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90 años de la guerra cristera

12 de julio de 2016
90 años de la guerra cristera

En México, el 31 de julio de 1926, el presidente Plutarco Elías Calles decreta la suspensión de cultos en todo el país, los católicos responden con la “Cristíada”

El 31 de julio de 1926, en respuesta a la llamada "Ley Calles" (una ley que, prácticamente, prohibía la existencia de la Iglesia católica, decretada por el presidente Plutarco Elías Calles) y a la expulsión de 185 sacerdotes extranjeros que ejercían su ministerio en México, el Episcopado Mexicano anunció la suspensión de cultos en todas las iglesias a partir del 1 de agosto.

Ese día, las iglesias se llenaron de creyentes que buscaban bautizar a sus hijos, ser unidos en matrimonio o confesarse y recibir la comunión. Hasta el 29 de junio de 1929 los templos permanecerán cerrados en toda la geografía del país. Mientras tanto, el Episcopado Mexicano afirmó:

En la imposibilidad de continuar ejerciendo el ministerio sacerdotal sagrado, según las condiciones impuestas por el citado Decreto la Ley Calles), después de haber consultado a Nuestro Santísimo Padre, Su Santidad Pío XI, y obteniendo su aprobación, ordenamos que desde el día treinta y uno de julio del presente año, hasta que dispongamos otra cosa, se suspenda en todos los templos de la República el culto público que exija la intervención del sacerdote.

El 2 de febrero anterior, el papa Pío XI había publicado la Encíclica Paterna Sane Solicitudo dirigida a los obispos mexicanos, recomendando mantener la calma y prohibiendo, expresamente, la formación de un partido político católico.

En enero, el presidente Calles había anunciado su intención de reglamentar el artículo 130 de la Constitución y modificar el Código Penal para incluir sanciones a los sacerdotes mexicanos "fuera de la ley" y la prohibición de ejercer a los sacerdotes extranjeros.

El 12 de mayo, Calles expulsó a monseñor Jorge Carauna, enviado papal a México. Y el 2 de julio de 1926 se publicó, en el Diario Oficial, la Ley que Reforma el Código Penal para el Distrito y Territorios Federales, Sobre Delitos Contra la Federación ("Ley Calles"), que incluyó sanciones como prohibir la educación religiosa, la expulsión inmediata de sacerdotes extranjeros y la limitación del número de sacerdotes por área territorial.

La guerra que se iba a denominar "Cristera" iniciaba, justo el día en que los mexicanos vieron sus templos cerrados y a sus sacerdotes perseguidos como criminales. Duró tres años (1926-1929), sembró de mártires el territorio mexicano y de muertos y heridos (más de cien mil).

 

Historia:

La Guerra Cristera, también llamada Guerra de los Cristeros o Cristiada, fue un conflicto armado de México que se prolongó desde 1926 a 1929 entre el gobierno y milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos que resistían la aplicación de legislación y políticas públicas orientadas a restringir la participación de la Iglesia católica sobre los bienes de la nación así como en procedimientos civiles.

La Constitución mexicana de 1917 establecía una política que negaba la personalidad jurídica a las iglesias, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias del derecho a poseer bienes raíces e impedía el culto público fuera de los templos. Algunas estimaciones ubican el número de personas muertas en un máximo de 250 mil, entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras y del Ejército Mexicano.

En 1925, con apoyo de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) se creó la Iglesia católica apostólica mexicana, dotándola de edificios, recursos y medios para romper con El Vaticano.

La radicalización hizo que en zonas de los estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán y parte de San Luis Potosí al igual que Zacatecas, en la Ciudad de México, y en la península de Yucatán creciera un movimiento social que reivindicaba los derechos de libertad de culto en México. La dirigencia del movimiento, cercana pero autónoma respecto de los obispos mexicanos, creyó viable una salida militar al conflicto. En enero de 1927, empezó el acopio de armas; las primeras guerrillas estuvieron compuestas por campesinos. El apoyo a los grupos armados fue creciendo, cada vez se unían más personas a las proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! lanzadas por quienes fueron conocidos como los cristeros.

