El buen pastor no teme alzar la voz y denunciar al lobo
En una homilía en la que puso nombre propio a los flagelos que están destruyendo a la sociedad, el Primado de Colombia dijo, entre otras cosas, que el campesinado está abandonado entre los lobos del narcotráfico y que no es el Glifosato la solución; que el hambre es otro lobo rapaz y que no se arreglará con una reforma sino con una reestructuración de la sociedad, desde el corazón de Cristo.
- Reconozcamos hoy en este domingo, y siempre, el rostro de Jesús en tantas personas que arriesgan su vida por nosotros, por cuidarnos, por cuidar nuestra sociedad.
- Nosotros, los pastores de la Iglesia que acompañamos a nuestras comunidades en todas las regiones, en todas las zonas del país, en todos los barrios, los párrocos, vicarios parroquiales, los obispos sabemos que hay los lobos rapaces que tratan de destruir el rebaño y nosotros no podemos guardar silencio.
- El tema de las vacunas se ha vuelto un tema político, se ha vuelto un tema de dinero, de empresa, de empresarios que no les interesa la vida de los países pobres y por eso hay tanta inequidad en la distribución de las vacunas.
- Otro lobo que sigue azotando nuestro país es la corrupción… esa corrupción que ha hecho tanto daño y que ha hecho metástasis, cómo dirían los médicos, en la justicia, en la economía, en la política, en los escenarios privados.
- Hay familias que están buscando, todavía después de décadas, a sus víctimas, a sus hijos a sus hijas que desaparecieron en el conflicto. Necesitamos la verdad.
- ¿Eso es lo que le vamos a dejar a las futuras generaciones, una Colombia herida, una Colombia ensangrentada, una Colombia con odio, una Colombia con rencor dividiéndonos, masacrándonos…?
- En este momento en que tantas personas pasan hambre no necesitamos una reforma, necesitamos una renovación desde el corazón, desde la conciencia.
“Contemplamos a Jesucristo El Buen Pastor. Él nos ha dicho hoy en el Evangelio de San Juan que el Buen Pastor da la vida por sus ovejas: nos ama y entrega su vida por nosotros; no hay amor más grande que el que da la vida por nosotros, sus amigos, su rebaño.
Es el amor que lo lleva a la Cruz, el Justo da la vida por los pecadores. Reconozcamos hoy en este domingo, y siempre, el rostro de Jesús en tantas personas hombres o mujeres que arriesgan su vida por nosotros, por cuidarnos, por cuidar nuestra sociedad. Es un amor capaz de generar regenerar vida en lo cotidiano, nos dice el Papa Francisco en su mensaje y Jesús nos dice: ‘Es que yo conozco a las mías y las mías me conocen’.
Querida familia, el Señor conoce los sufrimientos de su hogar; el Señor es el Buen Pastor que da la vida por su hogar, por su familia, y esa es una buena noticia: Cristo no está lejos de nuestros sufrimientos, él está acompañando nuestra vida, él sabe que el lobo ataca al rebaño y quiere destruir todo lo que encuentra a su paso pero el buen pastor no huye, el Buen Pastor se queda, permanece, está presente de día y de noche y sobre todo de noche porque los lobos rapaces sobre todo actúan de manera nocturna aprovechando las sombras para destruir.
Queridos hermanos y hermanas: quiero proponerles con Jesucristo El Buen Pastor, que da la vida por nosotros, que pensemos en el rebaño de nuestro país… más allá de nuestra familia pensemos en el país. Es necesario confiar en Cristo El Buen Pastor para que curemos a Colombia, porque hay lobos rapaces que tratan de destruirla y permítanme, con todo respeto, porque es que nosotros los pastores de la Iglesia que acompañamos a nuestras comunidades en todas las regiones, en todas las zonas del país, en todos los barrios, los párrocos, vicarios parroquiales, los obispos sabemos que hay los lobos rapaces que tratan de destruir el rebaño y nosotros no podemos guardar silencio.
No podemos bajar la voz, tenemos que levantar la voz aunque sea incómodo porque esa es nuestra tarea. Esa es la misión que el Señor nos ha confiado y Jesús El Buen Pastor es Dios verdadero y hombre verdadero y como Dios nos protege y como hombre nos acompañe y es sensible a nuestros dolores. Nosotros también, llenos de esperanza en Cristo Jesús, el señor El Buen Pastor, pero con los pies en la tierra y con los ojos abiertos y con el corazón abierto y palpitando con el sufrimiento de nuestros pueblos.
Uno de los lobos que nos están atacando es el COVID. Que está destruyendo vidas en todo el mundo; pero lo más grave es que al lado del COVID, de esta pandemia, de este virus, hay mucha injusticia. Miren ustedes el mundo entero y se darán cuenta que el tema de las vacunas se ha vuelto un tema político se ha vuelto un tema de dinero de empresa de empresarios que no les interesa la vida de los países pobres y por eso hay tanta inequidad en esa distribución de las vacunas, puestas al servicio de la sociedad, pero también hay inequidad en el sistema de salud y lo estamos evidenciando y lo estamos sufriendo.
