“Celebración de la esperanza como comunidad de servicio”

Como preparación para la vivencia de la Semana Santa, en la que los bautizados conmemoran el misterio central de su fe: pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, los animadores de la Diaconía para la Esperanza de la Arquidiócesis de Bogotá participaron en una jornada con tono jubilar, que les permitió reencontrarse como comunidad de servicio; fortalecer su misión a través de la formación; reconocer y agradecer los frutos de las acciones pastorales adelantadas en torno a niños, niñas, adolescentes, jóvenes, familias y pastoral digital, en esta Iglesia particular. También, proyectar su caminar desde una apuesta por la vivencia de la “esperanza activa”.

Reunidos en la Basílica Menor Nuestra Señora de Chiquinquirá, ubicada en la localidad de Chapinero (Bogotá), el 22 de marzo, los 50 animadores de evangelización participantes, entre sacerdotes, diáconos permanentes y laicos servidores en esta estructura pastoral, celebraron juntos la esperanza, retomando un impulso en su misión y acogiendo el llamado a “ser testimonios del amor de Dios; profetas de esperanza, que teniendo su confianza plena en el Padre, buscan ser “sal del mundo que da sabor, transforma, fertiliza, y proporciona sabiduría en su justa medida”.
La oración inicial fue guiada por el padre Johnier Montoya, coordinador del Servicio Arquidiocesano de Evangelización de la Familia (SAEF), a partir del texto bíblico Mateo 5, 13-16. Desde este pasaje, se les animó a cultivar en su vida personal, comunitaria y de servicio, un espíritu anclado en el Señor, en su Palabra, que es luz, guía y fortaleza.
Como momento simbólico en esta primera parte del encuentro, se elaboró una cruz en origami, titulada “De la Cruz a la Luz”, desde la que se orientó un momento de reflexión, a partir de las preguntas:
¿Cuál es el fundamento de mi esperanza y en qué se nota? ¿de qué manera se manifiesta?
Como animador de la Diaconía para la Esperanza, ¿qué necesito hoy para revivir la esperanza que ya habita en mi apostolado con la infancia, adolescencia, juventud, familias y evangelización digital?
¿Qué turbulencias hacen temblar hoy mi esperanza en el apostolado?
¿A qué necesito morir hoy para ser más luz de esperanza para otros?
¿Qué le pido al Señor para vivir mejor el Jubileo de la Esperanza?
Seguidamente, los participantes fueron animados a vivir la Semana Mayor “como paso de la esclavitud a la libertad, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida”.

“Tiempo de renovación espiritual”
El primer momento formativo fue dirigido por la hermana Magda Cruz, vicaria de la Diaconía para la Esperanza, quien, retomando la homilía del papa Francisco durante la Solemnidad de la Natividad del Señor y la apertura de la Puerta Santa, enfatizó en que la esperanza está viva. “En un mundo herido por la guerra y la desesperanza, resuena el anuncio del ángel: «Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador» (Lc 2,10-11). Este anuncio encarna una esperanza viva, una luz que se abre paso en la oscuridad”, precisó afirmando que el Jubileo es un tiempo de renovación espiritual, una invitación a actuar con audacia y sembrar esperanza donde parece haberse perdido.
“La verdadera esperanza es activa: transforma, impulsa al compromiso, se indigna ante el mal y sueña con un mundo mejor. Es una luz que se entrega con urgencia, como los pastores que corrieron al pesebre, lugar de ternura y promesa viva”, insistió.
A su turno, el padre Juan Miguel Blandón, en desarrollo del taller de reconocimiento de los Signos del Jubileo de la Esperanza, propuestos por el papa Francisco en la bula Spes Non Confundit), precisó que los creyentes están llamados a reconocer las problemáticas del mundo actual: la defensa de la vida; la guerra; la enfermedad; la situación de los jóvenes, ancianos, migrantes y adultos mayores. Y a responder a ellas con un compromiso esperanzador.
Tras reflexionar sobre estas realidades y sus desafíos, los participantes crearon un signo desde el que manifestaron su sentimiento y propuesta de acción.

Estos signos fueron ofrecidos en la Eucaristía como expresión del compromiso cristiano frente a las realidades que viven y acompañan como comunidad evangelizadora.
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