles laicos y vida consagrada.
En la Misa Crismal se consagró el Santo Crisma y se realizó la bendición de los santos óleos para llevar la gracia sacramental a las parroquias, en este caso, la arquidiócesis de Bogotá cuenta con alrededor de 300 templos parroquiales.
Tesoros de Dios en el mundo
Así mismo, en esta celebración eucarística, los presbíteros renovaron sus compromisos sacerdotales, luego de finalizar la homilía. “Sabemos que las diversas vocaciones dentro del Pueblo de Dios, y de manera particular la vocación del ministerio sacerdotal, debe tener la docilidad del barro en las manos del alfarero (Jr. 18, 1 – 6), docilidad que se manifiesta en la gozosa disponibilidad para discernir y sumir la Voluntad de Dios, y no nuestra personal voluntad”. Manifestó monseñor Rueda, al inicio de su homilía.
Recordemos que la Iglesia toda, es sólo vasija, y que dentro de ella está presente el verdadero tesoro que es el amor del Padre, la obra salvadora del Hijo, y presencia renovadora del Espíritu Santo.
Iluminar, bendecir, sanar y liberar
“Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8,26). Pero esa confianza generosa tiene que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente. Él puede sanar todo lo que nos debilita en el empeño misionero … no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento” (E.G 280).
¿Estamos dispuestos a dejarnos conducir por el Espíritu Santo en nuestra misión? Si todo el Pueblo de Dios y especialmente los sacerdotes dejamos que las manos de Jesús moldeen diariamente el barro de nuestra vida y lo unjan con su Santo Espíritu, entonces serán curados nuestros corazones desgarrados y seremos perfume de fiesta fraterna en vez de violencia fratricida (Is 61,3), en vez de llevar ropajes de abatimiento por la guerra, estaremos vestidos para el canto de la reconciliación que transforma las lanzas en podaderas (Is 2,4), reconciliación que hace mutar las armas en instrumentos de trabajo y que erradica nuestras actitudes odio y de venganza para sembrar la semilla de la solidaridad y el perdón. Enfatizó el arzobispo.
Discernir, orar y servir a los hermanos
¿El sacerdote necesita ser evangelizado? El sacerdote es un sediento de Dios, necesita recibir el agua fresca para levantarse de la postración y el desánimo, consecuencia muchas veces de una vida sin encuentro, sin convicción de ser Pueblo, encerrada en la cárcel del ego. Si realmente somos sacerdotes evangelizados, nos sucede como a San Pablo, todo lo consideramos pérdida comparado con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús nuestro Señor (Fil 3,8). Cuando esto sucede, redescubrimos que la misión, el envío que hemos recibido del Señor, “no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. (E.G. 273). (Apartes de la homilía del arzobispo de Bogotá).
La Iglesia Pueblo de Dios en camino se hace actitud y comportamiento permanente, fermento de renovación social, vamos caminando juntos, porque somos pobres evangelizados, vamos caminando juntos porque somos enviados a evangelizar a los pobres, y el Señor camina con nosotros.
Al finalizar la homilía el señor arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, dirigió al unísono con los participantes en esta eucaristía, una plegaría a la Virgen María:
Oración
María caminante hacia la vida nueva
María caminante hacia la vida nueva,
tus hijos te imploramos:
compártenos tu valentía
para afrontar las luchas de cada día,
a fin de combatir sin resignación,
sin amargura, sin rencor,
sin abandonar la cruz,
combatir sin dejar de amar.
Ante las amenazas de la muerte,
danos la luz del resucitado,
fortaleza para recomenzar,
constancia para avanzar,
alegría para descansar,
gozo en el compartir,
confianza para orar,
sabiduría para trabajar,
y esperanza para no desfallecer.
María, acoge nuestro clamor:
Tú, artesana de la vida sencilla,
Tú, maestra de la fidelidad,
Tú, misionera del Espíritu Santo.
Amén
A continuación Homilía completa de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Misa Crismal 2022, Catedral de Bogotá:
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