Otro lobo que sigue azotando nuestro país es la corrupción… esa corrupción que ha hecho tanto daño y que ha hecho metástasis, cómo dirían los médicos, en la justicia, en la economía, en la política, en los escenarios privados y en todo lugar es donde hay actuado la corrupción en todos los escenarios ahí tendrá mecanismos corruptos que permiten desviar los bienes públicos, los recursos privados de nuestra sociedad, aquellos recursos del pueblo que deberían estar destinados a la salud, a la educación, y yo quiero invitar a todos aquellos que han caído en este camino de corrupción: Miren el dolor de Colombia, miren el dolor de los más pobres, mírenlos con respeto, con sensibilidad, con empatía verdadera de compromiso no con indiferencia; por favor, porque es necesario que se dejen hacer esas obras que si no hubiera sido por la corrupción ya estarían muchos hospitales, muchos puestos de salud, muchas carreteras al servicio del desarrollo integral de nuestro pueblo, que no se han podido hacer por ese tema de la corrupción....
El Señor transforma desde dentro, no lo hacemos con violencia sino con la fuerza del Evangelio.
Es la mentira que destruye la verdad, que nos ponen conflicto unos a otros, que nos impide reconocer lo que nos ha pasado en estas décadas de historia. Esa mentira que no nos permite entender por qué nos hemos enfrascado durante décadas en una guerra absurda con todo aquello de los delitos, de los ajusticiamientos extrajudiciales, de las fosas comunes. Hay familias que están buscando, todavía después de décadas, a sus víctimas, a sus hijos a sus hijas que desaparecieron en el conflicto. Necesitamos la verdad porque la mentira es un lobo que destruye nuestra sociedad, pero hemos dicho que Colombia tiene un lobo qué ha tomado distintas formas y se ha camuflado para dañarnos y es el narcotráfico: esta semana contemplamos el homicidio cobarde de Sandra Liliana Peña una gobernadora indígena en el norte del Cauca. Así pudiéramos hacer la lista de todos los que han caído en este año y en estos años y todo porque hay tráfico de armas o hay dinero que corrompe las entidades del Estado, porque se está produciendo con el narcotráfico el exterminio de los campesinos. El campesinado se está acabando porque en el abandono, en el olvido, ha llegado este lobo del narcotráfico a destruirlo y la solución no es el glifosato, no es el glifosato la solución. Es mirar al campesino, es acompañar al campesino, es ayudarlo a salir de esa esclavitud y defenderlo de ese lobo que ataca la vida de las personas, del medio ambiente y de las organizaciones sociales de nuestras zonas rurales.
Es necesario escuchar el clamor de todas las regiones de nuestro país, pero además la violencia es un lobo dañando vidas desde el vientre materno, destruyendo con el aborto, quitando vida injustamente, pero mire que ahora están destruyendo también la vida de los niños. Cuántos niños han muerto en nuestras familias, en otras regiones no sólo en el Chocó dónde los han masacrado violentamente. ¿Por qué metemos a los niños en esta generación violenta llena de odio, llena de rencor y resentimiento? eso es lo que le vamos a dejar a las futuras generaciones, una Colombia herida, una Colombia ensangrentada, una Colombia con odio, una Colombia con rencor dividiéndonos, masacrándonos. Saquemos a los niños del conflicto ¡por favor! el odio es un lobo rapaz que nos hace daño desde dentro, que no nos permite vernos a nosotros como hermanos y, ojo, que en medio del río revuelto, dicen, ganancia de pescadores.
Más de uno va a tratar de usar el odio para que nosotros no nos escuchemos unos a otros, para que destruyamos lo que tenemos, la infraestructura, las casas, los bienes, la vida de las personas… por favor vayamos, dejémonos encontrar por el Buen Pastor, el encuentro con Jesús, buen pastor, nos lleva a dar la vida, pero para que haya bien común, para que haya justicia, para que haya reconciliación, vayamos encontrémonos con la belleza del Buen Pastor que nos entrega la fuerza necesaria, la alegría, la esperanza, la convicción para servirnos unos a otros.
En este momento en que tantas personas pasan hambre no necesitamos una reforma, necesitamos una renovación desde el corazón, desde la conciencia. Hay muchas familias en Colombia que sufren hambre y ese es un flagelo y ese es un lobo que trata de destruir nuestras familias que no tienen empleo o lo han perdido en este tiempo de pandemia; es una situación muy dura, hay muchas mamás cabeza de familia que lloran viendo que a sus hijos les corresponde pasar un día entero con un plato de arroz y un huevo frito o un papá que no tiene empleo y no sabe cómo llevar los alimentos para saciar el hambre de sus hijos. Eso no puede ser, no puede pasar de manera indiferente ante nuestros ojos porque seríamos como el rico Epulón; es necesario que le devolvamos a los pobres la dignidad, que nos tratemos con el cariño de hermano porque somos hijos de Dios: al asalariado no le importan las ovejas por eso estábamos diciendo con el salmista ‘mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres’ de los jefes de los magnates, por favor volvamos al corazón de Cristo Jesús, el Buen Pastor, para que desde allí nosotros nos comprometamos a ser hermanos, curar a Colombia que está herida y amenazada por lobos, a escuchar el clamor de las regiones, a tener una mirada sincera por la dignidad de los más pobres, a generar una economía solidaria, una economía cooperativa. Para levantar el flagelo vergonzoso del hambre es necesaria una renovación desde el corazón y que Cristo el Buen Pastor nos dé un corazón nuevo para ser solidarios y fraternos, amén.
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