Reflejos y Color en el patio de la fuente
En el claustro del edificio que alberga la Curia episcopal, en Bogotá, hay una exposición muy interesante y un poco fuera de lo común. Es obra de Edison Sahamuel, el…
Reflejos y color
Luz y color, es la obra que presenta el padre Edison Sahamuel, resultado de una larga trayectoria, de la cual, esta exposición es una muestra de algunas de sus exploraciones. Tejida en el tiempo, quisiera rescatar tres elementos para su interpretación. El cuerpo y el color, ello dos se aúnan en el espejo.
El espejo es uno de los símbolos de la mística: ya desde la Edad Media, Dios se contemplaba como el espejo perfecto: “El es el único que es respecto a sí mismo un espejo resplandeciente” (Hugo de San Victor). Ya antes, Platón había afirmado que el alma es el reflejo de lo divino; san Agustín precisó que el hombre que se contempla en el espejo de la Biblia ve el esplendor de Dios y su propia miseria. En la literatura, edificante, los speculum constituyen un género moralizante en el cual se invita a modelos ejemplificantes. El espejo, místicamente es el llamado al narciso que se deja capturar por su reflejo. El espejo es una trampa y se convierte en el arte de la apariencia, la única respuesta el desengaño, ver más allá de lo que nos refleja.
La obra de Edison interroga las complejas relaciones del ser humanao con el espejo y sobre los múltiples vínculos, filosóficos, morales, que teje el espejo con el bien, el mal, el yo y su reflejo o el autoretrato. Paradójicamente, el espejo es un objeto indispensable en el seno de una sociedad de imágenes, donde, para existir, el yo tiene necesidad de multiplicarse en ecos. Recortar, fragmentar y dar sentido geométrico al espejo y su reducto, el vidrio, pone la obra de Sahamuel en el complejo entramado de reflejar partes y fragmentos. Descompone elementos, y con el color, acerca a la complejidad de la imagen, reflejo o distorsión de la realidad.
Que refleja el espejo?, el cuerpo. La experiencia mística es la historia de un reflejo del cuerpo. El cristianismo se construyó en la búsqueda de un cuerpo ausente, el cristo resucitado. Dios era el único objeto posible de amor. Pero este culto al “cuerpo-ausente” empieza a cambiar en el siglo XIII cuando triunfa la mitificación del amor humano. Su reflejo es el surgimiento de la “literatura cortesana”, ahora el otro también era objeto de deseo, un “cuerpo presente”. La palabra de Dios comenzó a ser sustituida por el “cuerpo amado”, pero éste, como Dios, se constituye en una pérdida. La obra del padre Sahamuel tiene esta otra interpretación, cuerpos fragmentados, cuerpos insinuados.
Intervenir un espacio con reflejos y color, como lo hace Edison Sahamuel, pone en escena la delgada línea que separa el espejo y el cuerpo. Se trata de reinterpretar una experiencia, empleando los mismos símbolos que le da origen en la mística, para establecer nuevos significados. Reflejos sobre la búsqueda de las ausencias, se revelan en esta intervención en todos sus ámbitos: sin embargo, su característica es el reflejo.
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