El origen del sustantivo cristero es disputado. Hay quienes consideran que fueron ellos mismos quienes utilizaron el nombre primero para identificarse, pero hay investigadores del fenómeno, como Jean Meyer, quienes consideran que, en sus orígenes, era una expresión despectiva, usada por agentes del gobierno federal, derivada de cristiano. En todo caso, los que se conocían como cristeros fueron capaces de articular rápidamente una serie de descontentos locales con las consecuencias de la Revolución Mexicana, así como de aglutinar en torno suyo a grupos que, por distintas razones, se oponían a lo que ya para entonces se conocía como el "Grupo Sonora", nombre creado por el origen sonorense de los presidentes Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. No sólo eso, la Cristiada, como también se le conoce, logró un uso muy eficaz de símbolos religiosos profundamente arraigados en las prácticas colectivas en México como la Virgen de Guadalupe.

La Guerra

Uno de los movimientos más importantes fue el ocurrido en Valparaíso, Zacatecas. cuando el 14 de agosto de 1926 por la noche apareció don Pedro Quintanar, personaje de gran importancia en toda la lucha cristera. Se preparó el levantamiento que Aurelio Acevedo y sus amigos tenían preparado desde el primero de agosto, ya que el gobierno al saber de la presencia de Quintanar se movilizó más rápido. Se realizó la movilización en Peñitas y Peñas Blancas. Quintanar entraba a combate el 29 de agosto a Huejuquilla el Alto (Jalisco), comenzó así, la primera lucha cristera en forma, quedando como vencedores con el grito ahora triunfante de: ¡Viva Cristo Rey!

Los alzamientos siguieron en Jalisco, Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán por el año 1926, luego se sumó casi la totalidad del centro del país. El conflicto tuvo un carácter fundamentalmente rural aunque la dirección de la Liga fue eminentemente urbana. Los cálculos más optimistas consideran que hacia 1927, las fuerzas cristeras rondaban los 12 mil efectivos y dos años después, en 1929, habían alcanzado los 20 mil. Semejantes números son dignos de consideración por varias razones. En primer lugar, los obispos mexicanos, con muy contadas excepciones se distanciaron rápidamente del movimiento armado, desconocieron a la Liga y trataron de negociar la paz con el gobierno de Calles con la mediación del gobierno de los Estados Unidos.

En segundo lugar, porque México recién había superado un prolongado y muy costoso conflicto armado que ensangrentó durante poco más de siete años buena parte del país. No sólo eso, los cristeros eran un ejército irregular (a pesar de que contaron con algunos militares de carrera en sus filas), que no esperaban recibir pago y que no contaban con mecanismos formales de aprovisionamiento, reclutamiento, entrenamiento, atención a sus heridos o cuidado de los deudos. A diferencia de otros grupos armados en la historia de México, no practicaron la así llamada 'leva' (una práctica por la que se obliga a personas a sumarse a un ejército).

Citando vivencias sobre personas que vivieron en carne propia la guerra, cuentan que se quemaron muchos documentos de la iglesia, incluidas la Fe de bautizo de todas las personas. Fue una guerra muy tortuosa. Finalmente, a diferencia de muchos grupos armados durante la revolución y antes, durante el siglo XIX, el mercado estadounidense de armas estuvo —al menos formalmente-  cerrado.

El Ejército Cristero

El ejército cristero estuvo compuesto básicamente por peones y aparceros rurales, dirigidos por antiguos militares revolucionarios, ex partidarios algunos de ellos de Pancho Villa, Emiliano Zapata y participaron también algunos sacerdotes. Combatían la política laica del presidente Plutarco Elías Calles y su sucesor, Emilio Portes Gil. En enero de 1927 comenzó el alzamiento civil, días apareció un referéndum que, a partir de aquel momento, no les dejó más remedio que la guerra.

Dicho ejército se distinguía por ser un ejército de campesinos soldados. La mayoría de los miembros se encontraban debajo de un cierto nivel de ingresos, tanto los de las ciudades como los del campo con una educación pobre, lo que les resultó muy fácil de involucrar. Así pues aquellos provenientes del campo constituían aliados civiles y soldados principalmente mientras que los de la ciudad se encargaban de la organización, la propaganda y el aprovisionamiento principalmente. A pesar de las limitaciones en insumos, en tres años los cristeros pasaron de ser la partida anárquica del ejército constituido, a derrotar en igualdad de fuerzas a las tropas federales. Si bien algunos ricos hacendados se unieron a la lucha (como Jesús Quintero, José Guadalupe Gómez, Manuel Moreno, Salvador Aguirre, Luis Ibarra y Pedro Quintanar por ejemplo) en las regiones de Zacatecas, los Altos de Jalisco, Michoacán, Durango y Guanajuato. Estos personajes fueron solo la excepción que confirmaba la regla: “Solo la gente humilde se estaba uniendo a la lucha”.

 

(imagen: dominio público)    

 

 

 

 

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