Misión Cuaresmal Sacerdotal
Bajo el lema “Estuve enfermo o en la cárcel y vinisteis a verme (Mt 25, 36)”, el arzobispo, los obispos auxiliares y un grupo de sacerdotes de esta iglesia particular acogieron la propuesta de ofrecer una mañana de su servicio para acompañar dos escenarios pastorales que viven necesitados de misericordia constante, como son las cárceles y los hospitales de Bogotá, máxime después de un periodo en el que no fue posible una atención regular por motivo de la pandemia.
“Si bien el ejercicio de la caridad por parte de los sacerdotes es continuo, y cada uno siembra mucho bien allí donde se encuentra, concentrar la caridad pastoral en unos lugares y tiempos específicos favoreció una presencia significativa de Iglesia y permitió acrecentar la fraternidad sacerdotal en torno a lo que mejor sabe hacer un sacerdote: salir para que los hombres puedan encontrar a Jesús”, explicó monseñor Alejandro Díaz García, animador del equipo de formación permanente del clero en esta Arquidiócesis.
Fue así como alrededor de sesenta sacerdotes, durante las dos semanas de misión, estuvieron visitando tres centros penitenciarios y tres hospitales. A este número hay que agregar aquellos sacerdotes que, por iniciativa personal u organizados por arciprestazgos, prestaron su servicio en otros lugares, pero manteniendo el espíritu de la misión.
Además de la acción misionera, también se motivó a expresar la fraternidad sacerdotal mediante la solidaridad y la oración.
Misión Cuaresmal Sacerdotal en la Fundación Hospital San Carlos
Animados por el llamado a caminar juntos y a evidenciar el amor de un Dios misericordioso que se acerca al necesitado, sacerdotes de diferentes vicarías y del Seminario Mayor compartieron momentos de oración, escucha y administraron los sacramentos de la unción de los enfermos y de la penitencia a personas hospitalizadas en este centro médico, ubicado al sur de la ciudad.
“Es la vivencia de Mateo 25, de las Obras de Misericordia, estuve enfermo y me visitaste; esto también fortalece la vocación. Estamos llamados a mostrar el corazón de Jesús en medio del dolor, de la enfermedad”, señaló el padre Alexander Herrera, párroco en Santa Magdalena Sofía Barat, barrio Nuevo Muzú.
“Queremos llevar el mensaje de: Dios está cerca, vengan a mí los que están cansados, tristes, agobiados, yo los aliviaré, dice el Señor. A veces no llega el alivio del cuerpo, pero si llega el alivio del alma, y una persona, un enfermo, con Dios en el corazón, incluso, su enfermedad la ve distinta (…) Que sea el alivio de un Dios cercano, vivo y presente en la vida del que sufre”, agregó el padre Mauricio Cuellar, párroco en Santa Cecilia.
Sobre el fortalecimiento de la fraternidad sacerdotal con esta iniciativa el padre Cuellar señaló: “En nuestras parroquias tenemos enfermos y los visitamos y asistimos, pero a veces un capellán se ve desbordado por la necesidad espiritual de una comunidad tan grande como es un hospital (…) Estamos en el Sínodo, caminar juntos, no somos islas, somos hermanos en la fe, hermanos en el ministerio y estas iniciativas nos recuerdan la fragilidad humana, la necesidad de una mano que nos apoye”.
A su turno, el padre Orlando Aguilar Barrios, administrador parroquial en San Juan Damasceno, señaló la importancia de acompañar a nuestros hermanos enfermos e invitarlos a “ofrecer su dolor, sabiendo que más allá del sufrimiento físico está el consuelo que viene de Dios, el alivio que Dios nos regala en estos momentos”.
Finalmente, el padre Wilsson Ávila, capellán de la Fundación Hospital San Carlos y coordinador de la evangelización del mundo de la salud de esta Arquidiócesis, destacó la gracias y bendición que representan estas acciones pastorales.
“Es una hermosa oportunidad que el presbiterio arquidiocesano nos visite en los hospitales, clínicas, y acompañen a los capellanes en su misión (…) También para la comunidad hospitalaria, para los profesionales, directivos, enfermos y familiares ha sido un signo de Iglesia, de misericordia, servicio, comunión y fraternidad”.
Gracias por la respuesta generosa
“El equipo de formación permanente para el clero agradece a todos los sacerdotes por su generosidad, especialmente a los capellanes que acogieron y organizaron el trabajo, y a todos los que de una u otra manera colaboraron con esta obra a favor de nuestra Iglesia particular.
La necesaria evaluación de esta experiencia permitirá seguir ofreciendo estos espacios de fraternidad en el futuro, siempre animados por la sabiduría y la pasión evangelizadora de nuestro pastor, monseñor Luis José, quien afirmó a propósito de esta iniciativa:
<<No hay otro camino que la cercanía a las personas que están en periferia existencial. Eso nos hace bien a todos. Nos hace bien tocar las llagas, las heridas de Cristo que está tras las rejas o en una cama de hospital. Hacerlo nos renueva, como bautizados y como ministros del Señor, nos saca de nuestras comodidades y nos pone en camino de discípulos con humildad y con alegría>>.
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