Renovemos nuestra esperanza, caminemos con Jesús resucitado
Hoy, en la Catedral Primada de Bogotá, se celebró una solemne eucaristía a las 12:00 del medio día presidida por el arzobispo de Bogotá, Monseñor Luis José Rueda Aparicio, acompañado por el vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Omar Alberto Sánchez, los obispos auxiliares, monseñor Germán Medina y Luis Manuel Alí, los vicarios episcopales territoriales de la arquidiócesis, el señor canciller padre Hernán Javier Hernández, el párroco de la catedral, padre Jorge Marín, diáconos y fieles en general, se reunieron en torno a esta celebración.
Cabe recordar que la tradición de rezar por los difuntos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos. Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.
Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios. A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Eucaristía.
Creer en la vida eterna
En su homilía el arzobispo Monseñor Rueda, manifestó la importancia de recordar y dar gracias con nuestra oración, a aquellos seres queridos, familiares, amigos, compañeros, que compartieron la vida y que ya han partido a la Casa del Padre.“Es importante que el ser humano descubra esa verdadera esperanza que nos abre a un camino mas amplio que el estrecho camino de nuestra vida, ese que va más allá de la muerte”. Enfatizó.
Hizo un llamado además ha que renovemos la esperanza y creamos que Cristo Resucitado está a nuestro lado, en nuestra existencia, en nuestra familia, en las comunidades. “Jesús se pone en camino con nosotros, anunciado al resucitado y anunciando la esperanza de la vida eterna”. Recalcó.
“Yo soy la resurrección y la vida: El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre ( Jn. 11, 25-26).
Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.
Seamos “Defensores de la vida, cuidadores de la vida”, la vida ha triunfado sobre la muerte. Para que caminemos con Jesús resucitado llenos de confianza, que seamos capaces de escuchar la voz de Dios de la vida y del resucitado entre nosotros. Concluyó.
A continuación vea Homilía completa:
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